Mattia observaba el pequeño reloj que se encontraba en la mesita de noche con tanta atención que incluso parpadear le parecía innecesario, aún cuando sus ojos lagrimeaban suplicando por un breve descanso.
Apenas marcaba las nueve y parecía que se había detenido por completo pues cada segundo se parecía más a una hora.
Sabía que Adhara no volvería sino hasta aproximadamente la media noche y ahora más que nunca anhelaba que el tiempo corriera de prisa y que los minutos se tranformaran en horas al son de un chasquido de dedos.
Cerró sus ojos frustrado y con una horrible presión en el pecho: algo andaba mal, lo presentía y lo que menos deseaba en aquel momento era dormir.
Siempre esperaba a la pelinegra despierto y nunca permitía que el sueño lo venciera mientras no veía a la chica llegar a su lado sana y salva, y aquella noche no era la excepción.
Más sin embargo, no era solamente eso lo que lo mantenía despierto ese día, sino también aquella inquietud y angustia que no sabía de dónde ve