Capítulo 5

Sophie llegó a Estados Unidos con una maleta, un plan improvisado y un corazón decidido a reconstruirse. Con sus ahorros, alquiló un pequeño apartamento en las afueras de Chicago. Era un espacio modesto pero limpio, con paredes blancas aún vacías y ventanas que dejaban entrar la luz de la mañana como una promesa.

Se sentó en el borde del colchón sin armar, exhaló profundamente y por primera vez en mucho tiempo se permitió sentir algo parecido a la paz. Todo a su alrededor era nuevo: calles, acentos, costumbres… y sin embargo, esa incertidumbre era mejor que el control asfixiante del pasado.

Aquí empiezo de nuevo, pensó. Aquí nadie me conoce como “la mujer oculta del CEO”. Aquí solo soy yo… y mis hijos.

Pero la realidad no tardó en golpearla con dureza.

Sophie se había graduado con honores en Diseño Visual. En la universidad, fue una estrella en ascenso: premiada, becada, admirada por profesores y compañeras. Tenía talento, visión, pasión. Pero cuando conoció a Logan, renunció a todo eso por un cargo como su secretaria personal.

Un sacrificio silencioso. Le prometió que sería temporal, que la necesitaría solo un tiempo… pero ese “tiempo” se convirtió en tres años de invisibilidad profesional. Tres años donde su portafolio se empolvó, su currículum se volvió irrelevante y sus contactos se disolvieron.

Y ahora, embarazada de trillizos, intentando reiniciar su carrera en un país extranjero, entendió cuán grande era la brecha entre la esperanza y la realidad.

Envió decenas de currículums. Personalizó correos, escribió cartas de presentación sinceras. Y no recibió respuesta alguna.

La mayoría de las empresas ni siquiera se molestaban en rechazarla. Algunas la entrevistaban por videollamada, pero en cuanto notaban su acento extranjero o la curva sutil de su vientre bajo el abrigo, perdían el interés.

Las puertas se cerraban con amabilidad forzada.

Hasta que, un día, algo inesperado sucedió.

✨✨✨✨✨✨

En la torre central de Sterling & Co., una de las agencias de branding más influyentes del país, Mateo Sterling hojeaba una pila de propuestas mientras su asistente le leía en voz alta algunos perfiles prometedores. Era lunes, su oficina estaba repleta de luz natural y aroma a café recién hecho. El clima no parecía distinto, pero algo en su día sí lo sería.

—Señor Sterling —dijo la asistente, golpeando suavemente la puerta con los nudillos—. Este currículum es… especial. Me pareció que debería verlo.

Mateo no levantó la vista de su laptop. Solo extendió una mano, señalando que se lo entregara.

—Nombre —dijo sin mirar.

—Sophie Taylor.

En cuanto lo escuchó, Mateo detuvo el movimiento del ratón. Alzó la vista, desconcertado.

Tomó el currículum, lo abrió, y al ver la fotografía adjunta, una sombra de reconocimiento cruzó su rostro. En sus ojos brilló algo indefinible: sorpresa, curiosidad… ¿una chispa de algo más?

—Es ella —susurró, casi para sí.

Sus labios esbozaron una sonrisa leve. No lo decía en voz alta, pero recordaba perfectamente aquella historia, aquella mujer. La secretaria invisible que desapareció del mapa. Su interés no era solo profesional.

Unas horas después, Sophie recibió un correo con el asunto: Notificación de contratación - Sterling & Co..

Se quedó paralizada frente a la pantalla. Leyó y releyó cada línea. Dudó. ¿Una empresa así contratándome… embarazada… sin experiencia reciente?

Pensó que era una e****a. Pero el dominio del correo era legítimo, el nombre de la empresa real. Venía con indicaciones claras de ingreso y fecha para firma de contrato. Pasó la noche sin dormir, dudando, preguntándose si era una trampa o una oportunidad. Al amanecer, tomó una decisión.

Iba a presentarse. A cualquier precio.

✨✨✨✨✨✨

Su primer día amaneció gris, con una lluvia tenue que apenas humedecía el aire. Sophie se enfundó en un abrigo beige ceñido a la cintura, uno que apenas disimulaba la curva incipiente de su embarazo. Se miró al espejo. No parecía una ejecutiva prometedora. Parecía una mujer que lo había perdido todo… y venía por lo que le quedaba.

Al llegar frente al rascacielos de Sterling & Co., levantó la vista. El logo metálico resplandecía sobre las puertas giratorias. Sintió que su corazón quería salirse del pecho.

Entró. El vestíbulo era enorme, elegante, con una fuente de mármol y una pantalla que proyectaba los últimos trabajos de diseño de la firma. Sacó su celular y empezó a buscar el mapa del edificio, tratando de encontrar el departamento de Recursos Humanos.

Y entonces, el destino —o la torpeza— intervino.

—¡Ay! —exclamó cuando chocó contra un hombre que venía en dirección contraria. La taza de café que él llevaba se volcó sobre su traje gris claro. Las manchas se extendieron como flores amargas sobre el lino.

—¡Lo siento mucho! —dijo Sophie, inclinando la cabeza. Buscó en su bolso con manos temblorosas y sacó unos tissues—. No lo hice a propósito. Si quiere, puedo pagar la limpieza… o comprarle otra…

—Está bien —interrumpió él con una voz grave y suave, limpiando con calma las manchas.

Sophie lo miró. Era alto, de facciones marcadas y ojos intensos, con una presencia que imponía sin esfuerzo.

—¿Eres la nueva diseñadora, verdad? —preguntó, con una sonrisa amable—. No te preocupes, ve antes de que llegues tarde.

Sophie parpadeó, desconcertada.

—¿Cómo lo supo?

Pero antes de que pudiera formular la pregunta en voz alta, él ya se había alejado, dejando tras de sí una estela de elegancia discreta. Ella se quedó unos segundos quieta, preguntándose cómo lo sabía. Pero no había tiempo. Tenía que seguir.

✨✨✨✨✨✨

En la oficina de personal, el encargado la miró con desdén apenas notó su vientre ligeramente hinchado.

—¿Diseño? —preguntó con voz seca—. ¿Está segura de que su estado físico es adecuado para trabajar?

Sophie se irguió, sonrió con cortesía.

—Soy completamente capaz. No he venido a pedir lástima, he venido a trabajar.

El encargado gruñó algo entre dientes y le entregó los formularios sin más comentarios. En menos de una hora, estaba instalada en el departamento de diseño.

Pero el recibimiento fue helado.

—¿Vieron a la nueva? —susurró una voz al pasar—. A saber a quién le hizo ojitos para entrar embarazada.

—Seguro va a estar pidiendo tiempo libre desde el primer mes —añadió otra.

—O peor, va a querer que le tengamos lástima.

Sophie escuchó todo. Sonrió sin responder, saludó con educación y se sentó en silencio. Pero por dentro, sentía el escozor del juicio ajeno.

Los días siguientes no fueron mejores. Se le asignaban tareas menores, nadie compartía ideas con ella, y cada error mínimo era exagerado como si fuera un desastre. Pero ella aguantaba. Estaba acostumbrada a sobrevivir con la cabeza gacha. Solo que esta vez, no era por amor. Era por ella.

✨✨✨✨✨✨

Un lunes por la mañana, la empresa anunció un nuevo proyecto: una marca de lujo quería renovar por completo su identidad visual. Un contrato grande, de alto impacto.

—Pero el jefe de ese proyecto es... ya saben —murmuró una diseñadora—. Un cretino misógino. Nos va a hacer la vida imposible.

La sala cayó en silencio. Nadie quería arriesgarse.

Y entonces, Sophie levantó la mano.

—Déjenme intentarlo —dijo con firmeza.

Todos se volvieron hacia ella. Algunos con sorpresa. Otros, con sorna.

Pero nadie la detuvo.

Y por primera vez desde que llegó, Sophie sintió que tenía voz.

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