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Mi Ángel
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Por: Ale Ro
Una Noche De Perros

- Insisto en que deberías quedarte.- Su voz denotaba preocupación.

- Y yo insisto en que no es necesario.- La otra parte respondió con tranquilidad.

-Bien. Cómo quieras. Nos vemos mañana hermosa. Cuidate.- Alzó sus manos dándose por vencida, sabiendo que no ganaría.

- Tú también ve con cuidado. Descansa.

Una mujer, cuyas facciones quedaban ocultas tras una capa impermeable, discutía con una joven cuyos cabellos rizados, era lo único que se veía bajo la gorra y el pequeño paraguas que amenazaba con volar de sus manos gracias al viento.

- ¡Vete de prisa Rosario!, ¡Está empeorando!.- La primera empujó a su acompañante.

- Tú también Adhara.- Dijo antes de darse la vuelta.

La mujer empezó a caminar, mientras la otra joven se dió la vuelta, lista para emprender el camino hacia su lugar de residencia.

Era una noche lluviosa, como ninguna otra. Parecía que las estrellas caían del cielo como frías gotas de agua y tomando en cuenta que habían millones... Era lógico que nunca parara.

Adhara trataba de evitar que la fuerte ventisca volara su impermeable desgastado, por el que se filtraban algunas gotas, mientras avanzaba hasta el lugar en donde estaba su bicicleta.

O al menos recordaba haberla dejado ahí.

- ¡¿Qué demonios?!.- Caminó hacia un pequeño callejón, justo para ver como una persona a la cuál le era imposible reconocer, se alejaba a toda pastilla en su medio de transporte.

- ¡Oye!, ¡Devuelvemela!.- Corrió tras el ladrón, pero la lluvia apagó sus gritos y sólo pudo ver como este desaparecía en la penumbra.- ¡¿Y ahora qué hago Dios?!. De haber sabido que esto pasaría, hubiera aceptado quedarme con Rosario en su apartamento.

Adhara pataleó furiosa y pensó en correr tras su compañera de trabajo, pero desistió al recordar que no sabía dónde esta vivía, pues aunque la había invitado un par de veces a su casa, la había rechazado por falta de tiempo y no podía llamarle, ya que no tenía su número de celular.

- ¡Menuda porquería!.- Refunfuño molesta, cuando el viento arrancó la capucha del impermeable de su cabeza.

El agua que golpeaba su rostro debido a las ráfagas de viento, hacía que algunos mechones oscuros como la misma noche se adheriesen a sus sonrojodas mejillas y taparan también sus ojos.

Adhara los apartó furiosa de su rostro, con sus ojos tan oscuros como su cabello rodando con fastidio.

Todo aquella noche le había salido mal.

No sólo había tenido problemas con un pervertido que había intentado propasarse con ella, y había tenido que trabajar horas extras, limpiando el vómito de un borracho que no conocía sus límites, sino que ahora, también debía caminar bajo aquella lluvia torrencial hacia su departamento, gracias al ser inhumano que le había robado su medio de transporte.

Definitivamente su noche iba de mal en peor.

Con un suspiro resignado empezó a caminar, despotricando contra todo lo que podía servir para menguar su malestar.

Aceleró el paso al salir del centro de la ciudad, mientras un escalofrío cosquilleaba en su espalda, pues la zona en la que vivía no era muy segura para una chica de apenas 22 años de edad, especialmente a altas horas de la noche.

Si bien ya era conocida en la zona, pues hacía dos años que vivía ahí, no quitaba que corriera el mismo peligro que cualquier otro traunsente.

Justo cuando estaba a punto de doblar una esquina, una fuerte luz la hizo frenarse en seco y retroceder los pasos que acababa de avanzar.

Se recosto en una pared, parpadeando de prisa para recuperarse del impacto que la luz había provocado en sus ojos negros. Odiaba cuando los autos no bajaban las luces y alucinaban a las personas que paseaban tranquilamente.

Deseaba gritarle a ese ser despreciable llamado conductor hasta de que iba a morirse, pero sabía que nada bueno se cruzaba por esos lugares a tales horas, por lo que sólo pudo morderse la lengua y esperar a que ese ser inmundo se marchara... Pero nunca lo hizo.

Curiosa, asomó la cabeza por la esquina de la pared, justo a tiempo para ver como dos hombres lanzaban lo que parecía ser un saco bastante pesado, pero debido a la lluvia no era capaz de distinguirlo bien.

Los hombres subieron al auto y dieron marcha, Adhara corrió a esconderse tras unos enormes cubos de basura, desde dónde vió al auto cruzar por la misma esquina de la que ella había venido y alejarse a toda pastilla.

La chica salió de su escondite, quiso darse la vuelta e irse por otro camino, pero algo en su interior se lo impidió.

Dió media vuelta y avanzó despacio, temiendo lo que podría encontrarse.

Lo primero que vió sobresalir tras un pilar, fueron un par de zapatos, alzó la mirada y vió que pertenecían a un hombre cuyas ropas estaban destrozadas, mientras la parte superior del cuerpo se encontraba metida en una especie de saco.

Quiso salir corriendo, cuando vió que uno de los pies del hombre se movía.

Dudó, pues sabía que sí se quedaba se metería en un gran lío, pero el recuerdo de la madre superiora del orfanato en el que había crecido llegó a su memoria: "Haz el bien y no mires a quien".

Adhara suspiró antes de acercarse con miedo y empezar a sacar aquella cosa del cuerpo del hombre.

Ahogó un grito al ver el rostro desfigurado de aquel pobre ser humano. Lo habían molido a golpes hasta dejarlo irreconocible.

-Seguramente se metió con quien no debía.- Susurró quedito.

El hombre emitió un quejido cuando las fuertes gotas de lluvia impactaron en su rostro mal trecho.

-Gracias a Dios está vivo, sino habría cavado mi propia tumba.

Adhara se puso en pie y miró a todas partes. El callejón estaba desierto, definitivamente no había nadie que pudiera ayudarle.

Sacó su destartalado celular y poniéndose a resguardo de la lluvia llamó a emergencias, para que aquel hombre pudiera ser atendido cuanto antes, de lo contrario: falleceria a causa de los golpes y del frío.

Cuando su llamada fue respondida, la chica explico apresurada lo que estaba pasando, recibiendo como respuesta una promesa de que pronto estarían ahí.

Adhara suspiró aliviada. Él estaría bien, muy pronto estaría a salvo. Volvió a lado del hombre y acarició su rostro con dulzura, tratando de no lastimarlo, recibiendo como respuesta un quejido.

-Lo siento mucho. No quería lastimarte.- Susurró bajito, como temiendo que el hablar más alto pudiese dañar más al pobre hombre.

Como pudo, se sacó el suéter que llevaba bajo el impermeable y se lo echó sobre el torso al hombre, mientras se acurrucaba junto a él y lo abrazaba con cuidado de no lastimarlo, tratando de transmitirle un poco de su calor.

Pasaron algunos minutos que para la muchacha fueron eternos, cuando a lo lejos se empezaron a escuchar unas sirenas, eso la hizo alegrarse.

- Ya vienen, pronto estarás en buenas manos.- Ella le dijo con ternura mientras trataba de levantarse.

Una mano grande y fría se aferró aún más a ella, produciendole un nuevo y extraño escalofrío por la espalda.

-Por favor, no te vayas, no me dejes solo.- La voz del hombre sonaba lejana, mientras suplicaba su cercanía.

El corazón de Adhara dió un vuelco, y sus ojos se llenaron de compasión. Ella más que nadie sabía lo que era sentirse solo y por eso, solo pudo enternecerse de más.

- Esta bien, no me iré.

Vió como el hombre se aferraba a la pulsera que llevaba en su mano y no dudó en sacarla y entregársela, sonriendo al ver cómo este la apretaba en un puño, como si de ello dependiera su vida.

Muy pronto las sirenas sonaron casi en sus tímpanos y las luces de la ambulancia le anunciaron la llegada de la tan anhelada ayuda.

-¡Es aquí!, ¡Estamos aquí!.- Adhara gritó lo suficientemente fuerte para ser escuchada, pero no tanto para incomodar al herido, mientras movía su mano en el aire con frenesí.

Muy pronto los paramédicos llegaron corriendo en su dirección con una camilla, tomaron al hombre con sumo cuidado, pero este se rehusaba a soltarla.

-Debes soltarme para que los médicos te puedan atender.- Ella le susurró con dulzura, tratando de calmarlo, mientras trataba de zafarse de su férreo agarre.

-¿Prometes que no te irás?, ¿Prometes que no me dejarás solo y que estarás a mi lado?.- El hombre preguntó con voz ronca y rota, con la angustia y el miedo tiñendo aquel susurro, mientras aflojaba poco a poco su agarre sobre la muñeca de la chica.

- Te lo prometo. Te prometo que pase lo que pase, voy a estar contigo si tu así lo deseas. Puedes estar tranquilo.- Y ante la convicción de aquella promesa, el hombre por fin la soltó.

De inmediato los paramédicos lo acomodaron en la camilla, preparándose para subirlo en la ambulancia.

Adhara se puso en pie para seguirlos de cerca, sintiendo su corazón doler al ver con la luz de la ambulancia la apariencia del hombre tan destrozada.

-Usted también puede subir si así lo desea.- Una enfermera le dijo a la chica, al ver que el hombre estaba reacio a separarse de ella, lo cual podría resultar contraproducente.

Adhara no dudó en saltar dentro del vehículo, escuchando como las puertas se cerraban tras de sí. Se acurruco en una esquina tratando de no estorbar a los médicos en su labor, mientras veía como le ponían un montón de agujas en el cuerpo al hombre.

Anhelaba con todas sus fuerzas que no le hicieran preguntas, pues ella no sabía nada de él. Ni quien era, ni porque lo golpearon, mucho menos quienes lo tiraron en ese lugar.

Y realmente agradecía no saberlo, pues nada bueno se cruzaba por esos lugares a tales horas, solo malhechores de segunda categoría, pero malhechores al fin y al cabo.

Un alboroto puso sus sentidos en alerta, mientras veía como en la pantalla las lineas curvas se volvían rectas y un incesante pitido llenaba sus oídos.

-¿Que pasa?.- La angustia era palpable en su voz.

- Esta sufriendo un infarto de miocardio. - La enfermera le respondió mientras ponía unas planchas en el pecho del hombre. -Esto no pinta para nada bien.

Adhara tragó grueso, sintiendo la amargura del miedo atenazarle las entrañas. Miró al techo y con el corazón latiendo desenfrenado, rogó a Dios que por favor, salvara la vida de aquel hombre.

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