Mundo ficciónIniciar sesiónDesde su adolescencia, el único amor verdadero de Amelia ha sido Luca, un romance forjado a la distancia a través de emails y chats de Messenger. A pesar de los años y otras relaciones, la pregunta «¿qué hubiera pasado si...?» nunca la abandonó. Ahora, casi una década después, el destino parece darles una segunda oportunidad. Justo cuando están a punto de reencontrarse para vivir la historia que siempre soñaron, el pasado de Amelia regresa para destrozarlo todo: descubre que está embarazada de Noah, el hombre con el que acaba de terminar una relación sin amor. Atrapada entre el sueño de su vida y una responsabilidad que jamás buscó, Amelia se enfrenta a una decisión imposible. ¿Tendrá el valor de confesarle a Luca que espera un hijo de otro hombre, arriesgándose a perderlo para siempre? ¿O deberá renunciar a su única oportunidad de ser feliz para aceptar una vida que nunca quiso?
Leer más—¿Luca? ¿Luca, eres tú?
La silueta de un hombre se dibujaba a lo lejos, nítida bajo un sol que no quemaba. Tenía la misma sonrisa. —¿Es posible que después de tantos años la vida me regale la oportunidad de volver a verte?
Amelia corrió hacia él, con el corazón desbocado, reconociendo al hombre que había amado en silencio durante una vida entera. Al tocar su hombro, él se giró. El reconocimiento fue instantáneo. Actuando por puro impulso, la abrazó y la alzó por los aires. La risa de ambos llenó el espacio, una risa joven, libre, que de pronto fue opacada por unas voces lejanas que la llamaban.
—¡Mami! ¡Mamiiii! ¡Despierta!
El sueño feliz se hizo añicos. El abrazo de Luca se desvaneció y el peso de la realidad la aplastó contra el colchón. Su hijo mayor, Memo, la miraba con una preocupación que no correspondía a su edad. —Estás soñando otra vez —le dijo en voz baja—. Te reías muy fuerte.
Amelia le acarició el cabello rizado, un gesto para calmarlo a él, pero sobre todo a sí misma. El corazón le latía con una mezcla de tristeza y pánico. Tristeza por haber perdido a Luca una vez más; pánico por si algún nombre prohibido se le había escapado entre risas.
Ese sueño lo cambió todo. Despertó un sentimiento que Amelia creía muerto y enterrado bajo dos décadas de terapia, ansiolíticos y una resignación silenciosa. Hizo resurgir a Luca en su mente, eclipsando la figura de Noah, el padre paciente de sus cuatro hijos, el hombre que se había quedado a su lado recogiendo las migajas de su afecto.
Porque Amelia guardaba un secreto mucho más profundo que un simple amor perdido. Un secreto forjado años atrás, cuando el lanzamiento de una nueva red social los reconectó. Ella, recién graduada como piloto aviador; él, trabajando en un importante puerto de China. Para darle una oportunidad a ese amor latente, Amelia le ocultó su noviazgo con Noah y, decidida a terminarlo, planeó un reencuentro. Sería una única noche en México, un día antes de volar a China para empezar una vida juntos. Pero en esa noche de pasión robada, un capricho de la naturaleza selló su destino: Amelia ya estaba embarazada de Noah, y en un extraordinario milagro biológico, un segundo óvulo fue fecundado. El resultado fue una consecuencia imborrable, un secreto con dos nombres: Guillermo y Emilio.
Sus cuates. O como ella siempre los llamó, los gemelos. El secreto no se descubriría hasta el nacimiento, cuando Emilio nació mucho más prematuro de lo esperado, tan pequeño y frágil que los médicos sospecharon. La abuela Adelaida, con su furia retrógrada, lo atribuyó a la deshonra, forzándolos a mudarse, a empezar de cero, a callar. Y Amelia, aterrada, guardó silencio junto a los doctores, conviviendo desde entonces con la extraordinaria y aterradora posibilidad de que Noah fuera el padre de uno, y Luca, el amor de su vida, fuera el padre del otro.
Fue un secreto que la obligó a renunciar a sus sueños, a enterrar su identidad y a aferrarse a la mentira de que ambos niños eran de Noah. Una mentira que debía durar hasta el día de su muerte. Los tratamientos psiquiátricos y las décadas de esfuerzo por revertir la depresión solo habían servido para adormecer la herida, nunca para cerrarla. Cerca de los cuarenta, Amelia se había dado por vencida. Había aceptado su destino y, aunque nunca amó a Noah con la devoción que él merecía, intentó darle su lugar como esposo. De ese esfuerzo nacieron dos hijos más: la preciosa Luciana, de diez años, y el pequeño Mateo, de cinco. Ellos eran el ancla a su realidad, la prueba de que había intentado, con todas sus fuerzas, elegir la vida que tenía y no la que le fue arrebatada.
Pero este sueño no solo trajo de vuelta un recuerdo; desató una revelación aterradora. Ahora, al mirar a Emilio, Amelia ya no solo veía a su hijo. Veía los gestos de Luca, reconocía sus rasgos en el rostro adolescente del chico. El miedo, latente durante años, comenzó a crecer dentro de ella al comprender que su secreto tenía vida propia, amenazando con destruir la frágil paz de la vida que nunca quiso.
Pasaron dos días en un limbo de silencio y trámites legales. La noticia de la muerte de Noah Walker fue un shock silenciado. No hubo luto, solo una extraña y pesada calma, como la que sigue a una tormenta devastadora.Ricardo, con la eficiencia de un general, se encargó de todo. El funeral sería breve, privado y rápido. —Tenemos que hacerlo —le dijo a Guillermo y Emilio en la sala de espera—. Por Luciana y Mateo. No pueden simplemente ver desaparecer a su padre. Necesitan un cierre, aunque sea una mentira piadosa.Guillermo, que aún lidiaba con el trauma del reclusorio y el luto por el padre que creyó tener, asintió con el rostro pálido. —Tienes razón. Por ellos.El día del funeral, Luca Bellini no se movió del hospital. Su presencia en público, junto a los hijos de Amelia, sería un circo mediático que no estaba dispuesto a permitir. Su lugar estaba allí, en la habitación 703, montando guardia junto a la mujer que amaba.—Estarán bien, amore mio —le
La Jaula VacíaHospital ABC - Sala de Espera de la UCI. Dos horas después de la visita al reclusorio.El silencio en la sala de espera era denso, casi irrespirable. La tregua forzada se mantenía por pura inercia.Guillermo (Memo) estaba hundido en uno de los sillones de la sala, con la mirada perdida y una manta sobre las piernas, como si el frío del shock de la prisión aún no lo abandonara. Había logrado caminar fuera del reclusorio, pero el colapso emocional lo había dejado vacío y tembloroso. Emilio estaba sentado en el reposabrazos del mismo sillón, en silencio, su mano descansando sobre el hombro de su hermano, un ancla en la tormenta.Alessandro y Luca estaban junto a la ventana, hablando en voz baja en italiano, planeando los siguientes movimientos contra Li-Na y asegurando el perímetro en el hospital de Toluca. La tensión entre ellos era palpable; Luca
La condición de Noah Walker resonó en el pasillo como una sentencia. «Quiere verte, Memo. A ti. A solas. Quiere despedirse de su único hijo.»Guillermo (Memo) sintió que el poco aire que tenía en los pulmones se evaporaba. Retrocedió instintivamente, su cuerpo temblando violentamente. —No... —susurró, sacudiendo la cabeza—. No puedo. No otra vez. No después de lo que dijo. No quiero volver a ver a ese monstruo.Emilio se puso pálido, entendiendo la crueldad de la petición. Luca y Alessandro intercambiaron una mirada sombría. —Memo —dijo Ricardo, agachándose frente a él, su tono era desesperado—. Escúchame. Lo sé. Es un infierno. Pero es la llave. La Dra. Navarro dijo que mamá no volverá si él sigue siendo una amenaza. Si te sientas frente a él por diez minutos, él firmará. Firmará el divorcio, cederá la patria potestad... nos dará todo. Tu madre será libre. Tienes el poder de despertarla.La responsabilidad era aplastante. ¿Su libertad a camb
El grito de Luca —"¡AMY!"— fue ahogado por el caos. En el instante en que la puerta se abrió de golpe, la adrenalina de Li-Na, su furia y el esfuerzo físico de la pelea y el viaje, colapsaron su cuerpo.Se dobló por la mitad, un gemido agudo escapando de sus labios, sus manos soltando a Amelia y aferrándose a su propio vientre. —No... —susurró, mirando hacia abajo.En la luz tenue del monitor, Luca vio la mancha oscura extendiéndose rápidamente por la bata de seda de Li-Na. Estaba sangrando. Profusamente. —¡Mi bebé! —gritó, su rostro descompuesto por el terror—. ¡Luca, ayúdame! ¡Estoy perdiendo a mi bebé!Colapsó en el suelo, sollozando, en un charco de su propia sangre. Pero no fue solo sangre. En medio del desastre, en el suelo de mármol frío, yacía la evidencia innegable de su embarazo
Hospital ABC, Ciudad de México - Esa misma noche.Emilio y Guillermo (Memo) se quedaron en la sala de espera de la UCI, ahora en un silencio tenso. La mentira de Emilio ("Fui a arreglar asuntos de la empresa") flotaba entre ellos, pero Memo, aún demasiado frágil por el shock del reclusorio, no tenía fuerzas para cuestionarla.Alessandro y Ricardo se unieron a ellos, sus rostros sombríos por las batallas que se libraban fuera de esas paredes. —Acabo de hablar con Luca —dijo Alessandro en voz baja, asegurándose de que los hermanos no oyeran—. La situación en Toluca está... controlada. Lombardi está cooperando. Ivanka será escoltada a un vuelo a Buenos Aires esta noche. El bebé... el bebé está estable.Ricardo asintió, su mente en otro lado. —Bien. Un problema menos. Ahora queda el principal.Miró a los hermanos De la Torre. —Memo, Emilio. Tengo noticias sobre... Noah.Ambos jóvenes se tensaron al oír el nombre. —El frente legal está avanzando —
Hospital ABC, Toluca - UCIN. Esa misma tarde.Luca Bellini no se había movido de la silla fuera de la nursería de cristal en horas. Había asumido la guardia, sus ojos fijos en la incubadora donde su nieto luchaba por cada respiración. Su teléfono vibró. Era Ricardo. —Emilio llegó bien al hospital. Está con su hermano. ¿Cómo... cómo va todo por allá? —Estable —dijo Luca, su voz ronca—. Sigue luchando. —Bien. Lombardi e Ivanka siguen en Valle, ¿verdad? Mis hombres están listos para... —No —lo interrumpió Luca—. Lombardi está aquí.Hubo un silencio al otro lado. —Vino hace una hora —explicó Luca—. Solo. Deshecho. Quería ver al bebé.Justo en ese momento, Federico Lombardi salió de la UCIN, su rostro pálido y sus ojos rojos. Se acercó a Luca, que seguía al teléfono. —Luca, dile a Ricardo que necesito hablar con él. Sobre Ivanka. Luca miró a Lombardi. —Ricardo, te pongo en altavoz. Lombardi quiere hablar.—¿Ricardo? —la voz de Lombardi era un susurro roto—. Ivanka... ella... ha revelado su
Último capítulo