- Entonces, ¿Qué noticias me tiene?.- Adhara preguntó apenas ingresaron a la casa cural, fuera de la mirada indiscreta y cuchicheos de la gente.
Había llegado a primera hora de la mañana, se había quedado a misa de ocho y apenas esta finalizó, fue hasta el sacerdote, quién con un gesto le indicó que lo siguiera. - ¿Qué modales son esos niña?.- El sacerdote la reprendió, mientras se quitaba sus ornamentos. - Perdón padre, buenos días.- Adhara saludó con las mejillas encendidas por la vergüenza.- Es sólo que voy al hospital y... Lo siento. - ¿Algo malo ha pasado?.- El mayor preguntó preocupado al ver el semblante abatido de la chica. - Fui a verlo hace unos días y de repente sufrió un nuevo infarto.- La joven explicó con premura.- Lleva en cuidados intensivos desde ese día y siento que voy a enloquecer de la angustia.- Un enorme alivio se instaló en su interior al sacar un poco de sus preocupaciones. - ¡Lo lamento pequeña!. Oraré mucho por él y tú también hazlo, para que pronto pueda recuperarse. - Gracias padre.- Ella respondió con una sonrisa. - Bien. Entonces iré al grano.- El hombre se giró y halando una silla, tomó asiento, indicándole a la chica que hiciera lo mismo.- Le escuché decir a algunos feligreses de dos casos. Uno es el de un jovencito de una familia bastante pobre que había desaparecido sin dejar rastro, pero cómo este andaba en malos pasos y se juntaba con gente de dudosa reputación, nadie duda que haya sido víctima de un ajuste de cuentas. - ¿Y el otro?.- Adhara preguntó ansiosa, al borde de la silla. - Es de una familia adinerada. Yo conozco a su padre porque siempre han hecho generosas donaciones a hospitales e incluso al orfanato que administro. Su apellido es... Lombardi, si no me equivoco.- El mayor bajó la voz.- Dicen que han buscado en todas partes y desapareció por las fechas que tú encontraste a ese hombre. Adhara guardó silencio, pero sus ojos, abiertos cómo platos lo dijeron todo. - No te ilusiones muchacha. La capital está bastante lejos, es poco probable que sea él. - Tiene razón.- Adhara asintió.- Será mejor que espere a que él despierte, en lugar de hacer algo imprudente que pueda perjudicarlo. - Bien pensado hija.- El hombre le sonrió.- Creo que saldré de nuevo en dos semanas y veré que nuevas hay, mientras tanto compraré el periódico para estar informado y cruzate siempre por aquí, a ver que noticias te tengo. - ¡Gracias padre!. Apenas tenga tiempo vendré. - Bien. Ahora ven.- El hombre la invitó a acercarse con un ademán.- Vete en paz.- Pronunció después de darle la bendición.- Ve con cuidado.- Sentenció al verla tomar su mochila, lista para marcharse. - Si padre y de nuevo gracias. ¡Nos vemos!. - Nos vemos hija.- El hombre movió su mano, correspondiendo al gesto de la chica que ya se alejaba a toda prisa. Adhara salió casi corriendo del lugar. Su rutina en la semana era la misma: ir de un trabajo al otro para poder comer, tener un techo sobre su cabeza, que no le faltase lo necesario y ahora, cubrir gastos médicos. Sólo las visitas al hospital la habían roto. La dominical había sido siempre cambiante, y ahora con más razón. Sacó algunas monedas para comprarse algo de comer, pues no podía gastar más de lo necesario. Al ser un hospital público los gastos eran pocos, pero no por eso podía dejar de pagarlos, pues de hacerlo, sacarían al hombre del lugar y no recibiría el tratamiento adecuado para su recuperación. Después de comprarse un bollo y un café en una panadería, Adhara se dirigió a aquel lugar que tan poca gracia le causaba, con un pequeño cuaderno entre las manos. Sabía que aún no era hora de visita, pero ella tenía ciertos privilegios. El hospital siempre hacía jornadas médicas dos veces por año en el orfanato en el cuál había crecido, por lo que la mayoría de médicos, incluido el director del lugar ya la conocían. Eso le había beneficiado de muchas formas, por lo tanto, no le había sido difícil conseguir un permiso especial que le permitía visitar al hombre a la hora que quería. Hizo un mohin al darse cuenta que aún tenía que seguir llamandolo "el hombre", puesto que todavía no tenía idea de cuál podría ser su nombre. Llegó al hospital sonriendole al guardia de turno, quien respondió de la misma forma. Entró al lugar y saludó a todos los que encontró a su paso, estaba por ingresar por la puerta de siempre, cuando un grito a sus espaldas la detuvo. -¡Espera!, ¡Ya no está ahí!.- Adhara frenó su andar, dió la vuelta y caminó hacia la amable recepcionista. -¿Cómo que ya no está ahí?.- Preguntó de inmediato, con el ceño fruncido en confusión. - En la mañana lo trasladaron a una habitación normal nuevamente. La 14 para ser exactos. Por lo visto ya está fuera de peligro. Sigue el mismo pasillo de la vez anterior.- La mujer informó amable. - Gracias Giulia.- La chica sonrió agradecida, se dió la vuelta y caminó hacia el lugar indicado. Entró sonriente a la habitación cuando la hubo encontrado. Se sentía feliz de que ya estuviera fuera de peligro después del susto que le había dado. Ya llevaba dos días en los que sólo podía verlo de lejos otra vez, hasta ahora. Tomó asiento junto a la camilla y observó al hombre con detenimiento. Su rostro que ya casi se había desinflamado por completo y los moratones que ya casi habían desaparecido, le permitían ver con más claridad sus facciones. Ella tenía razón. Era muy guapo. Su mentón cuadrado y su barba en forma de candado lo hacían ver maduro y sexy, sus cejas eran oscuras y espesas, pero bien definidas. Tenía unos labios carnosos que aunque pálidos, se veían bastante llamativos. Sus pestañas rizadas acariciaban sus pómulos altos y su cabello castaño oscuro despeinado le daba un aire despreocupado. Adhara suspiró risueña: Parecía un principe azul sacado de los cuentos de hadas que les leían en el orfanato cuando eran niñas. - Me alegra que estés mejor. ¡Me diste un buen susto!. No te imaginas cuan preocupada he estado.- Adhara susurró mientras abría el cuaderno en su regazo.- Ahora no voy a leerte cuentos o poesías, voy a tratar de cantarte. No tengo linda voz, te lo advierto de antemano, pero estoy feliz por ti y es la única manera de hacertelo saber.- Adhara le sonrió dulcemente. La chica carraspeó, y con una voz dulce y melodiosa, empezó a cantar una canción en español. Puedo ver el Matiz y el reflejo de mi depresión Puedo ver el perfil del fantasma que hay en mi interior Y no he dejado de fumar y no puedo dormir Y en medio de la soledad, sigo pensando en ti Y no me atrevo a comenzar por olvidarte al fin Porque me asusta descifrar qué habrá detrás de ti. ¿Qué hay detrás de una lágrima? ¿Qué hay detrás de la fragilidad? ¿Qué hay detrás del último adiós? ¿Qué hay detrás cuando acaba el amor? ¿Qué hay detrás?. Puedo ver desde aquí mis recuerdos persiguiéndote Puedo ver el perfil de mi sombra sobre la pared Y no he dejado de fumar y no puedo dormir Y en medio de la soledad, sigo pensando en ti. Y no me atrevo a comenzar por olvidarte al fin. Porque me asusta descifrar qué habrá detrás de ti. ¿Qué hay detrás de una lágrima? ¿Qué hay detrás de la fragilidad? ¿Qué hay detrás del último adiós? ¿Qué hay detrás cuando acaba el amor? ¿Qué hay detrás?. Su voz era suave y armoniosa, afinada y agradable. Aunque aún cometía alguno que otro error en la pronunciación, había mejorado bastante su español, gracias a que Rosario se había propuesto enseñarle el idioma. Adhara era muy inteligente y le encantaba aprender cosas nuevas, por lo que había puesto todo su empeño en ser una excelente alumna, lo que le había ayudado mucho y había aprendido con rapidez y facilidad. Sonrió al terminar de cantar y observó nuevamente al hombre. Amaba esa canción y aunque él probablemente no la hubiese entendido debido a que estaba en otro idioma, cuando despertara podría volver a cantarsela y traducirla si era necesario, si él no la mandaba al demonio, claro. Le había tomado gusto a RBD y a Morat, gracias a su compañera y quizás única amiga. Ella solía cantarlas cuando estaban lavando el piso o los baños, o cuándo después de repartir bebidas toda la noche, tenían un descanso. Adhara puso el mentón sobre la palma de su mano, mientras apoyaba el codo en su rodilla.- Ojalá y muy pronto puedas despertar. Me imagino que es aburrido sólo escuchar a los demás hablar a tu alrededor y no poder refutar cuando algo no es de tu agrado.- Ella sacó una toallita húmeda de su cartera y comenzó a limpiar su rostro con suavidad. - Quiero que despiertes, pero al mismo tiempo tengo miedo de que lo hagas.- Siguió hablando mientras seguía en lo suyo.- No sé si vas a ser amable conmigo o vas a tratarme mal. No sé si eres una buena persona o intentaras hacerme daño. No he conocido muchas personas buenas en la vida y comprenderás mi miedo, aunque por algún motivo siento que tú no eres malo, o al menos eso quiero creer. Adhara le sonrió nuevamente, antes de agacharse y besar su frente.- Debo irme, prometo venir mañana sin falta. Por favor sigue luchando, yo... Yo seguiré en pie de guerra y no me rendiré. Espero que tu tampoco. Adhara se enderezó, tomó su mochila desgastada la cuál estaba en el suelo y su cuaderno, dónde escribía todo aquello que llamaba su atención y le miró nuevamente sin poder evitarlo, antes de darse la vuelta para salir de la habitación. - Cuídate. Yo rezaré mucho por ti, por favor no te rindas. Nos vemos mañana.- Adhara se despidió con su mano, mirando su rostro, antes de cerrar la puerta y retirarse del lugar. Cerró sus ojos con fuerza, mientras recostaba su espalda en la plancha de madera.- ¡Él puede!, ¡Yo sé que el puede!.- Susurró con anhelo, antes de suspirar y emprender el camino hacia su trabajo. Mientras en el interior de aquella habitación, justo cuando la puerta se cerró, los dedos del hombre se movieron, buscando el calor de su mano.