6. El encuentro bajo la nieve
El frío no era ya solo un enemigo externo se había convertido en una bestia que se colaba dentro de ella, desgarrando cada músculo, cada fibra de su ser. Shaya apenas podía mantener el equilibrio; sus pasos eran erráticos, torpes, como si su cuerpo hubiera decidido abandonarla. La nieve se le pegaba al cabello húmedo, sus labios se habían tornado de un azul enfermizo y sus manos estaban entumecidas al punto de no poder cerrarse del todo.
¿Cómo he aguantado tanto?, pensaba entre jadeos cortos, mientras intentaba forzar a sus piernas a seguir avanzando. Ya no sentía los pies, apenas un dolor punzante y lejano, como agujas enterrándose en la carne muerta. Su visión comenzaba a nublarse, manchas oscuras se mezclaban con las luces de la ciudad, y los mareos la acechaban como un depredador paciente que aguardaba el momento de derribarla.
El sonido de un motor rompió la quietud de la calle vacía. Un auto negro, elegante, se deslizó despacio sobre el asfalto cubierto de nieve y se detuvo a un