Capítulo 6

En su oficina de cristal y acero, Logan Belmont se dejaba caer sobre el respaldo de su silla ejecutiva por enésima vez esa semana. Sus ojeras eran profundas, su camisa estaba arrugada, y el café sobre el escritorio se había enfriado hace horas.

Desde la desaparición de Sophie, su rutina había colapsado. No pasaba una noche sin que revisara informes, registros de cámaras, listados de aeropuertos y transferencias bancarias. Había desplegado todos sus recursos para encontrarla… sin éxito.

Y para colmo, Sterling & Co., la empresa rival que tanto había minimizado, acababa de anunciar una expansión internacional y la apertura de una nueva subsidiaria en el extranjero. La amenaza ya no era solo financiera, sino personal.

Estados Unidos

Sophie, ajena al caos que había dejado atrás, se concentraba en lo único que la sostenía: su trabajo.

Su plan de rediseño de imagen para una marca de lujo había superado las expectativas. Su propuesta, audaz y sofisticada, impresionó a todos. El proyecto estaba prácticamente cerrado. Solo faltaba la firma del contrato.

Esa noche, se preparó para una recepción privada. Reservó un salón exclusivo en un restaurante elegante. Supervisó cada detalle: iluminación suave, mantelería blanca, copas de cristal alineadas con precisión. Todo tenía que estar perfecto.

Pero a pesar del éxito profesional, Sophie sentía un nudo en el estómago. Nervios. Intuición. Algo no estaba bien.

Cuando los encargados del proyecto llegaron, traían consigo a tres hombres que Sophie no había visto en ninguna de las reuniones anteriores.

—También forman parte del equipo —le dijeron, restándole importancia a sus preguntas.

Ella sonrió con educación, aunque una alerta silenciosa le recorrió la espalda.

Durante los primeros minutos, todo pareció normal. Pero pronto, las bromas se tornaron personales. Las miradas de los desconocidos se volvieron lascivas. Uno de ellos se inclinó demasiado al servirle vino, rozando su hombro sin justificación.

—Eres muy guapa para dedicarte a esto —dijo uno, con una sonrisa torcida—. Aunque con esa barriguita, ya veo que eres… eficiente.

Los otros rieron.

Sophie apretó los dientes y se levantó.

—No estoy aquí para esto —dijo, con la voz firme—. Soy la directora de este proyecto, y si no pueden comportarse con respeto, la reunión termina ahora.

Uno de ellos se levantó también, bloqueándole la salida.

—Tranquila, muñeca. Si quieres que firmemos mañana, deberías relajarte un poco esta noche.

—¡Quítese de mi camino! —espetó Sophie, dando un paso atrás, protegiéndose el vientre con las manos.

El ambiente se tensó como un alambre de acero. Uno de los hombres dio un paso más, invadiendo su espacio, pero entonces…

La puerta se abrió de golpe.

—¡Suficiente!

Mateo Sterling entró como una ráfaga de hielo. Alto, imponente, con su traje negro perfectamente entallado y la mandíbula marcada por la rabia. Su mirada era fuego contenido.

—¿Alguien quiere explicarme por qué mis invitados están acosando a una de mis diseñadoras? —dijo con voz baja, peligrosa.

Los hombres retrocedieron instintivamente. El más atrevido balbuceó algo, pero Mateo lo interrumpió con una simple mirada.

—Fuera. Ahora.

No discutieron. Se retiraron como ratas sorprendidas en medio de una tormenta.

Sophie permanecía de pie, pálida, respirando entrecortadamente. Mateo se acercó con cautela.

—¿Estás bien?

Ella lo miró, reconociendo por fin esa voz. La calidez en su tono. El porte elegante. El mismo hombre del primer día, el que había sonreído después de derramar el café.

—Eras tú… —susurró—. El hombre del vestíbulo.

Mateo sonrió apenas, y asintió.

—Me alegra verte aquí. Y lamento no haber llegado antes.

—Gracias… por esto. Y por ese día —agregó, con una media sonrisa.

Él negó con la cabeza.

—Tú mereces este proyecto por tu talento. No dejes que nadie te haga creer lo contrario.

✨✨✨✨✨✨

Tras ese incidente, la firma se realizó sin contratiempos. La marca quedó encantada con el trabajo de Sophie, y su reputación comenzó a crecer dentro de la empresa. Pero con los elogios, también llegaron los susurros.

—Dicen que Mateo la protege porque hay algo entre ellos —murmuraban algunos.

—Seguro es por eso que le dieron el proyecto. Nadie se arriesgaría a dejarle algo así a una embarazada.

Sophie los escuchaba. No decía nada. Porque estaba acostumbrada a que la subestimaran. Porque esta vez, no iba a dejar que el ruido externo definiera su camino.

La cercanía con Mateo era inevitable. Después de la cena, él comenzó a interesarse más por sus avances, le consultaba ideas, la invitaba a reuniones privadas con clientes. Y aunque todo era profesional, había una suavidad especial en su trato, un respeto que Sophie no había conocido en años.

Pero a medida que su embarazo avanzaba, también lo hacían los síntomas.

Dolores en la parte baja del abdomen, hinchazón en las piernas, presión constante. Se esforzaba por disimularlo, por no sentarse más de la cuenta, por no tocarse el vientre demasiado frente a los demás. No quería dar señales de debilidad.

Ese día, sin embargo, algo era diferente. El dolor era constante, punzante. Sentía contracciones irregulares, una presión descendente que no podía ignorar. Su respiración se volvió más corta. La visión se le nublaba por momentos.

Intentó caminar hasta la cocina para tomar agua, pero se detuvo a medio camino, sujetándose el escritorio.

Justo entonces, Mateo entró al departamento de diseño con su asistente. Estaba explicando los arreglos del nuevo proyecto cuando la vio.

Sophie estaba en la esquina, apoyada contra la pared, con una mano en la espalda y otra en el vientre. Pálida. Sudorosa.

Su expresión cambió al instante.

—¡Sophie! —corrió hacia ella—. ¿Estás bien?

—No… creo que… están por nacer —murmuró entre jadeos.

Sin esperar indicaciones, Mateo la alzó con cuidado en sus brazos. Su corazón latía tan rápido que no podía pensar. Solo quería llegar al hospital. Que estuviera bien. Que todo saliera bien.

✨✨✨✨✨✨

El quirófano estaba frío, blanco y lleno de sonidos metálicos.

Mateo caminaba en círculos por el pasillo, con los puños apretados. Nunca en su vida —ni siquiera en las negociaciones más tensas— había sentido tanto miedo.

Un médico salió al encuentro con expresión grave.

—Señor Sterling —dijo—. La paciente presenta complicaciones. Es un parto múltiple. La presión está alta y hay riesgo de hemorragia. Queremos que los familiares estén preparados.

Mateo sintió que el mundo se hundía bajo sus pies.

—¿Está… en peligro?

El médico no respondió. Solo asintió lentamente.

Mateo se apoyó contra la pared, cerró los ojos y dejó escapar una exhalación temblorosa.

—Por favor… que estén bien. Solo eso.

Y en ese momento, entendió que Sophie ya no era solo una diseñadora prometedora. Ni una mujer a la que había ayudado por cortesía.

Era alguien que no quería perder.

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