Adhara llegó al bloque de apartamentos en el que vivía, lo poco que la situación económica de una huérfana sin oportunidades le permitía, pasada las nueve de la mañana.
El edificio estaba prácticamente en ruinas. La pintura descolorida, la puerta de entrada rechinante por falta de aceite en las bisagras, y los cuartos no estaban en mejor estado. Pero era mejor a tener que dormir en las calles, entre las ratas y la basura, expuesta a toda clase de peligros. Acomodó el impermeable en sus brazos, mientras con gesto cansino caminaba hacia la puerta. Entró al lugar con el rostro cansado y ojos somnolientos. Las ojeras eran mucho más oscuras y profundas que las del día anterior y su cuerpo entero pedía a gritos su cama. Un gemido de frustración escapó de sus labios al ver las escaleras. ¡Odiaba aquel lugar, odiaba las escaleras!, Pero no tenía nada mejor. Subió cada peldaño desgastado con pasos pesados, refunfuñando en voz baja por vivir en la cuarta planta del lugar y verse obligada a subir tres tramos de escaleras que chirriaban con el peso de su cuerpo, amenazando con romperse de un momento a otro. Su mente se encontraba dispersa, con una marea de pensamientos desordenados causándole migraña, y cada uno de ellos dirigidos al hombre de la noche anterior. No tenía idea de que lugar podría ser y quién era, de lo que si estaba segura, era que provenía de una buena familia o por lo menos, tenía un trabajo muy bien remunerado, ya que tanto la ropa, o lo poco que quedaba de ella, como los zapatos que portaba, eran de una marca costosa. Además, el reloj que llevaba en la muñeca y que ahora reposaba en la bolsa en sus manos, era de una marca de lujo, al igual que su celular, el cual se encontraba hecho trizas seguramente debido a los golpes, lo que también le confirmaba que no había sido atacado por simples ladrones, sino que era una situación más compleja. No sabía mucho de marcas y esas cosas, pero tampoco era una completa ignorante. Tampoco sabía mucho sobre la manera de pensar de un delincuente, pero si conservaba sus cosas de valor, significaba que un asalto no era el móvil del crimen, pues también estaba ahí su cartera con un fajo de billetes. Lo único que no estaba eran sus documentos, como si alguien tratara por todos los medios de que su identidad no fuera descubierta. Sus pensamientos la habían sumido tanto en su mente, que no se dió cuenta cuando sus pasos la llevaron a encontrarse con un hombre alto y musculoso, quién sostenía un cigarrillo encendido entre sus dedos, con un brazo flexionado lleno de tatuajes y una mirada lujuriosa bailando en sus ojos color ámbar, al verla caminar en su dirección. Su sonrisa ladina dejaba entrever un percing en su labio inferior al igual que sus dientes un poco amarillentos, mientras se recostaba en la baranda para ver con más detenimiento a la dulce chica que caminaba distraída. - ¡Vaya!, ¡Esta si es una linda manera de comenzar el día!.- El hombre exclamó sobresaltando a la joven, quien sólo alzó el rostro para fulminarlo con la mirada y luego seguir adelante, rodando sus ojos fastidiada sin prestarle atención. Por lo visto el universo entero había confabulado en su contra. Adhara frunció la nariz cuando el pestilente hedor del cigarrillo se coló por sus fosas nasales, intensificando su dolor de cabeza. Justo cuando pasó cerca del sujeto, este la tomó del brazo y la haló hacía él, provocando que la chica diera un traspié y terminara arrinconada entre el hombre y la pared. Adhara lo miró furiosa. Podía ser alguien pacífica y amable, pero no toleraba ningún tipo de abuso, y si tenía que ser una perra para poder defenderse, lo sería con todo el gusto del mundo. - ¡Sueltame!.- Adhara exclamó molesta, buscando una vía de escape. - No hasta que me digas de dónde vienes hasta ahora, porque a tu apartamento no veniste anoche.- El hombre preguntó molesto, mientras tiraba el cigarrillo al suelo y lo pisaba con fuerza. - ¿A caso me estás vigilando?.- Adhara preguntó con un mohin, tratando de poner distancia. - Responde.- El hombre demandó enfadado. - Tú no eres nadie para exigirme explicaciones.- Adhara respondío bajo, con un toque de rabia contenida, que decía peligro a todas luces.- Yo vengo a la hora que quiero y hago con mi vida lo que se me da la gana, algo que no te importa en lo más mínimo. El hombre frunció el entrecejo iracundo. Odiaba cuando la joven cambiaba su dulzura y amabilidad, por aquel gesto desdeñoso y retador que se entretejia en su rostro, mezclado con un sarcasmo que no sabía de dónde provenía. Era una chica preciosa, conocida por su carácter tranquilo, pero que desgraciadamente, con él era todo lo contrario. - No deberías hablarme así muñeca. Yo sólo quiero cuidarte.- Él respondió acercándose más a ella, provocando que esta reaccionara de inmediato y en un arranque de pánico, no dudara en darle con su rodilla en su más grande tesoro. El hombre se alejó de inmediato, cayendo al suelo revolcandose por el dolor. - Esto es una pequeña muestra para que te quede claro que no necesito a alguien que me cuide, porque me basto y me sobro sola.- Adhara se sacudió las manos, mientras una sonrisa socarrona se dibujaba en sus labios.- Que te quede claro de una vez por todas que no soy ninguna debilucha. Qué tengas un lindo día Federico. Adhara se alejó molesta, directamente a su apartamento, cuya puerta tiró con molestia al cerrarla tras de sí. Estaba indignada y furiosa con la insistencia de aquel idiota. Ya le había dicho más de una vez y le había dejado claro que no estaba interesada en él, esperando que no siguiera insistiendo. Desafortunadamente, parecía no conocer el significado de la palabra "NO". Lanzó la bolsa que llevaba en sus manos sobre un pequeño sofá gastado y descolorido como todo lo que la rodeaba y luego caminó a la pequeña cocina. Sacó algunas cosas del pequeño refrigerador y se preparó un ligero desayuno, ya que su estómago rugia como león hambriento, pues no había probado bocado desde el almuerzo anterior. Comió de prisa, pues a cada segundo que pasaba, el mantener los ojos abiertos se le estaba volviendo todo un reto. Caminó en modo automático hacia el lavamanos, donde dejó el traste sucio, sin ánimos de lavarlo y abandonó el lugar, pasando por la pequeña sala, tomó la bolsa, entró a su habitación y se tiró a su cama, sin siquiera tener la voluntad de quitarse la ropa, tan sólo y fue capaz de sacarse los zapatos. Se recosto boca abajo, y sacó el reloj de la bolsa dónde le habían dado las pertenencias del hombre, observandolo atentamente y nuevamente su mente empezó a trabajar. ¿Por qué habían golpeado así a aquel hombre?.¿Sería que lo estaba juzgando mal y en realidad era un ser despreciable que no merecía ayuda de nadie?. Inmediatamente negó. Nadie se merece ser abandonado a su suerte, todos merecemos que nos tiendan una mano, aún sabiendo que no recibiremos nada a cambio. Pensó para sí misma. Se dió vuelta en la cama y miró hacia el techo: debía buscar información sobre el susodicho, tal vez su familia estaba buscandolo como loco. Tal vez tenía una madre que estaba llorando angustiada por no saber de él o un padre moviendo cielo y tierra por volver a verlo. O tal vez una esposa que esperaba ansiosa su regreso, o hijos esperando escuchar un cuento de sus labios por la noche. Hermanos que eran sus más grandes confidentes, o amigos que eran como parte de su familia también. Suspiró triste. Cuánto hubiese deseado tener a alguien preocupado por ella. Pero era ella sola contra el mundo. Cerró sus ojos, prometiendo buscar información en los periódicos sobre personas desaparecidas, o familias que anunciaran sobre algún familiar extraviado. A veces ofrecían grandes recompensas por información. Adhara negó. Ella no quería recompensas, tan sólo que él pudiese regresar sano y salvo a su hogar y aunque unas cuántas monedas no le vendrían mal, un favor no debe exigir algo a cambio. - Por la tarde pasaré por el lugar que lo encontré.- Murmuró a punto de quedarse dormida.- Tal vez encuentre algo que me ayude a saber quien es.- Bostezó, mientras se acurrucuba más en la cama.- Preguntaré también en el bar, ahí las chicas siempre saben todo lo que pasa en la ciudad. Y con aquel pensamiento poco a poco fue quedándose dormida, no sin antes, cómo cada noche desde ya hacía varios días atrás, ver el rostro sonriente de aquel dulce chico que siempre cada verano, iba al parque dónde ella vendía dulces y flores, y él, nunca dudó en ser su cliente más fiel. Seguramente ya era todo un hombre hecho y derecho, y no dudaba que tendría a unas cuantas chicas suspirando por él, pues la verdad es que era bastante guapo. Ojalá pudiera verlo de nuevo, tenía la sonrisa más linda que sus ojos habian visto y con aquel dulce recuerdo, se quedó profundamente dormida.