Sophia, una joven huérfana y talentosa, trabaja como secretaria del poderoso CEO Logan, con quien mantiene una relación secreta durante tres años. Su mundo da un giro inesperado cuando queda embarazada de trillizos. Llena de ilusión, le comunica la noticia a Logan, esperando ser reconocida al fin. Pero él, temiendo que el embarazo lo debilite ante sus rivales, le exige que aborte. Devastada, Sophia decide proteger a sus hijos y desaparecer sin dejar rastro. Fingiendo su muerte, huye a otro país, donde empieza de cero y, con gran esfuerzo, construye una nueva vida como madre y profesional. En ese camino, se reencuentra con Mateo, un empresario que, al principio, quiere usarla para vengarse de Logan, pero que acaba enamorándose sinceramente de ella. Mientras Sophia crece como empresaria y madre de trillizos, Logan la busca incansablemente, atormentado por la culpa y el vacío que ha dejado su ausencia. Años después, Sophia regresa a su país junto a sus hijos, despertando antiguas pasiones, secretos y conflictos. Logan, al verla, sospecha que los niños son suyos y lucha por recuperarla, mientras Claudia —una rival silenciosa y posesiva— y Mateo se interponen en su camino. Una historia intensa de amor, traición, venganza y redención, donde el amor de una madre se convierte en su mayor fuerza, y donde cada personaje debe enfrentarse a las consecuencias de sus decisiones.
Leer másSecretos bajo llaveEl reloj marcaba exactamente las 6:00 a. m. cuando Mateo Sterling empujó con decisión la puerta de vidrio de su oficina en el nuevo edificio de Evans Studio Londres. Afuera, la ciudad apenas comenzaba a estirarse entre la neblina matinal; las farolas aún chispeaban su última luz sobre las calles silenciosas, y el cielo gris filtraba una claridad tímida por los ventanales de piso a techo.Pero él llevaba despierto desde mucho antes.Vestía un traje gris oscuro sin corbata, con la camisa desabotonada en el cuello y las mangas remangadas. El cabello, aún húmedo por la ducha apresurada, caía desordenado sobre su frente. Una línea de cansancio cruzaba su rostro, más por las emociones acumuladas que por la falta de sueño.La noche anterior había sido larga.Uno de los trillizos había despertado llorando con fiebre. Otro, inquieto, no quiso volver a dormir. Sophie se quedó en el sofá del salón, meciéndolos en brazos hasta que los tres se rindieron. Cuando Mateo volvió co
Primavera tardíaLondres la recibió con una mezcla de bruma, historia… y memoria.Sophie descendió del avión con uno de sus hijos acurrucado en brazos, mientras el murmullo constante del aeropuerto resonaba a su alrededor como un viejo eco familiar. Su mirada se alzó un momento hacia los ventanales empañados por la humedad del amanecer. Afuera, la ciudad se extendía gris, elegante, viva… e inquietante.Detrás de ella, Mateo caminaba con paso firme, una mochila colgada al hombro y una sonrisa serena dibujada en el rostro. Pero Sophie lo conocía demasiado bien: debajo de aquella calma había fatiga acumulada, noches en vela y una silenciosa preocupación por ella. Siempre por ella.En el carrito doble, empujado con cuidado por una asistente, dormían los otros dos niños. Sus respiraciones suaves parecían marcar un compás de esperanza. Tres pequeñas vidas que eran su faro, su escudo y su impulso.Sophie cruzó la terminal con el corazón latiendo más fuerte de lo que habría querido admitir. N
El quirófano olía a desinfectante, y el sonido constante de los monitores marcaba el ritmo del tiempo como un metrónomo impaciente. Pero cuando por fin los primeros llantos llenaron la sala, todo lo demás se desvaneció.Sophie lloró. No de dolor, sino de alivio, de amor abrumador. De vida.Contra todo pronóstico, había dado a luz sin complicaciones. Tres bebés. Tres latidos nuevos que le recordaban, con cada respiración, que valía la pena haberlo arriesgado todo.Mateo estuvo con ella todo el tiempo. No se apartó de su lado, le sostuvo la mano durante cada contracción, le acarició el cabello con ternura entre jadeos, le susurró que era fuerte cuando ella pensaba que no podía más. Y cuando los bebés nacieron, sus ojos se humedecieron también. No dijo nada. Solo la miró como si acabara de ver un milagro.Esa experiencia compartida se convirtió en un puente invisible entre ambos.Durante las siguientes semanas, Mateo se mantuvo cerca. Llevaba comida al hospital, gestionaba papeleo, ayuda
En su oficina de cristal y acero, Logan Belmont se dejaba caer sobre el respaldo de su silla ejecutiva por enésima vez esa semana. Sus ojeras eran profundas, su camisa estaba arrugada, y el café sobre el escritorio se había enfriado hace horas.Desde la desaparición de Sophie, su rutina había colapsado. No pasaba una noche sin que revisara informes, registros de cámaras, listados de aeropuertos y transferencias bancarias. Había desplegado todos sus recursos para encontrarla… sin éxito.Y para colmo, Sterling & Co., la empresa rival que tanto había minimizado, acababa de anunciar una expansión internacional y la apertura de una nueva subsidiaria en el extranjero. La amenaza ya no era solo financiera, sino personal.Estados UnidosSophie, ajena al caos que había dejado atrás, se concentraba en lo único que la sostenía: su trabajo.Su plan de rediseño de imagen para una marca de lujo había superado las expectativas. Su propuesta, audaz y sofisticada, impresionó a todos. El proyecto estab
Sophie llegó a Estados Unidos con una maleta, un plan improvisado y un corazón decidido a reconstruirse. Con sus ahorros, alquiló un pequeño apartamento en las afueras de Chicago. Era un espacio modesto pero limpio, con paredes blancas aún vacías y ventanas que dejaban entrar la luz de la mañana como una promesa.Se sentó en el borde del colchón sin armar, exhaló profundamente y por primera vez en mucho tiempo se permitió sentir algo parecido a la paz. Todo a su alrededor era nuevo: calles, acentos, costumbres… y sin embargo, esa incertidumbre era mejor que el control asfixiante del pasado.Aquí empiezo de nuevo, pensó. Aquí nadie me conoce como “la mujer oculta del CEO”. Aquí solo soy yo… y mis hijos.Pero la realidad no tardó en golpearla con dureza.Sophie se había graduado con honores en Diseño Visual. En la universidad, fue una estrella en ascenso: premiada, becada, admirada por profesores y compañeras. Tenía talento, visión, pasión. Pero cuando conoció a Logan, renunció a todo e
Logan irrumpió en el apartamento como una tormenta, con pasos largos, urgentes, casi frenéticos. Su traje estaba arrugado, la corbata mal anudada y el ceño más fruncido que nunca. Al cruzar el umbral del dormitorio, su mirada se clavó directamente en el borde de la cama.Allí, tirada como un símbolo de pérdida, yacía una prenda ensangrentada. Era una blusa blanca que conocía demasiado bien. La tomó con manos temblorosas, sus dedos se cerraron sobre la tela aún húmeda. Un hilo de sangre seco había manchado el encaje del cuello.Logan tragó saliva con dificultad.—Es la ropa que llevaba hoy… —murmuró con la voz ronca, como si el aire le doliera al pasar por la garganta.Sus ojos brillaban de angustia, aunque intentaba controlarlo.—Llévenla al laboratorio. Quiero una prueba de ADN. Que verifiquen si esta sangre es de ella… —Su tono bajó—. Necesito saber si... Sophie está viva.Uno de sus asistentes asintió y desapareció con la prenda entre las manos.Momentos después, Claudia apareció e
Claudia estaba dentro del ascensor, sola, envuelta en el reflejo metálico que la observaba desde todas las paredes. Sus labios mostraban una sonrisa apenas dibujada, una mueca suave y controlada, pero sus ojos… sus ojos eran tan fríos como una hoja de acero recién afilada. Vacíos, gélidos. Su mirada se clavaba en su propio reflejo con una mezcla de cálculo y desprecio.Sabía perfectamente que Sophie era el único punto débil de Logan. La única mujer que había logrado colarse entre sus murallas de concreto emocional. Y mientras ella siguiera en su vida, Claudia jamás tendría el control absoluto que tanto anhelaba. Sophie era una amenaza, un virus infiltrado en su sistema perfecto.El ascensor se detuvo con un leve "ding". Claudia salió sin prisa, sus tacones resonando como metrónomos de guerra sobre el mármol blanco. Caminó por el pasillo de oficinas con la espalda erguida, el bolso colgando de su brazo como si fuera un arma.Al entrar en su oficina, cerró la puerta con un clic seco. No
La luz del hospital era fría, deslumbrante y despiadada. Sophie estaba sentada en la camilla, con la espalda recta y los brazos cruzados sobre el abdomen como si pudiera proteger sus secretos con las manos. El médico le vendaba la herida de la frente con movimientos precisos, casi robóticos.El accidente había sido estremecedor, pero milagrosamente, solo tenía una leve conmoción cerebral y algunos rasguños superficiales. Lo más importante: los bebés estaban bien.—Necesitas descansar —dijo el médico con tono profesional mientras ajustaba la venda—. Y por favor, no conduzcas durante unos días. Tu cuerpo necesita tiempo, y también tu mente.Sophie asintió, pero sus ojos seguían ausentes. Ni una palabra. No escuchaba. Su mente era un torbellino: Logan, el rechazo, la curva, el impacto, el miedo. Todo giraba sin control, y las palabras del médico se perdían en la lejanía, como el eco de una conversación ajena.Una vez firmó los papeles del alta, salió del hospital sola. La brisa nocturna
El InicioSophia llevaba casi media hora esperando, con la hoja de registro arrugada entre sus dedos temblorosos, frente al consultorio de ginecología. Tenía las palmas sudorosas y el corazón en un vaivén constante entre ansiedad y esperanza. A pesar del aire acondicionado, sentía el calor treparle por el cuello, como si su cuerpo ya supiera que nada volvería a ser igual.Al recostarse en la camilla para el chequeo, su mirada se perdió en la lámpara del techo, buscando en sus luces blancas un consuelo imposible. Cada segundo se estiraba como un hilo tenso.—Tres embriones —dijo la doctora, su voz serena y firme interrumpió sus pensamientos—. Todos se están desarrollando bastante bien.Sophia se incorporó con brusquedad, sus ojos muy abiertos.—¿Qué ha dicho? ¿Tri... trillizos?La doctora hojeó su historial médico y asintió con seriedad.—Has estado tomando anticonceptivos durante mucho tiempo. Tu endometrio está más delgado de lo normal. Estos tres bebés no han llegado fácilmente, Sop