Mundo de ficçãoIniciar sessãoValeria nunca imaginó que su vida, tan rutinaria y gris en una oficina, se convertiría en un torbellino de pasión, dolor y decisiones imposibles. Alexander Montes, su jefe: un hombre arrogante, frío y despiadado, que la humilla frente a todos, pero que oculta una atracción feroz capaz de marcarla para siempre. Entre el odio y la obsesión, Alexander despierta en ella un deseo prohibido que la consume tanto como la destruye. Gabriel, el artista: encantador, libre, seductor. Llega a su vida con la promesa de ternura y refugio, dándole lo que Alexander le arrebató: la sensación de ser valorada, amada y deseada sin miedo. Todo se complica cuando Valeria descubre que está embarazada. Dos líneas en una prueba de embarazo cambian su destino para siempre. Un hijo… pero ¿de quién? ¿Del hombre que la hiere y la reclama como suya, o del que le ofrece un amor dulce y protector? En medio de secretos, celos y pasiones prohibidas, Valeria tendrá que decidir a quién pertenece realmente su corazón… y si está dispuesta a pagar el precio de ese amor
Ler maisValeria sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La escritura en el parabrisas parecía más que una amenaza; era un recordatorio de que Alexandre podía llegar a cualquier lugar, en cualquier momento. El niño, acurrucado a su lado, temblaba de miedo. Valeria lo abrazó con fuerza, tratando de calmarse, mientras Gabriel inspeccionaba el exterior, buscando señales, cualquier indicio de su enemigo.—No hay nada —dijo Gabriel, aunque la tensión en su voz era evidente—. Por ahora… parece que se ha ido.Valeria cerró los ojos, tratando de ignorar la sensación de que cada sombra, cada susurro del viento, podía ser Alexandre observándolos. Sabía que no podían quedarse quietos, que la calma era solo temporal.—Tenemos que movernos —dijo Gabriel finalmente—. No podemos esperar a que toque otra vez. Necesitamos un lugar seguro, lejos de la ciudad, lejos de todo lo que él conoce.Valeria asintió, con la voz apenas un susurro:—Sí… pero esta vez no solo por mí. Por nuestro hijo. No quiero v
Gabriel cerró la puerta del coche con fuerza, el sonido resonó en la noche como un disparo. Sus ojos, oscuros y tensos, buscaron en el entorno algún rastro, una sombra, un indicio, pero no había nada. Solo el eco del viento entre los árboles.Valeria seguía temblando, abrazando al niño, que no entendía lo que ocurría.—No vas a volver a asustarla —murmuró Gabriel, apretando los puños—. Te juro que no.Condujo toda la noche hasta una cabaña en las afueras, un sitio que solo su contacto en la policía conocía. Una casa de madera entre pinos, oculta tras un lago oscuro. Allí, por fin, Valeria respiró, aunque su cuerpo aún temblaba.Gabriel encendió la chimenea, le acercó una manta, pero ella no soltaba al niño.—Él estaba ahí, Gabriel… lo sentí —dijo con voz apenas audible—. Escuché su canción, la misma.—Lo sé —respondió él, arrodillándose frente a ella—. Y por eso vamos a terminar con esto. No más huir. No más esconderse.Valeria levantó la mirada. Había algo distinto en Gabriel. Su cal
Meses después, la familia finalmente pudo respirar con cierta tranquilidad. La casa-refugio se había convertido en un hogar seguro, lleno de amor y cuidado. Valeria y Gabriel vigilaban constantemente, pero el temor había dado paso a la esperanza y a la rutina de una vida protegida.El niño crecía feliz, sin conocer completamente la amenaza que alguna vez había acechado su infancia. Las gemelas, ahora adolescentes fuertes y decididas, se habían convertido en guardianas y confidentes de su hermano, asegurándose de que ningún peligro volviera a acercarse.Alexandre, por su parte, había sido apartado por la ley y por su propia comprensión de que su obsesión casi lo había destruido. Alejado de la familia, comenzaba un lento proceso de reflexión y aceptación. Comprendió que no podía poseer lo que no era suyo y que su amor debía transformarse en algo responsable, controlado y respetuoso de los límites.Una noche tranquila, Valeria observó a su hijo dormir, con una sonrisa serena en su rostro
Alexandre dio un paso al frente, su rostro enrojecido por la furia contenida durante años. Sus manos temblaban, la respiración entrecortada, y sus ojos brillaban con una mezcla de celos, dolor y desesperación.—¡Eres una mujerzuela! —gritó, con la voz rota—. ¡Destruiste todo! ¡Mi vida, mi familia… todo lo que creí mío!Valeria, sosteniendo a su hijo, retrocedió un paso, pero su mirada permaneció firme. Gabriel la protegía, el puño apretado, listo para actuar, mientras las gemelas observaban cada movimiento de su padre biológico, sabiendo que su furia podía desatar el caos en cualquier instante.—¡Alexandre, cálmate! —gritó Gabriel—. No vamos a dejar que lastimes a nadie más. No al niño, no a Valeria, ni a tus hijas.Alexandre se llevó las manos a la cabeza, respirando con dificultad, mientras la rabia y los celos lo consumían:—¡Yo debí tenerlo todo! —rugió—. ¡A Valeria, al niño… todo era mío por derecho! ¡Y ahora… ahora todo se me escapa!Su esposa dio un paso firme, mirándolo direct
Alexandre estaba obsesionado. No podía soportar la idea de que su hijo, su “primogénito y heredero”, creciera sin él, protegido por Valeria y Gabriel. Había decidido actuar con cautela: esta vez, no gritos, no amenazas visibles. Planeaba acercarse lo suficiente para obtener algo que probara su paternidad, un cabello, un vaso usado, cualquier evidencia que le permitiera forzar una prueba de ADN.Desde la sombra de la calle, observaba la nueva casa donde Valeria, el niño y Gabriel vivían bajo vigilancia reforzada. Cada movimiento estaba calculado: sabía que cualquier descuido podía costarle caro. Sus celos y obsesión lo impulsaban, pero también su astucia, afinada por años de enfrentamientos fallidos.Esa noche, Gabriel revisó el perímetro y se aseguró de que todo estuviera protegido. Cámaras, sensores de movimiento, guardias en todos los accesos. Sin embargo, Valeria no podía evitar sentirse observada. Había algo en el aire, un peso invisible, como si alguien midiera cada gesto suyo de
Alexandre, aún inmovilizado por los guardias, respiraba con dificultad, pero sus ojos brillaban con una mezcla de furia y obsesión. Su mirada se posó directamente sobre el niño, que dormía plácidamente en los brazos de Valeria.—¡Escúchame! —gritó, con la voz rasgada y llena de rabia—. Ese niño… es mi heredero. ¡Mío por derecho! No puedes arrebatármelo.Valeria sintió un escalofrío recorrer su espalda. Gabriel apretó los dientes, la mandíbula tensa, mientras los guardias sujetaban firmemente a Alexandre.—No importa lo que digas —respondió Gabriel, con voz firme—. Él está aquí, con nosotros, y nadie lo tocará. Ni tú ni nadie.Alexandre se retorcía, lleno de ira, apuntando con la mirada a cada rincón de la casa.—¡Mi sangre corre por sus venas! —vociferó—. Él es mi legado… y yo decidiré su destino.Valeria dio un paso al frente, el niño abrazado contra su pecho, con una mezcla de miedo, rabia y determinación que la hizo fuerte:—Sí, tiene tu sangre —dijo, con voz firme—, pero él es nue
Último capítulo