Mundo ficciónIniciar sesiónShaya Moore lo tenía todo, un lugar privilegiado en la alta sociedad, un esposo al que amaba con devoción y una vida que parecía perfecta. Pero la desgracia tocó su puerta sin aviso. Primero perdió a un hijo, y cuando aún no sanaban sus heridas, su esposo le exigió el divorcio. La despojó de todo, su fortuna, su estatus, su pequeño hijo, su hogar… y la ilusión de haber sido amada. Aquella noche, bajo la crueldad de la nieve, comprendió la verdad, Santiago Pavón nunca la amó, jamás. En medio de su ruina, apareció Eryx Allen, un hombre tan enigmático como peligroso. Él guardaba secretos capaces de destruirla por completo o de devolverle el poder que creía perdido. En sus brazos, Shaya descubrirá que de las cenizas puede levantarse no solo una mujer herida, sino una reina resurgida.
Leer másAntes de salir, miró por última vez la oficina. Ese espacio había sido testigo de todo, de sus victorias, de sus caídas, de las noches en las que creyó perderse a sí misma. Se colocó los tacones, cerró la puerta detrás y se adentró en el pasillo vacío.Los ascensores estaban desiertos. Las luces del hall principal se reflejaban en el suelo pulido, y por primera vez en mucho tiempo, Shaya sintió la soledad como un golpe real. No quedaba nadie más. Solo ella, y el eco de sus propios pasos.El aire frío la recibió cuando cruzó la puerta principal. Caminó hacia el estacionamiento subterráneo con el sonido firme de sus tacones resonando entre las columnas de concreto. Su coche, un Aston Martin negro, la esperaba como una extensión de su carácter, elegante, peligroso, imposible de domar del todo.Al entrar, encendió el motor. El ronroneo del vehículo fue un alivio momentáneo. Encendió el altavoz del teléfono y marcó el número de Eryx.—¿Sigues en la oficina? —preguntó él al contestar, su vo
Una exhalación colectiva recorrió la sala. Las cámaras se giraron hacia los periodistas que intentaban tomar notas frenéticamente.—No es todo —añadió Shaya —Emilia Pavón, figura reconocida de la sociedad, ha estado ocultando durante años la relación directa con Viktor D’Amelio, y el financiamiento ilícito de varias operaciones encubiertas. Las imágenes que siguieron mostraron copias de correos, fotos de reuniones, registros de llamadas. Era un ataque quirúrgico, milimétrico, y devastador.Desde la primera fila, Eryx la observaba con un orgullo silencioso y una mezcla de temor y admiración. Sabía que lo que estaba viendo no era solo una exposición mediática; era una revolución personal. La Shaya que había conocido, la que alguna vez dudó de su fuerza, ahora se erguía como una mujer que había decidido no pedir permiso.Cada palabra que pronunciaba desmantelaba un pilar de sus enemigos. Cada pausa era más elocuente que un grito.—Fui acusada de ser débil. De ser una mujer que solo ascen
En la quietud íntima de la noche, cuando Eryx volvía a la casa encontrando a Shaya vigilando la puerta, las palabras que ella pronunció fueron cortas, llenas de una calma rota.—Sé que algo se mueve contra nosotros —dijo ella confiada en sus propios instintos.Eryx la miró y por un instante, la decisión fue toda suya, protegerla. No con las manos temblorosas de un amante angustiado, sino con la frialdad de un hombre que había hecho de la contención y la acción su arte. Sus ojos buscaban respuestas que todavía no tenían forma ¿Quién había dado el primer paso? ¿Emilia? ¿Claudia? ¿Viktor? ¿O todos a la vez?—Lo contaremos —dijo Eryx —Lo enfrentaremos. No dejaré que toquen a ese niño.Y sin embargo, las voces que respiraban en los pasillos de la ciudad, las decisiones tomadas en despachos y en teléfonos cerrados, ya habían encendido motores que no se apagarían con simples juramentos. Claudia, con su rencor primario, empezaba a acercarse a la trampa que ella misma diseñaba; Viktor, con su
Si Shaya hablaba —si lo contaba a alguien, si lo dejaba escapar en un correo, en una conversación mal controlada— la caída sería inevitable. No se trataba solo de reputación o escándalo, era la ruina de todo un apellido, de un legado que ella había defendido con uñas y dientes. Emilia sabía también algo más: Viktor D’Amelio no perdona. Viktor castiga. Viktor no olvida.Llamó a Claudia. Claudia llegó al despacho de Emilia con pasos medidos, la piel aún caliente por la rabia que no se atrevía a mostrar del todo. Había visto la imagen tras la puerta de la biblioteca de la residencia Pavón. Había visto a Shaya y a Santiago —o no lo había visto del todo, pero la imaginación se encendía con suficiente gasolina como para incendiarlo todo— en un instante paralizante que había horadado su orgullo. Ver a la mujer de quien creía arrebatarle la vida, sonriendo con la calma del que tiene algo en su mano, había sido una puñalada que multiplicó el dolor por mil.Claudia no era solo ambición; era una
El salón de juntas del Imperium Tower era un escenario digno de una guerra moderna: paredes de mármol, una mesa de cristal que reflejaba los rostros tensos, y una vista panorámica de la ciudad bañada por la luz gris del mediodía.Viktor D’Amelio lo esperaba, acompañado de su asistente. Su porte era elegante, pero sus ojos, duros como el acero, no disimulaban la tensión.Eryx entró sin anunciarse. Su sola presencia hizo que la temperatura del ambiente descendiera. —Supongo que sabes por qué estoy aquí —dijo, cerrando la puerta detrás de él.Viktor se acomodó el cuello de la camisa. —He oído rumores. Pero si vienes a hablar de negocios, podrías haber pedido una cita.—Esto no es una cita —respondió Eryx, acercándose a la mesa —Es un aviso.Los dos hombres se miraron, midiendo cada respiración del otro.—Shaya escuchó tu conversación con Emilia —continuó Eryx —Y ahora sabemos la verdad.—¿Qué verdad? —preguntó Viktor con tono sarcástico.—Que Santiago Pavón podría ser tu hijo.El silen
Eryx, en cambio, parecía ya trazar una estrategia en su mente. El empresario que todos temían, el genio frío de los contratos, acababa de entrar en modo de guerra. Pero bajo esa armadura, había algo más: miedo por ella. —¿Cuánto sabes exactamente? —preguntó de nuevo. —Solo lo que te dije —respondió Shaya —Que Santiago podría no ser hijo de Pavón. Que Viktor lo sospechaba. Que Emilia lo confirmó… y que él le pidió una prueba. —¿Prueba? —Eryx frunció el ceño. —Sí —Ella bajó la mirada —Le exigió un análisis de ADN. Dijo que si el resultado confirmaba lo que creía, reclamaría al chico públicamente. Eryx caminó unos pasos, pasando una mano por su cabello, frustrado. —Si eso ocurre, los medios se volcarán sobre ellos. Y tú estuviste allí. Lo sabrán. —No pienso decir una palabra —prometió Shaya. Eryx se volvió hacia ella, acercándose hasta quedar a pocos centímetros. —Aun así, estarás en peligro. D’Amelio tiene ojos en todas partes. Si se entera de que estuviste cerca de esa conver
Último capítulo