Mundo ficciónIniciar sesiónShaya Moore lo tenía todo, un lugar privilegiado en la alta sociedad, un esposo al que amaba con devoción y una vida que parecía perfecta. Pero la desgracia tocó su puerta sin aviso. Primero perdió a un hijo, y cuando aún no sanaban sus heridas, su esposo le exigió el divorcio. La despojó de todo, su fortuna, su estatus, su pequeño hijo, su hogar… y la ilusión de haber sido amada. Aquella noche, bajo la crueldad de la nieve, comprendió la verdad, Santiago Pavón nunca la amó, jamás. En medio de su ruina, apareció Eryx Allen, un hombre tan enigmático como peligroso. Él guardaba secretos capaces de destruirla por completo o de devolverle el poder que creía perdido. En sus brazos, Shaya descubrirá que de las cenizas puede levantarse no solo una mujer herida, sino una reina resurgida.
Leer másUn Año Después…El sol se filtraba suavemente entre las cortinas de la oficina principal de los Allens, iluminando cada rincón de aquella sala que un año atrás había sido escenario de decisiones difíciles, batallas y revelaciones. Shaya se encontraba frente a la ventana, observando cómo la ciudad despertaba con su ritmo implacable. Sus manos, ahora fuertes y seguras, descansaban sobre el respaldo de la silla de Eryx, quien se encontraba revisando los informes de la compañía conjunta Allens Pavón.—¿Ya desayunaste? —preguntó Eryx sin levantar la vista de los papeles, su voz suave contrastando con la firmeza que había marcado su vida durante los últimos años.Shaya sonrió, apoyando su frente contra su hombro.—Sí, amor. Pero… ¿tú? Pareces más tenso que nunca —Eryx suspiró, dejando finalmente los informes a un lado y tomando la mano de su esposa. Sus ojos reflejaban la serenidad que solo la certeza de que lo peor había pasado podía dar.—Un año y todavía me parece increíble que hayamos
El viento azotaba con fuerza la carretera mientras los últimos rayos del sol se filtraban entre las nubes grises. Eryx mantenía el volante firme, con los ojos fijos en el camino, mientras Shaya se aferraba a su brazo, respirando entrecortadamente. Claudia los había perseguido sin tregua, su auto negro recortándose como una sombra amenazante entre los últimos coches del tráfico. Las balas que rebotaban cerca de ellos hacían que el corazón de Shaya latiera con violencia, y la adrenalina recorría todo su cuerpo. —¡Shaya, agáchate! —gritó Eryx cuando un destello plateado de una bala pasó rozando el parabrisas. Ella obedeció de inmediato, escondiendo su rostro mientras sentía la vibración de los impactos en el auto. Su mirada buscaba la carretera, buscando cualquier oportunidad para escapar de aquella pesadilla que Claudia había desatado. De pronto, un vehículo bloqueó el camino frente a ellos, un viejo camión de carga abandonado en la curva. Eryx no dudó; giró bruscamente el volante,
La noche estaba teñida de un negro intenso, apenas iluminada por los faros de los autos que surcaban la carretera. La velocidad era un constante rugido que se mezclaba con la respiración agitada de Eryx, que no podía permitir que Claudia los alcanzara. Shaya, sentada a su lado, mantenía la calma aparente, aunque su corazón latía acelerado, y sus manos estaban tensas sobre el asiento. Cada curva, cada giro del volante, cada destello de luz parecía acercar a Claudia, implacable, como si su única misión fuera cazarlos hasta el final.—Shaya, agáchate —dijo Eryx con voz firme, mientras esquivaba un camión que se cruzaba en el carril contrario. La adrenalina convertía sus movimientos en pura precisión.Shaya obedeció inmediatamente, encogiéndose hacia el asiento, tratando de minimizar la posibilidad de ser alcanzada por un disparo. Sabía que Claudia no dudaba, que cada bala disparada podría significar la muerte de ambos, y la imagen de su hijo, seguro en casa bajo el cuidado de Marta, le d
La carretera estaba desierta, cubierta por una neblina que se levantaba apenas con la brisa de la madrugada. Los faros del auto de Eryx cortaban la oscuridad mientras avanzaban a toda velocidad, y el sonido del motor rugiendo parecía mezclarse con los latidos frenéticos de su corazón. Shaya estaba agazapada sobre el asiento, abrazando su cuerpo con fuerza, tratando de hacerse pequeña, intentando desaparecer del mundo para mantenerse viva. Sus ojos brillaban por el miedo y la tensión, mientras el peso de la situación caía sobre ambos como un manto pesado.—Baja la cabeza, Shaya —ordenó Eryx con la voz firme, aunque el miedo que lo atravesaba no podía ocultarlo del todo.Ella obedeció al instante, inclinando su cuerpo, escondiendo su rostro detrás del asiento, sintiendo cómo el aire se volvía denso y el sudor le corría por la frente. Cada curva, cada destello de luz reflejado en el parabrisas le hacía saltar el corazón.Detrás de ellos, los faros del auto de Claudia aparecieron como luc
El aire estaba cargado de tensión mientras Shaya y Eryx avanzaban lentamente por el camino polvoriento que conducía al lugar alejado de la ciudad donde supuestamente Claudia los había citado. La luz del atardecer caía como un manto dorado sobre los árboles, pero no había calor que pudiera aliviar la sensación de peligro que se cernía sobre ellos. Cada crujido de rama, cada ráfaga de viento, parecía un presagio de lo que estaba por suceder.—Esto no me gusta, Eryx —dijo Shaya, su voz baja, pero cargada de determinación—. Todo esto huele a trampa.Eryx la miró, tomando su mano y entrelazando los dedos con fuerza. Su mirada reflejaba calma, pero bajo esa máscara de control se encontraba la tensión de un hombre que sabía que cada segundo contaba.—Lo sé —respondió él con voz grave —pero estamos juntos. Nadie puede tocarte mientras yo esté aquí.Shaya asintió, tomando aire profundo para calmar la adrenalina que recorría su cuerpo. Sus ojos buscaban cada movimiento a su alrededor, analizand
La noche en la residencia de los Allens se había vuelto densa, cargada de un silencio pesado, solo interrumpido por el tic-tac del reloj en la sala y el murmullo distante de la ciudad que parecía ignorar la tragedia que había tocado la vida de quienes habían perdido a Ren. Eryx permanecía sentado frente a la bolsa con las pertenencias de su amigo, cada objeto sobre la mesa como un recordatorio tangible de la injusticia cometida. Shaya, a su lado, no se movía, pero su mano sobre la de él era un ancla silenciosa, un puente que transmitía fuerza, comprensión y compañía.—Tenemos que comenzar —dijo Eryx con voz grave, casi un susurro que parecía resonar en toda la sala —Christian debe estar revisando todo. Nadie va a salir con la suya.Shaya asintió, aunque su rostro todavía reflejaba la preocupación por Ren y el miedo latente de lo que vendría. Sabía que Eryx no descansaría hasta encontrar a quien había arrebatado a su amigo, y también entendía que la vida de todos ellos podría verse ame
Último capítulo