-¡Es inaudito que ya hayan pasado casi tres semanas y aún no tengan información del paradero de mi hijo!.- El hombre golpeó la mesa con fuerza, sintiendo la furia bullir en su interior.
Se dió la vuelta y miró por la ventana tratando de conservar la cordura. Los cálidos rayos del sol alumbrar con majestuosidad la ciudad entera, un pésimo contraste con su estado de ánimo. Los hombres frente a él agacharon la cabeza ante el arranque del patriarca Lombardi, sintiéndose unos completos inútiles al no poder cumplir con las demandas del mayor. - Sólo esperamos su permiso para buscar en las ciudades vecinas y coordinar con el departamento de relaciones públicas una rueda de prensa para hacer público el caso, cómo también que Lorenzo despierte del coma y nos brinde información sobre lo sucedido esa noche. Uno de los hombres habló con la cabeza gacha aún y un poco de miedo, pues sabía perfectamente lo que significaba perder a un hijo y comprendía perfectamente la desesperación del mayor. Aunque era consciente que estaban haciendo su mayor esfuerzo, sabían que para un padre desesperado por no saber nada de su hijo, no era suficiente. Y lo entendía: no es fácil que un hijo desaparezca de la noche a la mañana y no tener indicios de su paradero o bienestar. El patriarca de los Lombardi lo miró de soslayo, antes de darse la vuelta nuevamente al ventanal y responder. - Hagan lo que tengan que hacer. Yo sólo quiero encontrar a mi hijo, vivo o muerto, pero encontrarlo.- El hombre desvió la mirada, para que no vieran las lágrimas arremolinarse en ella. - ¡Si señor!.- Los hombres asintieron antes de darse la vuelta y salir del lugar dejando al mayor sólo. El hombre se dió la vuelta y con pasos pesados, se dejó caer en la silla frente a su escritorio, cansado de no tener respuestas y perdiendo un poco más la esperanza. Escuchó la puerta ser empujada con suavidad y por ella vió entrar a un chico muy parecido a él, sólo que este tenía los ojos verdes y usaba anteojos. El joven cerró la puerta despacio y con timidez se sentó frente a él. -¿Papá?.- Preguntó de forma dudosa, con un deje de preocupación al ver a su padre tan alterado. Y temiendo que se enfureciera al escuchar aquella palabra de sus labios. - ¿Acaso tu madre no te enseñó a tocar antes de entrar a un lugar?.- El hombre reprendió molesto al chico. El joven agachó la mirada abochornado, sonriendo con tristeza al comprobar una vez más que de su padre, no recibiría más que reproches. - Si lo hizo. Es sólo que estaba preocupado por ti, ya que sé que en estos momentos no estás bien y tu salud es un poco inestable. Yo... Yo sólo quería saber cómo estabas.- El joven no quiso comentar que había escuchado la conversación de hacía un momento, o de la contrario, el regaño sería peor. -¿Cómo crees que estaría un padre que no tiene la más mínima idea de dónde está su hijo?.- El hombre respondió sarcástico, sintiendo una nueva oleada de furia. - Lo siento padre, mi pregunta fue muy estúpida, pero, debes comprender que tu salud es delicada y que la situación no juega a tu favor. Todos estamos preocupados por mi hermano, pero para ti las consecuencias pueden ser fatales. El chico sonrió con dulzura y miró a su padre tratando de transmitirle su apoyo y también su preocupación. - ¿Acaso dirás que estás preocupado por tu hermano?.- La burla en su tono, hizo que el joven lo mirara estupefacto.- Si tu hermano no fuese encontrado, ¿No serías tu el mayor beneficiado?. -¡¿Pero es que acaso te volviste loco papá?!.- El chico se puso en pie de un salto.- ¡¿Cómo puedes pensar que a mí podría alegrarme el saber que algo malo le ha pasado a mi hermano?!. ¡No puedo creer que me veas como un ser tan cruel, capaz de hacer algo tan vil!. El joven miró a su padre con furia desmedida y dolor, sintiéndose nuevamente herido. -Perdóname Adriano, hablé sin pensar.- El hombre se disculpó sintiéndose un poco culpable por lo que acababa de insinuar.- Es sólo que toda esta situación me tiene al borde de la locura. Él no saber dónde está mi hijo, me tiene preocupado. El joven vió como su padre se ponía en pie y caminaba nuevamente hacia el ventanal, limpiandos sus ojos con furia. Adriano solía ser tranquilo y siempre se quedaba callado, pero esa vez ya no. - No te preocupes padre. Para nadie es un secreto que siempre buscas la manera de culparme de todo para poder desahogarte contra mí sin ningún remordimiento.- Adriano sonrió con tristeza, tratando de contener el dolor en su voz, pero que sus ojos fallaban estrepitosamente en callar.- Yo también estoy destruido por no poder encontrar a mi hermano, por no saber si está herido, si come, si tiene un techo sobre su cabeza, pues te recuerdo que él ha sido más padre de lo que tu lo has sido en toda tu vida y preferiría morir antes de siquiera pensar en hacerle daño. El mayor se sintió dolido, más sin embargo, guardó silencio, pues sabía que se había ganado aquellas palabras tan hirientes con sus acciones. Él sabía que Adriano no tenía la culpa de nada y que sólo había sido el fruto de una conspiración que había tirado su matrimonio por la borda. No merecía su desprecio ni su frialdad, no merecía que lo tratara como un simple error. - Sé que me culpas de todas las desgracias que pasan en tu vida.- Adriano alzó su mano, deteniendo el intento del mayor por hablar, obligándole a escucharlo.- Pero nunca vuelvas a insinuar que sería capaz de hacerle daño a la única persona que se merece todo lo bueno del mundo. Al único que ha sido amable, cariñoso, comprensivo y que no me ve como algo que nunca debió existir. Mattia es el único que me ha amado y ha estado conmigo. Muchas veces he querido acabar con esta vida que para ti sólo representa la desgracia, pero jamás podría decepcionar a la única persona que ha sido buena conmigo en este lugar. - Yo... Yo lo siento.- El hombre suspiró, mientras sus ojos observaban al joven frente a él, cuyo pecho subía y bajaba a toda velocidad.- Perdóname, por favor.- Murmuró tratando de contener sus sentimientos.- Yo nunca pensé que tú... - No importa papá, no quiero tus hipócritas disculpas.- Adriano lo interrumpió no queriendo escuchar sus absurdas excusas, sintiendo las lágrimas picar en sus ojos y sintiéndose incapaz de retenerlas.- Sé que lo único que sabes de mí es mi nombre. Mattia es el único que me conoce y él y mis sobrinos son lo único bueno que me ha pasado en este lugar, ya que son los únicos que me aman y me aceptan sin restricciones. Mi segundo hermano es el único que jamás me ha visto como una amenaza a sus intereses personales y siempre ha sido todo lo que cualquiera desearía en su vida. Adriano se dió la vuelta para irse, antes de que su padre viera las lágrimas rodar por sus mejillas y todo el dolor que su desprecio le estaba causando, una vez más. - Mañana habrá reunión de accionistas de la empresa, puesto que debemos discutir sobre que hacer para enfrentar la crisis que tenemos encima, ante la incertidumbre de no saber dónde está mi hermano. Será a las ocho, te espero. Adriano salió del lugar, sin esperar una respuesta, dejando a su padre solo y afligido. El mayor miró hacia la puerta ya cerrada, por dónde acababa de salir su hijo, sintiéndose el peor de todos los hombres. Se sentó nuevamente y le dió rienda suelta a su llanto, el cuál ya no sabia si era de rabia, culpa o dolor. Abrió la segunda gaveta de su escritorio, de la que sacó una fotografía. En ella se miraba a un sonriente Adriano con traje de graduación presumiendo su diploma y a su lado, Mattia ocupando el lugar que a él le correspondía como padre, pero que le quedaba grande y nunca supo como llenar. - Perdóname Adriano por no ser capaz de darte el amor que te mereces. Perdóname porque a pesar de lo orgulloso que estoy de ti, no soy capaz de decírtelo. Besó la fotografía llorando amargamente por no poder ser el hombre que Adriano necesitaba en su vida, como tantas veces Mattia se lo había reprochado. Llorando por no poder ser el padre que Adriano merecía, como tantas veces Mattia había soñado. - Seguramente si estuvieras aquí, ya estarías riñendome por haber hecho llorar a tu hermano una vez más.- Acarició el rostro de Mattia, con las lágrimas rodando en el cristal.- Él es fuerte, pero también noble. A pesar de mis malos tratos, sigue preocupándose por mí, aunque no lo merezco. Cada recuerdo que acudía a su memoria era un golpe duro a su conciencia, gritándole una y otra vez que era un fracaso cómo ser humano y que incluso si algún día Adriano llegaba a odiarlo, lo tenía más que merecido. - Espero que cuando vuelvas, estés tan orgulloso de Adriano como yo lo estoy ahora. Él te necesita Mattia, él te necesita tanto como yo. Te prometo que mientras no estés voy a cuidarlo y no voy a perderlo como te he perdido a ti. El hombre lloró desolado, jurandose así mismo que todo sería diferente. Que el sería una persona diferente y que estaría para sus hijos siempre, como Mattia siempre había querido. No permitiría que otro de sus hijos fuese arrebatado de su lado. No permitiría que Adriano corriese el mismo destino. Debía empezar a enmendar sus errores y actuar correctamente, antes de que fuera demasiado tarde y la vida no le alcanzara para arrepentirse.