Adhara lanzó el periódico contra el piso frustrada y por primera vez deseó tener dinero de sobra para poder tener una laptop, o al menos un celular de mejor calidad e internet ilimitado para poder investigar lo que se le diera la gana.
Nunca se había quejado de su situación económica. Después de vivir con dos comidas al día y ropas usadas y con agujeros, durmiendo en colchonetas que olían a humedad en el suelo, cubierta por un trozo de tela delgado y raído, en el que se colaba el frío implacable del invierno, había aprendido a valorar cada cosa que tenía, por muy insignificante que esta fuera. No diría que a veces no deseara ser una más de esas personas que llegaban al bar a beber despreocupadamente, con ropa cara y que olía a nuevo y sin preocuparse de hacer tripas corazón para llegar a fin de mes, pero, se sentía a gusto tal y como estaba, hasta hoy. Por primera vez descubrió que el padre tenía razón y que no tenía ni por cerca una vida digna. No le faltaba lo necesario, pero sí habían carencias que aunque no era indispensable cubrirlas, también estaban restregandole en la cara que lo que hacía no era suficiente. Que ella no vivía, sino que seguía sobreviviendo. Encogió sus piernas en el piso y abrazó sus rodillas con los brazos, escondiendo su cabeza en el hueco que estos creaban. Toda aquella situación la tenía al borde de la histeria. No había día que no vigilara el momento en el que su vecina chismosa del apartamento de enfrente, lanzara su periódico del día al basurero e ir corriendo por él. Parecía una recolectora de basura, pero no le importaba, siempre y cuando pudiera encontrar algo que le ayudara a darle una identidad al hombre del hospital. No se quejaba de tener que reducir sus comidas diarias para poder tener más dinero disponible para cualquier emergencia, de eso ya estaba acostumbrada, pero, despues de analizar todo cómo nunca antes lo había hecho, era consciente de sus precarias condiciones de vida y sabía que no podía ofrecerle al hombre algo decente. No podía ofrecerle un techo digno, ni la comida necesaria para que este se recuperara adecuadamente. Tampoco podía costear un tratamiento de calidad de ser necesario ni medicamentos indispensables para su recuperación. Y él... Él por lo visto estaba acostumbrado a vivir en condiciones muy distintas a las suyas, por eso, debía encontrar a su familia cuánto antes, para que estos pudieran darle las comodidades necesarias y a las que estaba acostumbrado. Podía pedirle a Federico o a Rosario que buscaran información en sus redes sociales, pero era casi gritar que la latina tenía razón y que algo estaba pasando y aunque lo intentaba.... No era capaz de entregarle su confianza por completo si comprometía la seguridad de alguien más. El sonido de su destartalado celular, anunciando la llegada de un nuevo mensaje la sobresaltó en su sitio. Se puso en pie y limpió las lágrimas que a pesar de resistirse había derramado y empezó a buscar el aparato que amenazaba con dejarla incomunicada de un momento a otro. "Tenemos clientes importantes esta noche. Ven temprano." Era un mensaje de Federico y Adhara no tardó en bufar. Clientes importantes significaba buenas propinas para sus compañeras meseras, pero también significaba estar en la mira de Georgia, a quién le encantaba obtener dicha atención. Ella al ser sólo del personal de limpieza, no recibía propina, pero si los clientes se iban satisfechos y no había ninguna queja contra la higiene del lugar, seguramente Carusso le daría un buen bono a final de mes. "Vale". La chica tecleó con rapidez, antes de empezar a despojarse de su ropa, mientras se dirigía a la ducha. Dejó que el agua fría la empapara por completo, mientras su mente divagaba en mil cosas a la vez. Miró la serie de lunares en su costado izquierdo, acariciandolos con la yema de sus dedos y preguntándose de nuevo, de dónde habían salido. Parecían una pequeña constelación adherida a su piel, quizás, lo que más le gustaba de su cuerpo. Cuándo ya sintió sus pies entumecidos por el frío, apagó la regadera y salió envuelta en una toalla, secando su cuerpo de prisa, antes de ponerse lo primero que encontró. Un jeans desgastado cómo todos los demás y una camiseta que en algún momento había sido negra, pero ahora ya no se le parecía, era la vestimenta perfecta para una jornada larga y desgastante. Peinó su cabello con delicadeza y salió corriendo, agradeciendo haber salido temprano de su otro trabajo y haber aprovechado pasar a visitar al hombre al hospital. Caminó de prisa, mientras la brisa volaba su cabello oscuro a su ritmo caprichoso, llamando la atención de varios trausentes, pues aunque ella lo ignoraba, su belleza jamás pasaba desapercibida al igual que su destacada altura. Cuándo sus pies doblaron la esquina del callejón trasero que daba hacia los casilleros del personal que trabajaba en el bar, un extraño escalofrío le recorrió la espalda. Se paró en seco y giró su cabeza hacia todos lados, buscando algún indicio de aquella sensación tan poco agradable, pero el lugar se encontraba desierto, excepto por el ruido de los autos y algunos transeúntes en la calle principal. - Necesito dormir. Ya me estoy volviendo loca.- Susurró para sí misma, antes de girar la manecilla de la puerta e ingresar al lugar. - ¡Menos mal!.- Rosario, quién ya tenía todos los implementos de limpieza en sus manos, exclamó apenas la vió entrar.- Ya me veía lavando el piso con lágrimas y sudor si no venías. - Hola para ti también.- La pelinegra rodó los ojos divertida, ante el dramático arrebato de la latina. - Hola.- Rosario respondió mientras veía a la chica lanzar su mochila desgastada a su casillero.- Lo lamento, pero la verdad es que el mundo ha decidido ponerse en mi contra y ha sido zopapo, tras zopapo.- Rosario le entregó una cubeta y un trapeador a Adhara. - ¿Qué pasó?.- La chica le preguntó preocupada. - Mamá llamó.- Rosario respondió con un suspiro.- Papá enloqueció y me anda buscando hasta bajo las piedras. Menos mal mamá ya lo demandó y ahora la policía va tras él. - ¡Oh!, ya veo.- Adhara respondió sin saber que más decir. Era la primera vez que Rosario mencionaba algo de su pasado. - En fin, lo siento. No debí desquitarme contigo. - Está bien. No pasa nada.- La pelinegra le sonrió, antes de recoger su cabello en una coleta y caminar al área principal del club, pues los baños siempre eran los últimos que limpiaban. Comenzaron a recoger todo el tiradero de la noche anterior en silencio, para luego fregar el piso con vehemencia. Adhara no tardó en ponerse a tararear las canciones que se reproducían en el celular de su compañera, quién nunca hacía nada sino había música sonando ya fuera a través de sus auriculares o a la intemperie cuándo sólo estaban ellas dos. - Supongo que esto ya está bien.- Rosario se puso en pie, con el cuerpo entumecido.- Ni el espejo de mi habitación me obsequia tan nítido reflejo como el que me está regalando el piso. Adhara también se puso en pie entre risas, observando la segunda planta del lugar con detenimiento. Era la zona VIP y sólo recibía a miembros importantes del bar, por lo que esta tenía que estar en mucho mejor estado que todo lo demás. La chica miró desde los altos ventanales, pasando por las mesas de madera pulida y reluciente y los sillones de cuero de lujo que se encontraban esparcidos por el lugar, hasta terminar en el piso que tal cómo había dicho Rosario, le devolvía el reflejo. Más al fondo habían habitaciones privadas, dónde se podían duscutir auntos serios o compartir una charla amena con los amigos, lejos del bullicio de la zona central del lugar. También podían reservarlas por si las cosas se salían de control. El rumor de risas y voces femeninas les llenaron los oídos cuándo llegaron a la primera planta, clara señal que también sus demás compañeros habían sido citados antes de la hora normal. - Debes ayudarnos Georgia. - Sí. Tú eres la favorita del señor Lombardi, no te costará para nada conseguirnos un lugar junto a sus amigos. - Claro que si. Esta noche seguramente la pasaremos en grande. Adhara y Rosario pasaron de largo el área de la cocina, rodando los ojos con fastidio ante las risas tontas de las mujeres dentro del lugar. - ¡Qué mal gusto el de ese señor Lombardi!.- Rosario masculló apenas dejaron todas las cosas en su lugar. - Ya, déjalo así.- Adhara le sonrió, mientras se sacaba la ropa sucia y maloliente para ponerse ropa limpia. - ¿No vas a ducharte?.- Rosario le preguntó. - No estaba tan sucio cómo esperaba, además, ya no tenemos tiempo.- La chica se encogió de hombros. Rosario no dijo nada y simplemente siguió su ejemplo, pues esta tenía razón y por primera vez, no olía a vómito ni otra cosa peor. Después de cambiarse se dirigieron a la cocina, listas para recibir los platos sucios y dejarlos cómo nuevos. - Adhara.- Una voz femenina que le era de poco agrado, la llamó apenas puso un pie en el lugar.- El señor Carusso te espera en su oficina.- La mujer informó con el rostro carente de emoción. Adhara simplemente asintió, antes de darse la vuelta y obsequiarle una sutil sonrisa a Rosario, cuyo rostro no podía ocultar su preocupación. - Ya vuelvo.- Adhara palmeó el hombro de la latina, antes de caminar hacia la oficina de su jefe. Justo cuándo pasaba frente a la barra, la puerta de la entrada se abrió y por esta ingresó un hombre alto, de cabellos castaños, casi negros y un rostro frío y adusto que se le hizo familiar y obligó a la joven a tragar en seco. - Bienvenido.- Murmuró haciéndose a un lado y bajando la mirada, cuando este pasó junto a ella. El hombre detuvo sus pasos y Adhara sintió cómo su piel se erizaba, con una sensación de peligro asentandose en su pecho. Se obligó a no alzar el rostro, aún cuando sentía una sensación pesada y asfixiante recorrerla de pies a cabeza. Dejó escapar todo el aire que estaba reteniendo sin saber, cuando después de algunos segundos que se le hicieron eternos, este decidió avanzar en completo silencio. - ¿Qué demonios fue eso chica?.- Federico preguntó en un susurro, sobresaltando a la pelinegra.- Parecía que quería devorarte con la mirada. Adhara se giró hacia el peli-azul, llevando a una mano a su pecho, dónde su corazón latía desbocado y amenazaba con romper sus costillas.- ¿De qué hablas?.- Adhara preguntó también en un susurro, tratando de respirar con normalidad. - ¿No lo sentiste?. Te repasó de pies a cabeza y puedo jurar que hasta mis piernas se volvieron gelatinas cuando vi sus ojos y esto que esa mirada no era dirigida a mí.- Federico comenzó a hiperventilar, dándole énfasis a sus palabras.- Aunque viniendo de él... Eso no es bueno.- Murmuró con aprehensión. - ¿Quién era?.- Adhara preguntó intrigada y asustada, tragando saliva con esfuerzo. - Él querida Adhara, es nada más y nada menos que Giovanni Lombardi. El primogénito y heredero del imperio empresarial más grande de toda la capital y quizás, también de Italia. La pelinegra miró hacia las escaleras que llevaban hacia la zona VIP, por dónde este se alejaba con Georgia colgada a su brazo. Y justo antes de perderse de vista por completo, este miró en su dirección. El corazón de Adhara dió un vuelco en su pecho. ¿Por qué se parecía tanto al hombre del hospital?. Acaso...- No. Eso no es posible.- Murmuró quedito.- Él no puede tener un hermano que sólo transmite terror. Se dió la vuelta y se alejó por la dirección contraria, sin poder quitarse aquel mal presentimiento del pecho.