Secretos bajo llave
El reloj marcaba exactamente las 6:00 a. m. cuando Mateo Sterling empujó con decisión la puerta de vidrio de su oficina en el nuevo edificio de Evans Studio Londres. Afuera, la ciudad apenas comenzaba a estirarse entre la neblina matinal; las farolas aún chispeaban su última luz sobre las calles silenciosas, y el cielo gris filtraba una claridad tímida por los ventanales de piso a techo.
Pero él llevaba despierto desde mucho antes.
Vestía un traje gris oscuro sin corbata, con la camisa desabotonada en el cuello y las mangas remangadas. El cabello, aún húmedo por la ducha apresurada, caía desordenado sobre su frente. Una línea de cansancio cruzaba su rostro, más por las emociones acumuladas que por la falta de sueño.
La noche anterior había sido larga.
Uno de los trillizos había despertado llorando con fiebre. Otro, inquieto, no quiso volver a dormir. Sophie se quedó en el sofá del salón, meciéndolos en brazos hasta que los tres se rindieron. Cuando Mateo volvió co