Mundo de ficçãoIniciar sessãoEmma Borbón es la única hija de una antigua familia con linaje de la realeza, que cayó en desgracia. Casada con el heredero al titulo del duque de Balmoral, Emma lleva una vida feliz con su esposo y esperando la llegada de su primer hijo, sin embargo, cuando Eduardo, su esposo, decide traer a su amante a vivir a su mansión, Emma es acusada de infidelidad y arrojada cruelmente a la calle con su avanzado embarazo y en medio de una tormenta invernal, casi al borde de la muerte por congelamiento, es rescatada por un hombre a quien no le alcanza a mirar el rostro, y del que solo recuerda vagamente su perfume, desgraciadamente debido a la tormenta Emma sufrió un aborto espontaneo, y con el corazón roto promete vengarse. Meses después, es elegida por la reina como su nueva sucesora al trono, sin embargo, su nombramiento se mantiene en secreto por su seguridad, y decide planear su cruel venganza contra su ex esposo y su amante que se ha convertido en su nueva esposa. Sin embargo, el destino a puesto en su camino al hermano menor de su ex esposo, el archiduque Daniel Lancaster, quien secretamente ha estado enamorado de Emma, y quien guarda consigo un secreto que lo cambiará todo.
Ler mais— Levántate, maldita zorra, y vete; quiero que te largues de mi castillo tan pronto como te levantes…no eres más que una asquerosa traidora que me ha engañado, y el bebé que esperas, de ninguna manera puede ser mío. — decía Eduardo Lancaster con el odio sulfurando desde sus ojos azules.
Emma se tocó la mejilla mallugada por aquella bofetada que recibió de su esposo y que la derribó en el suelo, luego de ser cruelmente acusada de una infidelidad que jamás cometió. Alzando su vista hacia él, notó con pesar aquella cruel mirada en Eduardo Lancaster, el hombre que prometió amarla y protegerla frente al altar y sus padres para toda la vida, y que sin ninguna culpa se había estado revolcando otra mujer todo ese tiempo. El, había preferido creer en las palabras de la otra.Había preferido creerle a su amante.
— Eres tan blando, cariño, pero, ese vestido que la perrita lleva puesto es demasiado costoso, mucho más de lo que merece una sucia infiel como ella. Al final, demostró ser la escoria te dije que era desde el principio, es una pena que tus padres la eligieran para ser tu esposa tan solo por su decadente apellido. — dijo Mónica Cervantes, acercándose a Eduardo para susurrar en su oído. — ¿No crees que ese vestido se verá mejor en mí? Ahora que seré tu esposa, y que sabes que yo jamás te traicionaría, debo de verme exactamente a tu altura mi amor…y sería un completo desperdicio que ella se llevase ese vestido… —Eduardo miró con desprecio a aquella sucia mujer. Había sido un completo estúpido por haberla amado a pesar de todo. Emma Borbón había demostrado ser exactamente el tipo de mujer que temía desde el principio…una marginal traidora que solo tenía un elegante y ancestral apellido. Acercándose a ella, forzó a Emma a ponerse de pie y la miró directamente a sus ojos violeta que una vez había adorado, luego, vio su abultado vientre de siete meses de embarazo. Luego, se alejó.
— Eres tan ruin que me acusas a mí de tener un amante cuando eres tú quien ha metido a esa mujer en nuestra cama. ¿Cómo te atreves? — Emma cuestionó indignada. Eduardo se río al mismo tiempo que Mónica. — Oh no querida, yo no soy la amante de Eduardo, desde hoy soy su mujer, su verdadera mujer y así debió de haber sido siempre, ahora, miserable, firma esos papeles y libera a mi hombre del lastre que eres, un apellido prominente, pero en la ruina, no es digno para el heredero de los Lancaster, si no lo haces, Eduardo hará que la familia de tu padre deje de recibir el apoyo de la reina, y no creo que quieras que tu familia pierda más de lo que ya ha perdido… ¿O si Emma? — cuestionó Mónica con crueldad. Mirando a Eduardo, Emma supo que él estaba dispuesto a arruinar aún más a su familia. Tomando aquellos papeles de las manos de Mónica, Emma puso su firma en ellos. Desde ese momento y para siempre, ella y Eduardo eran libres del otro. — Te vas a arrepentir de esto…Eduardo. — musitó. Acercándose nuevamente a Emma, Eduardo la tomó por la barbilla para contemplar su rostro. Aquella mirada no derramaba lágrimas, y el, lo odió. — Mónica tiene razón, no mereces nada más de mí que no sea mi desprecio. — dijo Eduardo con crueldad. Y haciendo uso de su fuerza, Eduardo rápidamente comenzó a arrancar bruscamente aquel vestido del cuerpo de su ahora ex esposa, hasta dejarla en ropa interior. Emma, apretando sus puños ante aquel acto cruel, se mordió el labio inferior negándose a derramar una sola de sus lágrimas, pues no iba a darles el gusto a esos dos miserables de verla rota y herida como se sentía en ese momento. — Que patética eres, Emma, pero eso te pasa por creer que alguien como tú, de tu…calaña, podría ser la digna esposa de Eduardo Lancaster, el próximo Duque de Balmoral. — dijo Mónica pavoneándose con aquel vestido que le fue arrancado a Emma en sus manos. La risa burlona de aquella mujer que tan solo se había dedicado a instigar y crear falsos rumores contra ella desde el primer instante en que puso un pie en el castillo Balmoral, resonó en aquella habitación. Los sirvientes habían volteado la mirada para no verla casi desnuda, maltratada y humillada; sus damas, sollozando casi en silencio, prefirieron salir corriendo de allí. — Ven aquí maldita traidora, ahora verás porque no debiste traicionarme jamás. — y tomándola del brazo con demasiada fuerza y brusquedad, Eduardo comenzó a empujarla en dirección a la enorme y vieja puerta que una vez la vio entrar como la esposa de aquel hombre al que ella amó desde que era una niña, y ahora, la veía salir sumergida en la humillación. — Yo no te traicionaría jamás, Eduardo, pero si has decidido creer a esa mujer antes que, a mí, entonces, que así sea. Algún día, volveremos a vernos las caras y te lo juro, haré que te arrodilles frente a mí. — dijo con voz firme la hermosa mujer de cabellos rubios y piel tan blanca como la nieve que era arrojada con violencia y crueldad fuera del castillo. Mirándola con odio y sin ningún tipo de miramiento, Eduardo Lancaster arrojó con crueldad a Emma Borbón casi desnuda hacia afuera, haciendo que está rodará las escaleras hacia abajo haciéndose daño. Emma, desesperadamente intentó cubrir con sus manos su abultado vientre, golpeándose con violencia en él. — Escúchame bien, Emma, tú nunca has sido nada sin mí y jamás serás nada si no estoy a tu lado, el día que vuelva a verte y si tienes más poder que yo, entonces, me arrodillaré ante ti, mientras tanto, intenta sobrevivir a la nevada, porque nadie aquí, va a ayudarte. — aseguró Eduardo lanzando una mirada amenazadora y severa a la servidumbre. Emma pudo ver aquella sonrisa triunfal y burlona en Mónica Cervantes, y un profundo desprecio y rencor en Eduardo Lancaster. Levantándose a duras penas, y tocándose el vientre temiendo por la vida de su hijo o hija, la mujer les dio la espalda a ambos y caminó por el viejo sendero empedrado que una vez la recibió con regocijo.Ella volvería a ese lugar, y haría que esos dos miserables pagarán por lo que le habían hecho, se lo prometió a sí misma.
Mónica Cervantes se abrazó de Eduardo Lancaster mientras miraba a Emma marchando casi desnuda entre la nieve. Todas aquellas mentiras que le había dicho al hombre que deseo para ella siempre, finalmente dieron resultado después de todo un año, y ahora ella, y nadie más que ella, sería la esposa de Eduardo Lancaster, la única mujer que calentaría su cama.El canto de las aves rompía el silencio de la mañana, y las copas de los árboles, se mecían apaciblemente en el gentil viento. La servidumbre comenzaba su rutina diaria, y corría de aquí hacía allá preparando todo para el nuevo día. El aroma de los pastelitos que se horneaban en la cocina, llenaba los pequeños y los grandes espacios, y Emma se sintió nostálgica. Hacía un tiempo atrás, aquella había sido su vida diaria, y así habría seguido si aquella fatídica noche nunca hubiese ocurrido. Los hijos de los sirvientes, corrían alegremente en los jardines de servicio, y nuevamente, aquel doloroso nudo con el que llevaba peleando seis meses, le estrujaba la garganta, y el llanto reprimido, amenazaba con escapar, pero, no iba a permitírselo.—Pareces demasiado nostálgica, ¿Todo esto te trae recuerdos? Es una pena que ya no seas la señora de este lugar. — la burlona voz de Mónica irrumpió en sus pensamientos.Decidiendo no prestarle atención a esa maliciosa mujer que no había traído más que
El cielo de esa mañana se mostraba claro y sin una sola nube gris que anunciara una lluvia repentina como solía ocurrir en aquel valle. Daniel disparaba hacia el blanco en su campo de tiro, mientras mil cosas se paseaban en su mente. Aquellos ojos violeta vivaces y llenos de odio, no lograba sacarlos de sus pensamientos. Aquella mujer había demostrado ser una fiera, y aquello, le gustaba. Era mejor que la sumisa esposa que fue para su hermano mayor y que él llegó a despreciar al creerla diferente. Por supuesto, a pesar de ello había decidido protegerla desde las sombras, pues aún en medio de su desprecio inicial por Emma Borbón, había nacido un profundo respeto hacia ella…y una adoración que no entendió como ni cuando pasó. — Pareces muy concentrado, hermano. Supongo que es porque estás obligado a casarte con esa sucia mujer. — dijo Eduardo.La voz de Eduardo interrumpió en el campo de tiro, sin embargo, Daniel no se dignó a mirar a su hermano. — ¿Qué es lo que quieres? Di instrucci
Era la hora del té, y la reina Berta, en el castillo de Buckingham, miraba a su mayordomo entrando al saloncito en dónde se encontraba. — Su majestad, la señorita Borbón parece haber arribado sana y salva a Balmoral. — La reina sonrió. — Bien, asegúrate de que nuestro querido Mikael Borbón sepa que su hija se encuentra a salvo. — ordenó. — Si su alteza. — Dando un elegante sorbo a su taza de té, la reina sonrió. Sabía que su querida sobrina nieta, no estaría para nada contenta con aquella pequeña sorpresa extra que olvidó intencionadamente mencionarle en su reunión. Sin embargo, estaba segura de que ese par de jóvenes, encontrarían el camino, después de todo, no tenían más opciones. Los conflictos internacionales cada día eran más tensos, y la mayoría de las personas de la vieja Inglaterra no estaban satisfechos con el dominio que los Cervantes habían logrado ya al matrimoniarse con miembros de la realeza. Era el momento de arreglar las cosas...y solo la sangre noble y joven podr
Aquellos caminos eran familiares. Emma Borbón recordaba esos senderos que llevaban hacia el viejo castillo de Balmoral y que hablaban de una vieja historia de amor, en que una princesa en desgracia, era rescatada por un príncipe que juró protegerla, aun cuando sus familias habían decidido sus destinos. Por aquellos senderos arbolados que la recibieron por primera vez en una primavera hacía ya un año, caminó muchas veces tomada de la mano de su ex esposo. La última vez, recorrió aquel camino empedrado durante una cruel tormenta en pleno invierno, sola, casi desnuda, descalza, y con el alma hecha pedazos. Apenas y si había logrado sobrevivir gracias a aquel buen samaritano que la rescató esa noche. Estaba regresando a Balmoral nuevamente en primavera. Quizás, aquello era una cruel manera que el destino tenía para burlarse de ella. “Debes de ser fuerte, nuestro regreso a la monarquía es inminente, pero no debes arruinarlo esta vez” Una sonrisa irónica se dibujó en sus labios. Su madre
Seis meses pasaron. Altos tacones resonaban en el suelo de mármol de aquel corredor que conducía al estudio privado de la reina. Los murmullos se escuchaban por lo bajo, hablando de divorcio y traición, pero se callaban en el acto después de recibir aquella mirada fría y fiera que no mostraba rastro alguno de piedad. Su mirada violeta se había tornado tan helada como aquella tormenta que casi la llevó a los brazos de la muerte, y que le arrebató lo único que podría haber dejado en ella la bondad de un pasado que no volvería más. — Señorita Borbón, pase por favor, su alteza la está esperando — Sin inmutarse, Emma entró en aquel viejo recinto que hablaba de un glorioso pasado que siglo tras siglo se volvía más y más decadente. Y como si fuera parte de aquel panorama antiguo, la reina Berta la miró con comprensión. Nadie lo sabía, pues los Borbón habían perdido sus títulos nobles a causa de un conflicto orquestado por los Cervantes españoles hace años, pero eran los únicos miembros d
El corazón de Emma se había roto en pedazos. Había sido la prometida de Eduardo desde que tenía memoria, y aun cuando su matrimonio fue un arreglo entre sus familias, siempre lo vio como aquel príncipe que la amaría a pesar de que su familia había perdido sus títulos décadas antes, pero, no había sido así, y esa imagen en su mente, se había desvanecido por completo. Los pies le dolían, la helada nieve se los estaba quemando, pero, aun así, Emma no se detendría. Aquel sufrimiento y aquella humillación le serían recompensadas un día, se lo prometió. De a poco, su piel amoratada se iba enfriando más y más ante aquella tormenta que sin piedad asolaba aquella región; pronto, se quedaría sin fuerzas. No sabía por cuánto tiempo había estado caminando y sus ojos lastimados por la nieve no le permitían ver allá de unos pasos delante de ella. Aquel recorrido por la carretera azotada por la tormenta era brutal, el hielo se le clavaba en la piel como pequeñas agujas que le hacían daño y Emma sa
Último capítulo