9. El tablero de la noche
La velada avanzaba entre el murmullo de copas, carcajadas sofisticadas y música de cuerdas que llenaba cada rincón del lujoso salón. Los reflectores dorados bañaban de luz cálida los rostros de los invitados, creando un ambiente en el que la riqueza se respiraba como un perfume inevitable.
Shaya permanecía al lado de Eryx Allen, caminando junto a él con un porte sereno. No hablaba demasiado, pero su sola presencia bastaba para atraer miradas y silencios que, a falta de palabras, decían más que cualquier discurso. Era la imagen de una mujer que había aprendido a mantener la calma en medio de la tormenta. No necesitaba imponerse bastaba estar ahí, junto al hombre que todos querían impresionar.
—Relájate —le susurró Eryx mientras le ofrecía una copa de champán que un camarero acababa de acercarles.
—Lo intento —respondió Shaya en voz baja, sujetando la copa sin beber—. Pero siento que cada mirada me pesa encima.
—Es normal —dijo él con un gesto despreocupado—. Esta gente huele lo que es