Sienna es una loba Omega que ha renacido de las cenizas. Marcada por el abuso de Robert Evans, el Alfa que la esclavizó y abusó de ella, vive cada día escondida en el mundo humano, protegiendo a Ethan, el hijo de esa noche de horror. Su único objetivo es mantener a salvo a su niño, cuya extraña enfermedad consume sus pocos recursos y la deja vulnerable. Pero cuando el destino la cruza de nuevo con Leonard Evans, el hermano gemelo de Robert, Sienna se ve atrapada en una red de confusión: Leo no la recuerda, ¿Acaso no es el monstruo de su pasado?, mientras tanto, el vínculo de su lobo clama por ella como su mate, y por Ethan, su propia sangre. En un mundo de Alfas despiadados y secretos ancestrales, Sienna y Leo se verán obligados a unirse. La inminente muerte de Ethan, que solo la médula de su padre puede salvar, los arrastrará de vuelta a la manada del tirano en donde descubrirán que, detrás del engaño de un hermano los recuerdos de Leo fueron borrados, desatando la furia de un Alfa que ha sido traicionado. La Loba Plateada, se alzará para reclamar justicia y forjar un nuevo destino para ella y su raza. ¿Podrá Sienna perdonar al hombre que, sin saberlo, fue parte de su tormento? ¿Cómo protegerán a Ethan de las viejas heridas de un mundo Lican sediento de poder? ¿Y logrará el amor entre una loba que huyó de su pasado y un Alfa que no la recuerda, construir un imperio donde la paz y la igualdad, predichas por una antigua profecía, sean finalmente posibles? Descubre esta fantástica historia de amor, redención y segundas oportunidades en La loba plateada. Dos alfas, un bebé.
Leer másEthan, el poderoso Alfa de la manada Sombra de Luna, se sentó frente a la multitud con el viejo libro de páginas amarillentas en las manos, como era la costumbre en la víspera de la celebración de la nueva fundación del Territorio Lican, no era una historia tan antigua, pero era importante para los tratados de los últimos cincuenta años, y le correspondía a Ethan leerla aquel día.
Estaban presentes las manadas que habían firmado el pacto. Él abrió el libro con respeto y comenzó a comenzó a leer, pero junto a la lectura de la historia oficial, en su cabeza seguía una historia diferente, más íntima, la recordaba como si hubiera sido ayer…
Muchos años atrás:
—¿Yuly? ¿Ya buscaste al Ethan? —Sienna llamó por teléfono a la niñera mientras iba de camino.
—Sí, estoy con él en el parque, está jugando con uno de los padres, creo… — Echándole un ojo al tipo excesivamente guapo que hablaba con Ethan.
—Estoy cerca, no lo dejes comer dulces, por favor.
—Claro, como digas… —Deshaciéndose de la envoltura del dulce que Ethan se había comido, sin percatarse de que el niño acababa de tropezarse y estaba en el suelo lejos de ella.
—¿Estás bien? — el guapo extraño corrió para levantarlo —¿Cómo te llamas? —El niño levantó la mirada y Evans sintió un extraño llamado de la sangre en cuanto vio los enormes ojos de lobo del pequeño.
—Soy Ethan…
—¿Estás bien?
—Sí, pero… me duele…
—Va a sanar rápido, no te preocupes.
—Está muy profunda la herida…
Evans ladeó la cabeza mirando la rodilla del pequeño.
—Sabes que eres especial, ¿Verdad? —Continuó tanteando si el pequeño conocía su condición.
El niño lo miró con un gesto de no comprender a lo que se refería.
—¡Oye! ¡Tienes los ojos como los míos! —Exclamó en cambio.
Leo sonrió, era evidente que el chiquillo ignoraba su raza.
Alguien llamó al pequeño y Leonard se quedó pensando en lo ocurrido cuando, de pronto, su lobo se removió por dentro.
—¡Es ella, está aquí! —Dijo Randall, el lobo de Leonard, desde el fondo de su cabeza.
—¿De quién hablas? —Sacudiéndose molesto, no le gustaba cuando Randall se metía en sus pensamientos sin avisar.
—Es su aroma, ¡Tengo que encontrarla! —Haciendo que las piernas de Leo comenzaran a moverse a voluntad y su olfato se activara sin saber exactamente qué diablos buscar.
—Randall, ¡Ya basta! —Lo increpó, sin saber que un hilo electrizante surgía de su dedo anular en forma de energía y comenzaba a alargarse alejándose de él para ir en busca de lo que fuera que Randall hubiera detectado.
Leo no pudo controlarlo, sus pies simplemente continuaban moviéndose hacia donde Randall los guiaba.
Siguió el halo de luz que despedía la energía invisible para los demás, pero tan clara para él como si estuviera marcada con tinta hecha de sangre.
Levantó la mirada y frente a él estaba la mujer más hermosa que hubiera visto jamás, Ethan estaba tomado de su mano.
El dulce aroma maderoso que despedía la joven golpeó a Randall con tanta fuerza que Leo hubo de contenerlo con todas sus fuerzas.
—¡Cálmate, no harás una escena! —Gruñó por lo bajo.
—¡Mami, quiero helado! —La tierna vocecilla del chiquillo de cinco años le rogó a su madre.
—Corazón, sabes que no es bueno para tu salud —Intentó persuadirlo, pero sus ojitos brillantes y su rostro angelical la enternecieron doblando su firmeza —No me mires así...
—¡Uno pequeño! ¿Sí? Casi nunca como nada dulce, ¡Di que sí!
Sienna se perdió en los ojos amelados de su hijo, esos ojos que temía tanto, pero que sin saber exactamente por qué la atraían casi de la misma manera como la intimidaban. Ethan tenía la misma mirada y las facciones anguladas de su padre.
Sacudió la cabeza para apartar a Robert de sus pensamientos.
—Está bien, te compraré uno pequeño, no podemos arriesgar tu salud, ¿Vale?
—¡Sí! —dijo canturreando alrededor de su madre.
Sienna se acercó al heladero y rebuscó entre sus cosas algo de efectivo, el dinero nunca le sobraba, pero el niño crecía en medio de privaciones debido a su salud y a un padre ausente que ni siquiera sabía de su existencia, no era justo para Ethan, le daría su helado, aunque tuviera que caminar de regreso a casa.
—Mami, ¡Mira mi nuevo amigo! — Señalando a lo lejos con el dedito.
Sienna levantó la mirada y se encontró de frente con esos ojos ambarinos que no veía desde hacía más de cinco años y se petrificó en el acto. Un escalofrío la invadió por completo. Intentó calmarse y tomó con fuerza la mano de su hijo.
—¿Recuerdas cuando hablamos del hombre malo del que algún día deberíamos huir? —Le preguntó sin dejar de mirar al hombre al otro lado del parque.
El niño asintió con la cabeza.
—Está aquí… Ya sabes lo que debes hacer…
Sienna echó a andar con el corazón en la boca a paso firme hacia la salida, tratando de impedir que el despiadado de Evans la viera.
Evans continuaba intranquilo sin saber exactamente por qué, miró en todas direcciones buscando al niño de los ojos de lobo pero ya no estaba.
—¿A dónde fue? ¡Debo saber quién es ese niño, y por qué me afecta tanto!
Leonard Evans, metido en sus costosos zapatos, miró desesperadamente hacia todas partes en busca de aquello que le había quitado la calma, mientras esa atracción incomprensible seguía pululando en el ambiente como una corriente eléctrica que continuaba formándose queriéndolo atar a algo, o a alguien.
Alcanzó a divisar a la madre con el niño cruzando la calle y se apresuró a seguirlos, su complexión atlética y la naturaleza de su especie le permitieron estar de pie junto a la chica en un instante.
Sienna se sobresaltó y dejó salir un grito ahogado al verlo a su lado, reaccionó con la misma rapidez y puso a su crío tras ella.
—¡No te atrevas a acercarte un paso más, Evans! —Ella le advirtió con los ojos inyectados en sangre y mostrándole levemente los dientes.
Leonard se detuvo en seco, no era inteligente hacer una escena en público con una loba que protegía a su cachorro.
—¿Te conozco? —Él preguntó buscando el hermoso rostro de la rubia en su mente, pero sin hallarlo.
—Solo te lo diré una vez: ¡Aléjate de nosotros! Ya no soy la Omega que no tenía lobo, ahora tengo uno muy poderoso y no titubea cuando hay que defender a Ethan, ¡Así que aléjate o dejaré que salga y te despedace!
Leonard detuvo a Randall dentro de su cuerpo, haciendo acopio de toda su concentración para no hacer una escena peligrosamente reveladora en frente de tantos humanos, pero no pudo quedarse plantado por mucho tiempo, Randall podía ser realmente convincente cuando se lo proponía.
—¡Síguela! —Leo sacudió la cabeza para aminorar la voz de su lobo que le exigía ir detrás de la mujer que claramente lo odiaba sin saber por qué.
—¡No!
—¡Ve tras ella, o lo haré yo! —Lo amenazó, y conociéndolo bien, era mejor seguirle la corriente no fuera a tomar el toro por las astas.
Inspiró profundo y dio un paneo rápido al lugar lleno de infantes y de humanos ignorantes de la existencia de una raza superior cohabitando entre ellos y asechando tan cerca.
—Ok, ¡Pero más te vale que te portes bien, o no te dejaré salir por un largo rato! — le dijo en el mismo tono amenazante.
—¡Como digas, pero comienza a moverte ya!
Sienna caminaba apresuradamente con Ethan tomado de la mano, corrió en sentido opuesto mirando para todos lados en busca de un taxi, pero recordó que el poco dinero en su cartera no era suficiente para pagarlo.
—Ethan, hay que caminar—Disfrazar el olor de un par de lobos a la nariz de un Alfa no sería cosa fácil — Tomaremos la vía del boulevard de comida rápida.
—¿Y me comprarás algo rico, mami? —El niño preguntó hambriento.
Sienna apretó los labios formando una línea fija llena de impotencia.
—Esta vez no, corazón, será otro día.
Contestó llena de dolor por no poder darle nada al niño, pero ahora era más importante escapar y disipar su aroma entre los miles de olores de los pequeños restaurantes del boulevard.
Apresuraron el paso y Sienna se aseguró de no caminar en línea recta, sino ir dejando una estela confusa y enredada para confundir al Alfa que venía tras ella.
—¡Corre tras ella que pierdo su rastro! —Randall insistió clavando su propia angustia en el corazón del Alfa que comenzaba a llenarse de ansiedad.
Leo se apresuró rodeando las mesas dispuestas con los platillos que despedían aromas fuertes, haciendo que perdiera el rastro por momentos, mientras su corazón lo empujaba a ir tras esa mujer desconocida sin saber por qué diablos era tan urgente ese sentir, mientras veía como el hilo rojo incandescente desaparecía por momentos.
—¡Mira por dónde vas! —Un hombre le gritó después de haber sentido que se tropezaba con alguien.
Un viento opuesto le golpeó de pronto trayendo de vuelta el exquisito aroma de la loba, Leo apretó el paso sintiendo como si una droga hubiera inundado su torrente sanguíneo y corrió entre las mesas hasta dar al otro lado en donde la vio con aspecto angustiado.
—¡Espera! ¡No te haré daño! —La mujer no lo miró echando a correr con el niño en brazos.
Leonard ni siquiera lo pensó, se lanzó tras ella y en un pestañeo logró alcanzarla.
—¡Dame un minuto, es todo lo que pido!
Ella se sintió atrapada entre la espada y la pared, no podría mantener el paso con Ethan en brazos por más tiempo, ¡Era estúpido pensar que huiría de un Alfa!
Se detuvo mostrándole los dientes y poniendo al niño tras ella en actitud protectora.
—No quiero lastimarte —Leo aseguró levantando las manos en señal de no tener oscuras intenciones.
—¡Ya es muy tarde para decir eso! —Ella casi ladró.
—¿Quién eres? —Mientras seguía buscando su hermoso rostro en su cabeza, por alguna razón le era familiar, pero por más que rebuscó en sus memorias no había nada.
Ethan asomó su cabecita tras las piernas de Sienna y le sonrió con la expresión pura y angelical de un niño inocente.
—¡No seas cobarde! Hasta para ti es bajo que finjas no recordar… ¿No eres un Alfa? ¿Qué clase de memoria tienes, Alfa? —Ella volvió a increparlo con un odio visceral que lo hirió profundamente ¿Cómo era que los insultos de esta desconocida lo lastimaran de ese modo tan doloroso?
—Sí, soy un Alfa y ni siquiera sé cómo lo sabes, ¡No sé cómo conoces mi apellido, no te conozco! ¡Dime como sabes quién soy! ¿Qué es lo que te hice para que me odies tanto?
Sienna comenzó a sentirse algo mareada, le faltaba el aire, algo en ella no estaba bien, cerró los ojos por un segundo e inspiró hondo y cuando volvió a abrirlos, el rostro de Leo le pareció más guapo de lo que lo recordaba: Mentón afilado, tez clara, cabello dorado, labios llenos y una mirada ambarina tan intensa que la hizo dejar de respirar.
De pronto, la mole de músculo de casi dos metros le provocaba un calor angustioso en todo el cuerpo acelerando su respiración mientras un hilo rojo escarlata se formaba desde su mano derecha y buscaba la mano del terrible Alfa sin que ninguno de los dos fuera consciente de ello.
«¿Qué diablos me pasa? », ella preguntó mentalmente a su loba Kyara.
«No te gustará si te lo digo, así que mejor decide si vas a escucharlo », ella le advirtió, « Y si no, ¡Larguémonos de aquí! ».
Las llantas de un auto derraparon al final de la calle y chirriaron acelerando a lo largo de la cuadra hasta detenerse de golpe frente a la chica. El vidrio del copiloto bajó y una voz masculina se escuchó desde dentro.
—¿Sienna? ¿Estás bien?
El alma volvió al cuerpo al escuchar esa voz que conocía bien.
—¿Chris?
Leo subió a su auto con dificultad y puso el motor en marcha, todavía su cuerpo temblaba bajo la intensidad de aquel dolor punzante en el centro del pecho.Apretó el acelerador a fondo y condujo como un demente con dirección al departamento de Sienna, con una mano en el corazón como reflejo, y con la otra en volante, mantuvo el vehículo alineado en la vía hasta que divisó la silueta casi destartalada del viejo edificio de departamentos y se detuvo tras el auto de Chris Brown.— ¡El humano está aquí! Mas le vale que no le haya hecho nada a Sienna, o te juro que no respondo por mis acciones — Rugió Randall bajo la piel del Alfa que se arrastró fuera del vehículo apelando a todas sus fuerzas.— No te apresures, él tipo se ha portado bien con ella, la ha cuidado y también a su hijo, es probable que esté aquí para apoyarla con algo… — Razonó el hombr dentro de él.— ¿A esta hora? ¡Tú y tus sentimentalismos baratos! Eso es lo que nos diferencia, Leo, tú arrastras con esa debilidad humana,
Cuando Leo abrió los ojos de golpe quedó sentado en el sofá intentando controlar los espasmos en todo su cuerpo, la respiración irregular hacía que su pecho subiera y bajara con rapidez mientras él ataba cabos sueltos en su cabeza como si de una maraña de hilos de tejer se tratase.— ¡Era Sienna! — Dejó escapar en tono ahogado.— ¿La mujer en tu sueño? — Quiso saber la voz en su cabeza.— Sí — Le respondió a su lobo — Algo sucedió con Sienna el día de mi boda con Tracy, y por alguna razón que todavía no comprendo, ese dolor en el pecho se relaciona con ella, estoy seguro.Randall entrecerró los enormes ojos lobeznos pensativo.— No tiene mucho sentido para mí — Soltó sin hallar la correspondencia.— Debe haber algo más, algo como el hilo — Intentó explicar su punto — El hilo no se puede controlar, solo aparece cuando estamos cerca el uno del otro porque tiene un propósito que es unir a los mates, busca sellar el pacto, pero el dolor es… es algo místico, lo presiento.— Todo en nuestra
Leonard se recostó en el cómodo sillón modular de piel que tenía en el lobby de su Penn House.Acomodó la cabeza sobre un cojín de seda y dejó pasear los ojos hacia la espléndida vista del cristal que se extendía desde el suelo hasta el techo de la segunda planta, y de un extremo de la pared hasta la otra, formando un muro tipo ventanal que, de día dejaba colar la luz natural a chorros por todo el lugar dándole un aspecto de fusión con el exterior, y de noche permitía fundir el ambiente con el estrellado cielo nocturno.Le encantaba pasar ratos largo ahí de noche, podía ver la luna, las estrellas y sentirse un poco como en casa, le gustaba pensar que no estaba lejos de la manada cuando se recostaba a contemplar el negro cielo como lo hacía en el bosque, en medio de los árboles, respirando profundo el aroma maderoso del suelo cubierto de musgo y hojas secas.Ahí, tendido sobre el sofá, comenzó a recorrer su mente con cuidado, repasando las palabras de Sienna en el callejón, estaba segu
La puerta trasera del club se cerró tras ella mientras la mano del Alfa continuaba guiándola hacia las escalerillas y luego hasta el callejón.Sienna hizo un rápido movimiento con el brazo y se zafó eficazmente del firme agarre de Leo, mientras seguía luchando por controlar sus impulsos y bajos instintos activados por culpa del hilo y su influjo de apareamiento.— ¿Qué sucede? — él se giró para verla jadear e inspirar profundo.— No soy tu marioneta, Evans, hasta aquí llegamos juntos, solo acordé venir contigo para evitar una escenita allá dentro, pero aquí cada cual toma su camino — Apuntó con total certeza, pasando por su lado y echando a andar con actitud decidida a alejarse y a poner mucha tierra de por medio con el Lican.— Espera — Alcanzando a sujetarla por la muñeca — Debemos solucionar esto, o va a estar persiguiéndonos cada vez que nos veamos… — Él dijo con un toque de temor en su voz sabiendo todo lo que podría acarrear para ambos ir en contra de los designios de la diosa.
El Alfa continuaba acercándose a la pareja en medio de la pista de baile y Sienna supo que las cosas tomarían otro color. El rostro inexpresivo del Lican era indescifrable así solo podía rogar a Selene que no permitiera un desastre.— ¿Me presta a la señorita para esta próxima pieza? — Leo extendió la mano sin vacilar hacia Sienna y casi sin mirar al hombre a su lado se interpuso entre ambos con arrogancia.Chris se apartó de la rubia sin oponer resistencia como una mansa paloma, como si una fuerza invisible se lo hubiera ordenado y los dejó a los dos en medio de la pista.— ¿Qué crees que haces, Evans? ¿Estás usando tus sucios trucos con mi jefe?— ¿Tú jefe? O mejor, ¿Tu amante? Además, ¿Por qué te empeñas en llamarme por mi apellido? — Pregunto mientras la rodeaba con sus fuertes brazos de acero como si fuera su dueño.— ¡Chris no es mi amante! No seas atrevido, ¿Y de qué otro modo voy a llamarte? Te empeñas en parecer alguien que no eres… — Refiriéndose por supuesto al que ella cre
Con la gracia de la mismísima Selene, la diosa de los Licans como emergida de un sueño, Sienna se deslizó con gracia flotando delicadamente en cada paso, su presencia, un susurro de encanto detuvo el aliento de todos.El vestido, de un verde oliva profundo le recordó a Leonard el follaje de los bosques encantados al anochecer, en los que solía ir para desaparecer de todo y dejar a su lobo ser él mismo. La delicada prenda, con una caída fluida y sedosa, se ceñía a la cintura de la rubia antes de desdoblarse en una falda que apenas si rozaba sus rodillas insinuando más de lo que revelaba.El diseño asimétrico, con un hombro descubierto invitaba a las miradas a perderse en la suave y blanca línea de su piel, mientras la falda mostraba una sensual abertura lateral danzando con ella, revelando y ocultando a cada paso la silueta de sus largas piernas, en un juego involuntario de misterio y seducción.Una oleada de murmullos se apagó, y las miradas se posaron sobre ella, cautivadas por la el
Último capítulo