Mundo ficciónIniciar sesiónAdhara sólo busca sobrevivir. Mattia también. Ella: limpia casas en el día, trabaja de mesera en las noches. Él: Un empresario despreciado por los que deberían amarlo. Ella quiere alcanzar sus sueños. Él quiere justicia. Ella es luz a pesar de su miseria. Él quiere que ella alumbre la oscuridad de su vida. Uno será el ángel del otro, y aunque el amor nunca formó parte de los planes de ninguno, el destino siempre encuentra la manera de cumplir sus caprichos
Leer más- Insisto en que deberías quedarte.- Su voz denotaba preocupación.
- Y yo insisto en que no es necesario.- La otra parte respondió con tranquilidad. -Bien. Cómo quieras. Nos vemos mañana hermosa. Cuidate.- Alzó sus manos dándose por vencida, sabiendo que no ganaría. - Tú también ve con cuidado. Descansa. Una mujer, cuyas facciones quedaban ocultas tras una capa impermeable, discutía con una joven cuyos cabellos rizados, era lo único que se veía bajo la gorra y el pequeño paraguas que amenazaba con volar de sus manos gracias al viento. - ¡Vete de prisa Rosario!, ¡Está empeorando!.- La primera empujó a su acompañante. - Tú también Adhara.- Dijo antes de darse la vuelta. La mujer empezó a caminar, mientras la otra joven se dió la vuelta, lista para emprender el camino hacia su lugar de residencia. Era una noche lluviosa, como ninguna otra. Parecía que las estrellas caían del cielo como frías gotas de agua y tomando en cuenta que habían millones... Era lógico que nunca parara. Adhara trataba de evitar que la fuerte ventisca volara su impermeable desgastado, por el que se filtraban algunas gotas, mientras avanzaba hasta el lugar en donde estaba su bicicleta. O al menos recordaba haberla dejado ahí. - ¡¿Qué demonios?!.- Caminó hacia un pequeño callejón, justo para ver como una persona a la cuál le era imposible reconocer, se alejaba a toda pastilla en su medio de transporte. - ¡Oye!, ¡Devuelvemela!.- Corrió tras el ladrón, pero la lluvia apagó sus gritos y sólo pudo ver como este desaparecía en la penumbra.- ¡¿Y ahora qué hago Dios?!. De haber sabido que esto pasaría, hubiera aceptado quedarme con Rosario en su apartamento. Adhara pataleó furiosa y pensó en correr tras su compañera de trabajo, pero desistió al recordar que no sabía dónde esta vivía, pues aunque la había invitado un par de veces a su casa, la había rechazado por falta de tiempo y no podía llamarle, ya que no tenía su número de celular. - ¡Menuda porquería!.- Refunfuño molesta, cuando el viento arrancó la capucha del impermeable de su cabeza. El agua que golpeaba su rostro debido a las ráfagas de viento, hacía que algunos mechones oscuros como la misma noche se adheriesen a sus sonrojodas mejillas y taparan también sus ojos. Adhara los apartó furiosa de su rostro, con sus ojos tan oscuros como su cabello rodando con fastidio. Todo aquella noche le había salido mal. No sólo había tenido problemas con un pervertido que había intentado propasarse con ella, y había tenido que trabajar horas extras, limpiando el vómito de un borracho que no conocía sus límites, sino que ahora, también debía caminar bajo aquella lluvia torrencial hacia su departamento, gracias al ser inhumano que le había robado su medio de transporte. Definitivamente su noche iba de mal en peor. Con un suspiro resignado empezó a caminar, despotricando contra todo lo que podía servir para menguar su malestar. Aceleró el paso al salir del centro de la ciudad, mientras un escalofrío cosquilleaba en su espalda, pues la zona en la que vivía no era muy segura para una chica de apenas 22 años de edad, especialmente a altas horas de la noche. Si bien ya era conocida en la zona, pues hacía dos años que vivía ahí, no quitaba que corriera el mismo peligro que cualquier otro traunsente. Justo cuando estaba a punto de doblar una esquina, una fuerte luz la hizo frenarse en seco y retroceder los pasos que acababa de avanzar. Se recosto en una pared, parpadeando de prisa para recuperarse del impacto que la luz había provocado en sus ojos negros. Odiaba cuando los autos no bajaban las luces y alucinaban a las personas que paseaban tranquilamente. Deseaba gritarle a ese ser despreciable llamado conductor hasta de que iba a morirse, pero sabía que nada bueno se cruzaba por esos lugares a tales horas, por lo que sólo pudo morderse la lengua y esperar a que ese ser inmundo se marchara... Pero nunca lo hizo. Curiosa, asomó la cabeza por la esquina de la pared, justo a tiempo para ver como dos hombres lanzaban lo que parecía ser un saco bastante pesado, pero debido a la lluvia no era capaz de distinguirlo bien. Los hombres subieron al auto y dieron marcha, Adhara corrió a esconderse tras unos enormes cubos de basura, desde dónde vió al auto cruzar por la misma esquina de la que ella había venido y alejarse a toda pastilla. La chica salió de su escondite, quiso darse la vuelta e irse por otro camino, pero algo en su interior se lo impidió. Dió media vuelta y avanzó despacio, temiendo lo que podría encontrarse. Lo primero que vió sobresalir tras un pilar, fueron un par de zapatos, alzó la mirada y vió que pertenecían a un hombre cuyas ropas estaban destrozadas, mientras la parte superior del cuerpo se encontraba metida en una especie de saco. Quiso salir corriendo, cuando vió que uno de los pies del hombre se movía. Dudó, pues sabía que sí se quedaba se metería en un gran lío, pero el recuerdo de la madre superiora del orfanato en el que había crecido llegó a su memoria: "Haz el bien y no mires a quien". Adhara suspiró antes de acercarse con miedo y empezar a sacar aquella cosa del cuerpo del hombre. Ahogó un grito al ver el rostro desfigurado de aquel pobre ser humano. Lo habían molido a golpes hasta dejarlo irreconocible. -Seguramente se metió con quien no debía.- Susurró quedito. El hombre emitió un quejido cuando las fuertes gotas de lluvia impactaron en su rostro mal trecho. -Gracias a Dios está vivo, sino habría cavado mi propia tumba. Adhara se puso en pie y miró a todas partes. El callejón estaba desierto, definitivamente no había nadie que pudiera ayudarle. Sacó su destartalado celular y poniéndose a resguardo de la lluvia llamó a emergencias, para que aquel hombre pudiera ser atendido cuanto antes, de lo contrario: falleceria a causa de los golpes y del frío. Cuando su llamada fue respondida, la chica explico apresurada lo que estaba pasando, recibiendo como respuesta una promesa de que pronto estarían ahí. Adhara suspiró aliviada. Él estaría bien, muy pronto estaría a salvo. Volvió a lado del hombre y acarició su rostro con dulzura, tratando de no lastimarlo, recibiendo como respuesta un quejido. -Lo siento mucho. No quería lastimarte.- Susurró bajito, como temiendo que el hablar más alto pudiese dañar más al pobre hombre. Como pudo, se sacó el suéter que llevaba bajo el impermeable y se lo echó sobre el torso al hombre, mientras se acurrucaba junto a él y lo abrazaba con cuidado de no lastimarlo, tratando de transmitirle un poco de su calor. Pasaron algunos minutos que para la muchacha fueron eternos, cuando a lo lejos se empezaron a escuchar unas sirenas, eso la hizo alegrarse. - Ya vienen, pronto estarás en buenas manos.- Ella le dijo con ternura mientras trataba de levantarse. Una mano grande y fría se aferró aún más a ella, produciendole un nuevo y extraño escalofrío por la espalda. -Por favor, no te vayas, no me dejes solo.- La voz del hombre sonaba lejana, mientras suplicaba su cercanía. El corazón de Adhara dió un vuelco, y sus ojos se llenaron de compasión. Ella más que nadie sabía lo que era sentirse solo y por eso, solo pudo enternecerse de más. - Esta bien, no me iré. Vió como el hombre se aferraba a la pulsera que llevaba en su mano y no dudó en sacarla y entregársela, sonriendo al ver cómo este la apretaba en un puño, como si de ello dependiera su vida. Muy pronto las sirenas sonaron casi en sus tímpanos y las luces de la ambulancia le anunciaron la llegada de la tan anhelada ayuda. -¡Es aquí!, ¡Estamos aquí!.- Adhara gritó lo suficientemente fuerte para ser escuchada, pero no tanto para incomodar al herido, mientras movía su mano en el aire con frenesí. Muy pronto los paramédicos llegaron corriendo en su dirección con una camilla, tomaron al hombre con sumo cuidado, pero este se rehusaba a soltarla. -Debes soltarme para que los médicos te puedan atender.- Ella le susurró con dulzura, tratando de calmarlo, mientras trataba de zafarse de su férreo agarre. -¿Prometes que no te irás?, ¿Prometes que no me dejarás solo y que estarás a mi lado?.- El hombre preguntó con voz ronca y rota, con la angustia y el miedo tiñendo aquel susurro, mientras aflojaba poco a poco su agarre sobre la muñeca de la chica. - Te lo prometo. Te prometo que pase lo que pase, voy a estar contigo si tu así lo deseas. Puedes estar tranquilo.- Y ante la convicción de aquella promesa, el hombre por fin la soltó. De inmediato los paramédicos lo acomodaron en la camilla, preparándose para subirlo en la ambulancia. Adhara se puso en pie para seguirlos de cerca, sintiendo su corazón doler al ver con la luz de la ambulancia la apariencia del hombre tan destrozada. -Usted también puede subir si así lo desea.- Una enfermera le dijo a la chica, al ver que el hombre estaba reacio a separarse de ella, lo cual podría resultar contraproducente. Adhara no dudó en saltar dentro del vehículo, escuchando como las puertas se cerraban tras de sí. Se acurruco en una esquina tratando de no estorbar a los médicos en su labor, mientras veía como le ponían un montón de agujas en el cuerpo al hombre. Anhelaba con todas sus fuerzas que no le hicieran preguntas, pues ella no sabía nada de él. Ni quien era, ni porque lo golpearon, mucho menos quienes lo tiraron en ese lugar. Y realmente agradecía no saberlo, pues nada bueno se cruzaba por esos lugares a tales horas, solo malhechores de segunda categoría, pero malhechores al fin y al cabo. Un alboroto puso sus sentidos en alerta, mientras veía como en la pantalla las lineas curvas se volvían rectas y un incesante pitido llenaba sus oídos. -¿Que pasa?.- La angustia era palpable en su voz. - Esta sufriendo un infarto de miocardio. - La enfermera le respondió mientras ponía unas planchas en el pecho del hombre. -Esto no pinta para nada bien. Adhara tragó grueso, sintiendo la amargura del miedo atenazarle las entrañas. Miró al techo y con el corazón latiendo desenfrenado, rogó a Dios que por favor, salvara la vida de aquel hombre.- ¿En qué piensas tanto?.- Adhara dió un respingo al escuchar la voz de Mattia cerca de su oído.- En nada. Nada...- La joven respondió nerviosa, delatando su propia mentira.- Diré que te creo, aún cuando sé que es una mentira como la tuya.- Mattia se encogió de hombros y se encaminó a la cocina.Quería parecer despreocupado, tratando de no presionarla, pero la verdad era que estaba muy preocupado.La joven parecía bastante pensativa desde hacia algunos días atrás, como si algo le estuviera perturbando de más.Quería creer que era por los nervios de llevarle una nueva nota a su hermano ya que sabía que era como caminar por la cuerda floja, pero por alguna razón presentía que era algo más que eso.Quería preguntarle que le pasaba, que le preocupaba y abrazarla con fuerza para disipar todos sus miedos, pero aunque ya había tomado una decisión, sabía que todo era un proceso y que debía ir despacio.Para eso él tenía que ser lo más sincero posible y entregarle su confianza por completo,
La música sonaba de una forma tan escandalosa, que incluso las copas que se encontraban colocadas sobre la mesa de la barra, listas para ser servidas comenzaron a tintinear y moverse de su lugar.Nunca había tenido problema alguno con aquel ambiente, pero ese día definitivamente no estaba de humor.Desde que se había levantado por la mañana, las náuseas y mareos no la habían dejado en paz y eso aunado a la horrible jaqueca que la atosigaba, estaban convirtiendo su día en un suplicio.Sacó dos pastillas del interior de los bolsillos de su pantalón y se las bebió de un trago, pues incluso hasta su visión comenzaba a fallarle de a ratos.- ¡Deberías hablar con el señor Carusso!.- Rosario casi gritó para que esta la escuchara por sobre el bullicio.- ¡Rosi tiene razón!. ¡Tienes muy mala cara!.- Federico secundó a la latina, acercándose a Adhara y posando el dorso de su mano en la frente de la chica, corroborando que la temperatura corporal de esta no tuviera problemas.- ¡Está bien!. ¡Ya
Adriano revisaba cada parte de la casa con ahínco y su furia crecía con cada nuevo micrófono o cámara escondida en lugares estratégicos que iba encontrando.Mattia tenía razón: cada movimiento, cada palabra, cada acción, estaba siendo vigilada de cerca por alguien más y ellos estúpidamente nunca lo imaginaron.- Hermano, ¿Cómo no se dieron cuenta antes?.- Un chico rubio de ojos verdes y gafas cuadradas, preguntó un poco ofuscado, sacando una pequeña camara de uno de los libros en el estante que Mattia tenía en su despacho.- Porque jamás creímos que habría alguien capaz de morder la mano que le daba de comer Mauro.- Un toque de amargura se filtró en la voz del castaño.El nombrado negó indignado, no pudiendo siquiera concebir que alguien fuera tan cruel y estúpido al mismo tiempo y se atreviera a traicionar a dos buenas personas como aquellos hermanos.Mauro guardó sus pensamientos y aplastó el aparato molesto, para luego seguir ayudando a Adriano a buscar y destruir cada uno de esos
Gruesas gotas de lluvia se deslizaban por la ventana, llevándose consigo el polvo que había arrastrado el viento, regresandolo al suelo para luego repetir el ciclo una y otra vez. Los truenos retumbaban en el cielo y los relámpagos quebraban el aire, mientras la fuerte ventisca mecia los árboles a su merced. La oscuridad reinaba en la habitación, solamente interrumpida por el breve destello del fuego en el cielo que parecía partirlo en dos por breves instantes. La mujer miraba atentamente la impetuosidad de la tormenta en el exterior, causando los mismos estragos que el torbellino de emociones en su pecho causaba en su interior. Una lágrima traicionera resbaló por su mejilla, seguida de todas aquellas que se había obligado a no derramar en un acto feroz de rebeldía, pero era plenamente consciente que sus pulmones ya no podían soportar por más tiempo seguirlas reteniendo. Porque cada respiro le hacía doler hasta los huesos. Y es que fue una noche tan cruel y turbulenta como aquel
Mattia se encontraba al borde de la locura y la desesperación. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces se había asomado a aquella bendita ventana y siempre obtenía el mismo desesperante resultado. Si no estuviese en silla de ruedas, lo más seguro es que andaría caminando de un lado a otro como león enjaulado o ya habría cometido alguna estupidez y hubiese ido en busca de la joven pelinegra. La ansiedad lo estaba consumiendo lentamente y la angustia comenzaba a ahogarlo. Adhara había salido antes de las cinco de la madrugada rumbo a la capital. Era ya pasada la una de la tarde y aún no tenía noticias de ella. El miedo lo consumía. ¿Y si le había pasado algo?, ¿Y si Adriano no había querido recibirla?, ¿Y se se había chocado con Giovanni y este le había puesto las cosas difíciles?. "¿Y si decidió confesarle a Giovanni dónde estoy y vienen en camino a acabar conmigo?". Su corazón se saltó un latido, cuando aquel amargo pensamiento asaltó su mente. Negó de inmediato. Ella no lo
Manejaba la motocicleta sin prisa, mientras observaba como los autos llenaban las calles con su bullicioso andar y algunas personas ya fuera en pequeños grupos o de manera solitaria, ingresaban por unas enormes puertas de cristal a un edificio de gran altura.Adhara detuvo su andar frente a la enorme estructura de metal, entrecerrando sus ojos cuando el reflejo de la luz del sol en los ventanales dió de lleno en estos.Un suspiro tembloroso escapó de sus labios y de pronto, sus piernas se sintieron como gelatina, haciéndola trastrabillar.El miedo y la incertidumbre que había tratado de mantener a raya desde el momento en que salió del departamento, le ofuscaron el corazón, pero sabía que no podía echarse para atrás: Mattia confiaba en ella y no podía fallarle.Agachó su rostro y cerró sus ojos para luego respirar hondo y avanzar decidida hasta la entrada del lugar.Detuvo la motocicleta y se hizo a un lado al escuchar el ruido de un auto tras ella.El coche se detuvo a pocos pasos de





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