Natasha despertó de golpe, abrumada. Un malestar repentino la invadió y, con deseos urgentes de vomitar, salió corriendo de la cama hacia el cuarto de baño. Apenas se inclinó sobre el lavabo, comenzó a arrojar todo lo que había cenado. Su cabeza palpitaba de una forma extraña, casi dolorosa.
En ese momento sintió las manos de Aleksi acariciando su espalda con suavidad.
—¿Qué sucede? —preguntó él con preocupación.
Ella solo negó, incapaz de hablar, y volvió a sentir las náuseas. Vomitó una vez más mientras su estómago se retorcía con fuerza.
—No sé… me siento demasiado mal… mi estómago está revuelto, amó —alcanzó a decir entre jadeos.
Aleksi la ayudó a lavarse la boca, la sostuvo entre sus brazos y luego la cargó de regreso a la cama, acomodándola con el mayor cuidado. Su preocupación estaba creciendo. Algo no estaba bien.
Cuando ambos se recostaron, él rodeó su cintura con la mano. De repente, un estremecimiento recorrió su cuerpo. Su mano tembló sin control. Desde el vientre de Natas