Mundo ficciónIniciar sesiónSeis meses pasaron.
Altos tacones resonaban en el suelo de mármol de aquel corredor que conducía al estudio privado de la reina. Los murmullos se escuchaban por lo bajo, hablando de divorcio y traición, pero se callaban en el acto después de recibir aquella mirada fría y fiera que no mostraba rastro alguno de piedad. Su mirada violeta se había tornado tan helada como aquella tormenta que casi la llevó a los brazos de la muerte, y que le arrebató lo único que podría haber dejado en ella la bondad de un pasado que no volvería más. — Señorita Borbón, pase por favor, su alteza la está esperando — Sin inmutarse, Emma entró en aquel viejo recinto que hablaba de un glorioso pasado que siglo tras siglo se volvía más y más decadente. Y como si fuera parte de aquel panorama antiguo, la reina Berta la miró con comprensión. Nadie lo sabía, pues los Borbón habían perdido sus títulos nobles a causa de un conflicto orquestado por los Cervantes españoles hace años, pero eran los únicos miembros de la realeza que fuera del linaje principal, tenían sangre de reyes en sus venas. — Ah, mi querida Emma, hace tanto tiempo que no te veía, supe que habías vuelto de Estados Unidos, así que te mandé llamar de inmediato — Emma sonrió sin ganas. — Lo lamento tía Berta, pero he estado ocupada con mis estudios en el extranjero. Mi padre quiere que me concentre solo en eso, ya lo conoces, piensa que voy a caer en una profunda depresión debido al matrimonio entre Eduardo Lancaster y Mónica Cervantes, pero ahora que la tía Bernarda ha muerto y tú has ascendido al trono en su lugar, no creo que los Borbón tengamos nada de qué preocuparnos, a menos que decidas mantenernos sin nuestros viejos títulos como lo hizo tu hermana que tenía una marcada preferencia por los Cervantes y no le importó perjudicarnos — dijo la rubia sin temor. La vieja reina sonrió. Aquella actitud distaba mucho de la que su sobrina-nieta había mostrado siempre. Lo que esas personas le habían hecho, fue imperdonable, pero no podía simplemente impartir castigos sin consecuencias. Sin dejar de mirar a aquella hermosa joven, admiró sus ojos violetas. — Los ojos violetas que tienes, le muestran al mundo tu verdadero linaje. Los Borbón fueron los primeros reyes, y dejaron de serlo tan solo porque en aquellos entonces, no nació un hijo varón. La razón por la que te he llamado hoy, es para decirte que he tomado una decisión. Cómo sabes, fui la segunda en la línea de sucesión al trono y por ello ahora soy la reina, pero no tengo herederos ni mi hermana los tuvo, así que los siguientes en la línea de sucesión, son los Lancaster. Sin embargo, Eduardo ha mostrado deshonor al casarse con esa muchacha de linaje inferior, Mónica, y aun cuando su familia desciende de la realeza española, no es digna de llevar el título de reina consorte porque ese no es mi deseo. Mi hermana iba a permitirlo, pero yo no lo haré de ninguna manera. — Emma alzó una ceja. — ¿Qué es lo quieres decirme tía? — cuestionó. La vieja mujer de ojos violeta suspiró. — Quiero que vuelvas a Balmoral para que seas instruida por Daniel Lancaster, el menor, son casi de la misma edad, si acaso, creo que él te llevará algunos cinco años… — No — interrumpió Emma. — Lo siento, su majestad, pero no estoy lista para volver, no aún…sé que para nadie es un secreto lo que ese hombre, Eduardo, ha dicho sobre mí, hablando sobre infidelidad y traición como una pobre excusa para sacarme de su cama y meter a Mónica. Pero esa no es la verdad, yo jamás lo traicioné, y el hijo que perdí por culpa de esos dos, no era el hijo de un amante. Pedirme que vuelva ahora a dónde están las dos personas que más odio en el mundo, es demasiado. Yo quiero venganza, quiero hacerles sufrir lo mismo que me hicieron sufrir a mí, pero no puedo hacerlo aún, y si decir la verdad va a condenarme, que así sea. — admitió. La reina sonrió. — Quiero, mi querida sobrina, que comiences a prepararte con Daniel, quien desde que era solo un niño, fue preparado para convertirse en el próximo Duque de Balmoral. La razón, es porque he decidido devolver todos los títulos que mi hermana retiró a los Borbón, y desde este momento, tu padre ha vuelto a ser el príncipe Borbón de Borbón, y, por consecuencia, tu, su hija, eres la princesa. Y dado a mi decisión de devolver los títulos a tu familia, ustedes son los primeros en la línea de sucesión después de mi fallecimiento…algún día, mi querida Emma, tú serás la nueva reina. Aunque, por supuesto, en el baile de invierno de este año, todo esto que acabo de decirte, será anunciado al mundo entero, y actualmente solo las personas de mi entera confianza, lo saben. — Emma se quedó en silencio. Algún día, ella sería la reina…y entonces. — Bien, lo acepto, volveré a Balmoral bajo la tutela de Daniel Lancaster, cumpliré con tu deseo, tía — dijo sin emoción. La reina se sintió triste. Su sobrina apenas y si había mostrado reacción alguna. Sin duda, su corazón, aún latía dentro de su pecho, pero había muerto aquella noche en que Daniel Lancaster la llamó para decirle lo ocurrido, y esa misma noche, el juró protegerla, aún y cuando ella no recordara el rostro de su salvador. — Tu padre ya ha sido avisado, partirás mañana al amanecer, y volverás a Balmoral. Puedes retirarte — — Entonces no hay nada más que decir, su majestad, me retiro. — respondió Emma, sabiendo que aquella oportunidad, le daba todo el poder para llevar a cabo su venganza, Y saliendo de aquel estudio, notó las miradas de todas aquellas personas que murmuraban. Quizás, aquello era un golpe de suerte, quizás, su tía había decidido ser generosa; no sabía la razón de aquello, pero tampoco le importaba. Aquella noche en Balmoral ella lo había perdido todo. Su apellido mancillado, su orgullo y dignidad pisoteados…y aquel hijo que llevó en su vientre y que no llegó nunca a conocer debido a la crueldad de su ex esposo y su amante. Apretando los puños, sus ojos violetas se tornaron vacíos. Se había marchado para planear una venganza que ahora le había sido servida en bandeja de plata…y los haría pagar por todo el daño que le habían hecho. En Balmoral, Daniel Lancaster miraba los verdes árboles que, majestuosos, coronaban el camino hacia el viejo castillo. No había nieve en las copas verdosas, ni hielo sobre el empedrado sendero. Los recuerdos de aquella noche en que una de las damas de Emma Borbón le avisó sobre lo ocurrido, llegaron hasta el. Salió tan rápido como pudo, y condujo durante casi dos horas en medio de aquella tormenta, encontrando a la mujer casi congelada y semidesnuda en ese mismo bulevar que ahora se hallaba frondoso y lleno de flores. Encendiendo un cigarrillo, sintió de nuevo aquella desesperación y el terrible rencor que aún guardaba por su hermano mayor y su nueva esposa. Lo que habían hecho con esa mujer, había sido más que atroz. Iba a ayudarla, ayudaría a la hermosa Borbón a completar su venganza…quería ver el fin de los Lancaster, y quería a esa mujer entre sus brazos. Él era el rey entre las sombras, y Emma, sería su reina. Esa sería, su propia revancha en contra del padre y el hermano que tanto odiaba.






