En una época en la que lobos y humanos coexisten en una red secreta, Aleksi Volkat, un misterioso y poderoso lobo, se ha convertido en leyenda por su insaciable sed de sangre femenina desde hace mucho tiempo, el tiene muchas riquezas acumuladas en oro y plata, es uno de los mas ricos de todos los hombres lobos que llegaron al mundo humano hace mas de 100 años. Ricardo, un astuto hombre de negocios, se aprovecha de la desesperación de jovencitas en busca de trabajo para entregarlas a los lobos más influyentes a cambio de fortuna. Subastandolas como si fueran objetos sin valor. Pero todo cambia cuando Aleksi fija su mirada en una joven distinta a todas: una mujer cuyo aroma es tan embriagador que desata la locura de cualquier lobo que se cruce en su camino. Decidido a hacerla suya, Aleksi en vez de tomar su sangre para saciar su sed, decidi marcarla como su suya y colocándole un sello como su propieda, sin saber que ella oculta un secreto capaz de destruir el frágil equilibrio entre lobos y humanos. Ahora, mientras la lucha por la joven se intensifica y los lobos se lanzan unos contra otros para poseerla, Aleksi descubrirá que retenerla a su lado podría significar su propia perdición… o su salvación. Pero no imagina que Natasha es la clave que llevará la destrucción de aquellos seres que empezaron a invadir el mundo humano, queriendo apoderarse de la sangre inocente para sus beneficios.
Leer másLo que para cualquiera sería solo una noche más, para él era el preludio de un banquete. La luna llena se alzaría pronto, y con ella su hambre crecería. Recordó las palabras de la bruja que lo maldijo tiempo atrás:
“Tu fuerza se alimentará de la sangre pura de las doncellas; solo así vivirás eternamente.”
El suave golpeteo en la puerta lo devolvió al presente. Aleksi dejó la copa sobre su escritorio de ébano, su sonrisa apenas perceptible.
—Adelante —ordenó con un tono gélido.
La puerta se abrió y su secretaria asomó la cabeza con visible nerviosismo.
—Señor, el CEO Ricardo solicita verlo.
—Hazlo pasar —respondió, sin apartar la mirada del reflejo en su copa.
Ricardo entró inclinando la cabeza.
—Señor Aleksi, traigo noticias. Hemos reunido a varias jóvenes para la subasta. Todas vírgenes —informó con voz segura.
Aleksi entrecerró los ojos, relamiéndose mentalmente ante la mención.
—¿Estás seguro? —preguntó con arrogancia, dejando que cada sílaba goteara como veneno.
Ricardo tragó saliva y asintió con una sonrisa servil.
—Usted sabe que mi lealtad es absoluta. Las chicas son perfectas… tal como ordenó.
—Espero que así sea. Hace meses cometiste el error de meter mujeres que ya no eran vírgenes, ella son inservible para calmar mi sed, quiza para una noche serian buenas. No obstante necesito mujeres que sean puras. Trata de no cometer eso de nuevo.
—No, señor. Esta vez le haremos un chequeo con una ginecóloga de confianza.
Una carcajada fría escapó de los labios de Aleksi, rebotando como un eco en la oficina silenciosa.
—Eres el único que conoce lo que realmente somos. Los Lobos no perdonan… y tampoco olvidan. Así que haz lo que tengas que hacer.
Mientras Ricardo se retiraba con una reverencia, Aleksi bebió el último sorbo de vino. Su lengua recorrió el borde de la copa con deleite. Afuera, el sol se estaba apunto de ocultar para recibir la luna, ya anunciando la noche y en una semana la luna llena.
Antes de retirarse, la secretaria Martleth entró al despacho para dejar unos documentos con los cheques de varios compradores mayoristas procedentes de otros países, quienes habían solicitado los mejores automóviles de Rolls-Royce Motors.—Presidente, estos son los cheques de los compradores —dijo la joven, mirando a su jefe.
Aleksi se acercó, tomó el fajo de documentos, los abrió y al revisar las cifras, alzó una ceja con evidente satisfacción.
—Bien, retírate. Los firmaré antes de irme —afirmó con un tono seco.
—¿Necesita algo más? —preguntó ella, esperando prolongar su estancia.
Aleksi la observó un momento y, dejándose llevar por un impulso, la atrajo hacia él y la sentó sobre el escritorio. Sin mediar más palabras, le bajó la ropa interior y jugueteó brevemente antes de sacar un preservativo especial de su gaveta. Acto seguido, la penetró con brusquedad. Martleth sonrió, complacida; eso era lo que deseaba, ansiaba a ese hombre con urgencia. Sin embargo, para él no había ternura: ni un beso, ni caricias, solo el acto.
Cuando él termino de saciarse, ella bajó del escritorio e intentó acercarse, pero un gesto de Aleksi le indicó que debía marcharse de inmediato. Obedeció y salió del despacho.
Aleksi entró al baño de su oficina, se quitó el preservativo y lo arrojó al cesto de basura. Luego se lavó cuidadosamente las manos con jabón antibacteriano antes de volver a sentarse para comenzar a firmar los documentos no sin antes susurrar con hastío.
—Ni siquiera se fue placentero. ***Por la noche, Aleksi llegó a su inigualable casa: una gran residencia de estilo inglés, tal como a él le gustaba. Para alguien de su riqueza, la mansión resultaba incluso modesta; jamás le interesó vivir en un palacio. Sin embargo, contaba con varios empleados, algunos de ellos lobos como él, y otros simples humanos que ya estaban acostumbrados a la convivencia.
Lo único que Aleksi deseaba en la vida era la sangre de las vírgenes; nada más lo saciaba ni le importaba, aunque se alimentaba como cualquier humano entre tanto. Cada seis meses, cuando su cuerpo se debilitaba, debía beber sangre virginal para recuperar sus fuerzas, pero siempre se aseguraba de no matar a sus presas. Aunque unas que otras eran deliciosa para un momento de placer luego hacia que se olvidaran de lo ocurrido y las dejaba libre, eso creía él, ya que no sabía con exactitud, qué es lo que hacía Ricardo con las damiselas. Ni siquiera le interesaba saberlo.
Al bajar de su coche, el mayordomo acudió enseguida, le ayudó a quitarse su pesado abrigo de piel y le colocó sus cómodas pantuflas. Luego, tras retirarle las zapatillas, Aleksi entró en la casa e hizo un gesto con un solo dedo: eso bastaba para que todos supieran que tenía hambre. Una criada corrió de inmediato a la cocina para avisar a la cocinera que preparara la cena del señor: un exquisito cerdo al vino, acompañado de papas rellenas junto a su copa de vino rojo qué era de las mas caras del país.
Los demás empleados permanecieron en el recibidor, cabizbajos, esperando que él subiera a su habitación. Aleksi los miró en silencio, uno por uno, antes de dirigirse al piso superior. Al llegar, se despojó de su ropa, entró a su vestidor, tomó una toalla y se detuvo frente al gran espejo. Observó su cuerpo marcado con un símbolo único: un lobo entrelazado con una inicial. Nadie más poseía esa marca, y sabía que, el día que encontrara a su luna —si es que realmente existía—, la marcaría del mismo modo, grabando el tatuaje en la piel de su destinada.
Sin embargo, llevaba cien años solo, y cada vez dudaba más de que su luna apareciera. Por ahora, encontraba placer ocasional en alguna criada, y en Mirza, la loba qué lo siguió cuando el decidió quedarse en el mundo de los mortales, sin embargo ninguna lograba apagar por completo su deseo, ni calmar el apetito animal que lo consumía.
Entró en su jacuzzi mientras sostenía una copa de vino tinto, el color que más le gustaba, y murmuró con una risa cargada de malicia:
—Solo espero que Ricardo cumpla, si tanto desea tener más lotes de oro…
Luego continuó bebiendo, impaciente por que la semana terminara y llegara el momento de saciar su sed.
Al llegar a la mansión, Aleksi bajó de la limusina y dio órdenes precisas al chofer y a uno de sus guardias para que llevaran todas las compras directamente a la habitación. Kattleya, que observaba desde un rincón, no pudo evitar notar la gran cantidad de paquetes y bolsas que su amo había adquirido. Estaba convencida de que todo aquello era para esa mujer que ella ya detestaba con todas sus fuerzas.Se acercó a él, intentando iniciar una conversación, pero Aleksi alzó una mano para detenerla.—Estoy muy ocupado y apurado, nos vemos luego.Ella lo miró con atención.—¿Todo bien amo? —preguntó, deteniéndose unos pasos más allá.—Claro que todo bien. Voy a ver a Natasha.Kattleya frunció el ceño.—Usted se nota ansioso.—¿Claro? ¿Por qué crees que estoy ansioso? —respondió él, con un brillo en la mirada y mirando de una manera molesta a Kattleya. Ella enseguida al verlo con un manera, "del que no se le cuestiona, decido solo negar. —. Prepárate, porque este fin de semana habrá una inmen
Aleksi estaba sumido en una montaña de papeleo, firmando documentos con la precisión de quien está acostumbrado a manejar asuntos de gran peso, cuando la puerta de su despacho se abrió. Ricardo entró con paso decidido, pero con un gesto de respeto, llevando en sus manos un sobre elegante.—Señor —anunció con voz formal—, acabo de recibir estas invitaciones para un evento exclusivo que se celebrará en el Gran Palace State. Será una ceremonia donde los hombres más poderosos del país premiarán a los mejores inversionistas en el sector de la tecnología.Colocó el sobre sobre el escritorio, frente a Aleksi, y añadió con cierta solemnidad:—Esta invitación es para usted. Directamente enviada por el presidente de la prestigiosa empresa W.W. Technologic.Aleksi alzó la vista con una ceja arqueada, recostándose en su silla giratoria.—¿Me estás diciendo que me están invitando exclusivamente a mí? Patrañas —espetó con desconfianza, como si quisiera encontrar la trampa oculta detrás de aquel ges
Aleksi la observaba con atención. Natasha dormía plácidamente, envuelta en las sábanas de seda que contrastaban con su piel cálida y su respiración pausada. Era imposible apartar la vista de ella. Cada rasgo de su rostro le parecía hipnótico. Sentía cómo una necesidad intensa le recorría el cuerpo, una mezcla abrasadora entre deseo y obsesión. La quería para él, solo para él. Quería hacerla suya, marcarla de una manera que no hubiese retorno posible. No era solo atracción. Era una necesidad irracional, animal, que lo consumía en silencio.Jamás pensó que una simple humana pudiera despertar algo así en él. Pero Natasha no era una humana cualquiera. Su aroma a gardenias Lunaria lo desquiciaba: una fragancia que no pertenecía a este mundo, ni siquiera a su raza. Era una flor que crecía únicamente en las regiones cercanas a su territorio, una flor que no debería estar adherida al cuerpo de una mortal. Sin embargo, ella la portaba con una naturalidad inexplicable. Y eso lo enfurecía. Le pr
Habían pasado alrededor de quince días desde que Natasha fue encerrada en aquella oscura y silenciosa mansión. La joven observaba por la ventana, con la frente apoyada en el cristal frío, sin entender en qué momento su vida había perdido todo control. Ahora lo comprendía: aquellas personas no eran humanas. Eran criaturas diferentes, monstruosas. Bestias disfrazadas de elegancia, y jamás imaginó que algo así pudiera ser real.Sentía una mezcla de sobreprotección, miedo y confusión. Durante la última semana, aquel hombre —ese ser que se hacía llamar Aleksi— no había puesto un pie en su habitación. Sin embargo, no estaba sola. Varias mujeres entraban y salían para dejarle comida, ayudarla a vestirse, peinarla o incluso cambiar las sábanas. Natasha se esforzaba por evitar el contacto físico, por conservar al menos una pizca de su autonomía… pero no tenía opción. Parecía una muñeca. Un títere atado por hilos invisibles que la obligaban a obedecer.Cuando él estaba presente, su voluntad des
Natasha temblaba acurrucada en la cama, empapada en sudor frío. Cada respiración era un suspiro entrecortado, un jadeo que apenas lograba llenar sus pulmones. El dolor bajo su hombro era tan punzante, tan ardiente, que sentía que le atravesaba hasta los huesos. Era un dolor extraño, casi inhumano, como si algo se estuviera gestando dentro de ella, algo que no pertenecía a su cuerpo.Sus labios temblaban, mordidos por la impotencia y el miedo. ¿Qué demonios le estaba pasando? ¿Quién era aquel hombre? Su mente no dejaba de girar en espirales de terror, repitiendo una y otra vez la misma pregunta: ¿Por qué sentía que esas personas no eran personas? No… no eran humanos.Su corazón latía desbocado mientras trataba de aferrarse a una lógica inexistente. ¿Animales? ¿Bestias? ¿Monstruos? No podía ser. Jamás había escuchado nada parecido al menos, no fuera de los cuentos. Recordó fugazmente las historias que le contaba su abuela, historias que siempre consideró meras leyendas para entretener a
Aleksi terminó su desayuno con lentitud, distraído, su mente atrapada en el recuerdo de la misteriosa joven. Su rostro, su mirada, incluso su actitud desafiante, seguían perturbando sus pensamientos. Algo en ella lo desconcertaba, lo intrigaba más de lo que deseaba admitir.Después de una interminable hora, se dirigió finalmente hacia la habitación donde la tenía encerrada. Abrió la puerta con firmeza, pero al entrar, frunció el ceño: no estaba.Antes de que pudiera reaccionar, una sombra cruzó velozmente su campo visual. En un segundo, la figura de la joven se lanzó sobre él, blandiendo con ambas manos unas tijeras puntiagudas.Pero Aleksi no se inmutó. Rápido como un relámpago, la atrapó entre sus brazos con una facilidad escalofriante. Sonrió de lado al ver su rostro lleno de ira, como si la escena le divirtiera.—¿Querías lastimarme con esto? —preguntó con tono burlón mientras le arrebataba las tijeras sin esfuerzo.Luego, con un simple apretón, las hizo añicos entre sus dedos. El
Último capítulo