Aleksi estaba consternado. Aquella mujer, esa humana desconocida, lo había alterado de una manera que jamás habría imaginado. ¿Cómo era posible que solo una gota de su sangre —una simple gota que ni siquiera llegó a succionar del todo, sino que apenas rozó el filo de su colmillo de lobo— despertara en él un torbellino tan abrumador de sensaciones?
Era inexplicable. Esa diminuta cantidad fue suficiente para hacerlo sentir renovado... y, sin embargo, también debilitado. Era una mezcla contradictoria y peligrosa. Un choque de fuerzas internas que lo desconcertaban. Ni siquiera estando en el mundo de los humanos, durante cien años, había experimentado algo así.
Volvió la mirada al cielo. La luna seguía llena. El ritual aún no estaba completo, pero bastó ese mínimo contacto para desatar algo dentro de él. Algo antiguo. Algo salvaje.
La mujer, aún estaba consciente, se encontraba sentada en un rincón de la habitación, visiblemente perturbada. Tenía miedo, sí, pero no era solo miedo... era