Serena solía ser una de las actrices más famosas de Hollywood, hasta que un escándalo le arrebató todo, dejándole no solo inmensas cicatrices a su corazón, sino también una reputación por los suelos y la responsabilidad de otra vida sobre sobre sus hombros. A cuatro años de irse a la ruina, no le queda más remedio que aceptar papeles humillantes en series de poca monta donde actrices mediocres se desquitan con ella por su falta de éxito. Sumado a eso, su cada vez más precaria situación económica apenas le permite mantener a su nena de tres años, la lleva aceptar cualquier trabajo que pueda encontrar, incluso aunque venga de él. Y por él nos referimos a uno de los hombres más crueles a quien Serena podría conocer en su vida. Grayson Blackwell le ofrece el mundo de nuevo, la fama de nuevo, a cambio de algo que ella no puede darle de ninguna manera. Enamorarse de él será casi tan doloroso como descubrir que tiene una agenda oculta, una en la que planea destruirla aun más de lo que ya lo está. Pero nada será tan terrible como saber que él es el culpable de la muerte de la persona que más amaba en el mundo. A veces la venganza es la que es ciega y el amor le devuelve la vista. Y a veces también es demasiado tarde para eso... ¿o no?
Leer másCAPÍTULO 1. La amante perfecta
La mujer apretó desesperadamente el botón del ascensor; su cara mostraba odio, miedo y frustración... y algo más, otras emociones que quizás no deberían estar ahí. Finalmente, la impaciencia pudo más que ella y terminó corriendo escaleras arriba, entre tropezones y jadeos ahogados.
Alguien le había mandado una foto de su esposo, el hombre al que había amado con locura durante los últimos cuatro años, ¡siéndole infiel con su mejor amiga! ¡En aquel hotel!
¡No podía creerlo! ¡Todo en sus movimientos era un caos, y cada lágrima que salía de sus ojos lo demostraba! Pero todo fue mucho peor cuando empujó la puerta de aquella habitación que alguien había dejado entreabierta y vio a su marido tirado en la cama, con aquella mujer encima, con la ropa a medio quitar y besándolo con pasión.
—¡Randall! —gritó desesperada y la mujer sobre él se apartó de inmediato, tratando de subir su ropa con expresión sonrojada y nerviosa—. ¡Eres un maldito infiel! ¡Y tú eres una mala amiga! ¡¿Cómo pudieron hacerme esto?! —sollozó la mujer—. ¡Oh, Dios, ¿cómo pudieron!? ¡Si yo hubiera dado mi vida por ustedes dos! ¡Eran mis personas más amadas! ¡Eran...!
—Ay por favor... —suspiró la amante con fastidio—. Si tú no te hubieras metido en medio ahora yo sería su esposa. Así que ahora te aguantas, porque yo no voy a dejar de...
Sus palabras fueron interrumpidas por una violenta bofetada que la mandó al suelo, sosteniéndose la cara mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de consternación... y nadie podría imaginar que eran verdaderas.
—¡CORTEN! —se escuchó el grito frente a ellos y Serena se acarició el rostro mientras intentaba limpiarse aquellas lágrimas como si fueran parte de la escena.
Su corazón latía demasiado rápido, esa bofetada que le había dado Beatrice Harrison, la actriz protagonista de la mini serie, no había tenido nada de actuación. La había golpeado de verdad, la había golpeado tan fuerte que la había enviado al suelo, pero parecía que todo el mundo estaba más pendiente de su mano que del daño que le había hecho a Serena. ¡A esa mano le ponían hielo solo para que pudiera volver a golpearla!
—¡Vamos, todos a sus puestos de nuevo! —exclamó el director sin reparar en absoluto en el rostro enrojecido de su actriz secundaria—. ¡Vamos a tener que repetir la escena!
—¿Repetir? —preguntó Beatrice mientras se acercaba a él—. Pero ¿por qué, Tim? ¡Estoy segura de que mi actuación fue magnífica!
Y por toda respuesta el director le mostró la toma en una pequeña pantalla.
—Perfecta hasta que golpeas a Serena. Se supone que estás destrozada, pero cuando la cámara te enfocas solo muestras satisfacción —replicó.
Y por desgracia esa satisfacción estaba en los rostros de todos, porque todos disfrutaban del escarnio a una actriz caída en desgracia como Serena.
—Bueno... —Beatrice miró a Serena por encima del hombro. No era capaz de describir lo mucho que disfrutaba haciéndole la vida imposible en el set, maltratándola y humillándola, porque ahora por fin era más importante y más famosa que ella—. Me cuesta un poco no dejar salir mis verdaderos sentimientos cuando se trata de ella. No me mezclo bien con las mujeres oportunistas.
No le molestaba decirlo en voz alta para que Serena lo escuchara, especialmente porque sabía que la mujer no podía hacer nada contra eso.
—¡Vamos a repetir entonces, todos a sus puestos! —exclamó el director.
Serena no tuvo más remedio que volver a su puesto sobre el actor que interpretaba a Randall, tragarse el asco porque aquel hombre la manoseara, (porque finalmente ella sí era una excelente actriz), y seguir con la escena hasta que Beatrice irrumpió de nuevo en medio del consabido ataque de llanto y le dio una nueva bofetada.
—¡Ay, perdón! ¿Te lastimé? —le preguntó inclinándose sobre ella con sarcasmo.
—¡Beatrice, ven querida, vamos a refrescarte antes de la próxima toma! —la llamó la productora con tono meloso—. No te juntes con las perras que se te pueden pegar las pulgas.
—Las pulgas y otros malos hábitos, como robar maridos ajenos —cuchicheó una maquillista.
—O cambiar papeles protagónicos a los directores por sus… servicios —dijo otra mirándola de reojo.
Y por más doloroso que fuera eso era todo lo que Serena obtendría de aquel set: humillaciones, agresión, desprecios. El protagonista intentaba manosearla cada vez que podía y le director se divertía en ignorarlo, Beatrice disfrutaba acosándola y el resto del equipo de producción la trataban como a una apestada.
Así que no le quedó más remedio que tragarse su dolor y su impotencia mientras ella sola se ponía un poco de hielo en la cara, y veía cómo todos los demás iban a ocuparse de aquella chiquilla mimada que encima era una terrible actriz.
—¡Serena! ¡A tu puesto! —le gritó el Director y ella se acercó a él con nerviosismo, porque si seguían así pasaría una semana entera sin poder ni hablar.
—Señor Director, por favor esto... esto es actuación. ¿No se supone que tenga que actuar los golpes? —preguntó con voz queda y el tipo la miró de arriba abajo con expresión de asco.
—¡¿También quieres decirme a mí cómo dirigir?! —escupió molesto—. Lo siento, Serena, pero hace falta mucho más que una mujer de rodillas para que logre que haga lo que quiere. ¡Ahora vete a tu puesto!
—Además, el hecho de que le peguen no puede doler más que un aborto provocado, ¿verdad? —se escuchó otro cuchicheo por lo bajo—. Y sabemos que ella tiene experiencia en eso.
Serena pasó saliva y sintió que su corazón se rompía un poco más, a fin de cuentas había estado destrozándose lentamente durante los últimos cuatro años.
Volvió a su lugar y se aguantó una nueva toma, un nuevo infierno, una nueva humillación. A veces creía que solo por eso los productores la contrataban, pata darse el gusto de insultarla y agredirla; sin embargo, por desgracia la dignidad y el amor propio no pagaban las cuentas ni ponían comida en su mesa.
La última bofetada que la mandó al suelo le revolvió hasta el alma a Serena, pero al menos esta vez el director parecía complacido.
—¡Excelente trabajo, Beatrice! ¡Eres una gran estrella! ¡Esa expresión de dolor en tu rostro fue perfecta...!
—Y todo lo demás también lo fue —respondió Beatrice con sorna refiriéndose al golpe—. ¿Ves querida? Estás anticuada, tu tiempo ya pasó, así que supongo que es un honor para ti que te abofetee. A menos, claro, que a la señorita Radcliffe se les ocurra demandarnos.
Y Serena sabía que eso solo lo decía para provocar aun más odio hacia ella.
—¿Es así? ¿Vas a demandarnos, Serena? —replicó el director entre dientes y sonrió cuando la vio negar en silencio—. Perfecto, entonces agarra tu cheque de pago y lárgate, esta fue tu última escena así que no tienes nada que hacer aquí. ¡Largo!
Serena pasó saliva y extendió la mano hacia aquel cheque que la productora le ofrecía, y que dejó caer a sus pies sin que llegara a alcanzarlo.
—¡Uy, lo siento, pero es que no me gusta que me toquen las mujeres con tu... padecimiento! —rio la mujer y Serena sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas mientras se agachaba para recoger el cheque.
—¿Y desde cuándo ser puta es un padecimiento? —se burló Beatrice acercándose a ella—. Además le queda muy bien ese papel ¿no creen? ¡Serena Radcliff es la amante perfecta, y no solo frente a las cámaras! A fin de cuentas, que fuera una zorra era lo que le encantaba a su exdirector, Jerry Huxley, justo antes de que arruinara a su familia y a su matrimonio ¿no es cierto?
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. EPÍLOGOEl viaje de regreso a Varna estaba siendo más largo de lo esperado. Irina conducía mientras Konstantine, sentado a su lado, tarareaba una melodía que ella no reconocía. Comandante estaba en el asiento trasero, con la cabeza apoyada en uno de sus juguetes, claramente encantado con el paseo.—¿Siempre cantas canciones que nadie conoce? —preguntó Irina, girando un momento para mirarlo con una ceja arqueada.—Claro, son exclusivas. Me las invento sobre la marcha —respondió él con una sonrisa amplia, disfrutando de la ligera brisa que entraba por la ventana.—Entonces deberías considerar un cambio de carrera. Tal vez cantante… o poeta.—¿Crees que me contratarían? —preguntó, fingiendo interés.—No lo sé, pero te haré una oferta especial por sesiones nocturnas.Ambos rieron mientras el coche seguía avanzando por la carretera, pero cuando finalmente llegaron a Varna, Konstantine no pudo evitar un suspiro profundo. Era un lugar que conocía bien, pero esta vez t
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 36. Un día libre… y toda una vidaLa luz del mediodía caía con fuerza sobre la villa cuando el barco atracó en el pequeño muelle. Irina, aún descalza y con los restos de la noche enredados en el cabello, bajó al puerto con una sonrisa cansada; y Konstantine la miraba con esa expresión de ternura y devoción que, aunque trataba de disimularla, siempre lo traicionaba. ¡Vaya que entre Comandante y él, uno al lado del otro, no se sabía cuál movería más la cola!Y por supuesto que Comandante los esperaba en la puerta, listo para todas las aventuras del día ¡porque él sí que había dormido bien! Apenas cruzaron la entrada, el pastor belga saltó hacia ellos, casi tumbándolos en su entusiasmo.—¡Ya, ya! —rio Irina, agachándose para acariciarlo mientras Konstantine observaba la escena con una sonrisa.—Pobre, estaba solito —dijo él cruzándose de brazos—. Me siento culpable porque se haya quedado tanto tiempo solito.Irina le lanzó una mirada divertida.—Bueno, al
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 35. Un torbellino en alta mar¿A quién demonios creía que engañaba? Irina apretó los puños mientras su corazón se aceleraba. Estaba enamorada de aquel idiota hasta los huesos, había pasado todo un año tratando de recuperarse de él y bastaba tenerlo delante para que se le alborotaran hasta los pensamientos otra vez.Sintió su boca impactando contra la suya de una forma que era imposible de evitar. La lengua de Konstantine salió a provocarla y ella, que casi no le tenía ganas, con énfasis en “casi”, le rodeó el cuello con las manos para atraerlo contra su cuerpo.Aquel beso se llenó de urgencia y de todas esas malditas emociones contenidas durante tanto tiempo. Irina sintió cómo las manos de Konstantine recorrían su espalda, pegándola a él mientras hacía surcos feroces y hambrientos sobre su piel. La brisa marina los envolvía, fresca y salada, pero el calor que emanaba de sus cuerpos hacía que todo a su alrededor pareciera lejano, insignificante.Konstan
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 34. Un libro abierto.Irina hizo una mueca porque no podía imaginar una muerte peor a que a alguien se lo comieran los cocodrilos, pero al final Mera no era para nada una buena persona y lo había demostrado de la peor manera.—¿Volviste a poner las señales después? —le preguntó y él asintió.—¡Con una botella de Whisky para aguantar pero con una sonrisa en mi rostro! —declaró él—. Y luego estuve durmiendo dos días. ¡Eran señales muy pesadas!Irina rio entre dientes y luego negó para sí misma porque él tenía que haber sacado su lado más retorcido como para estar contándole aquello y que a ella no le importara para nada.Por fin cuando estuvieron a suficiente distancia de la costa, Konstantine detuvo el barco y aquella cita se volvió una cena sencilla pero encantadora: una pequeña mesa montada en la cubierta, con una botella de vino tinto y un par de platos de comida mediterránea que Konstantine había preparado.Irina lo miraba con algo de asombro mientr
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 33. Un hombre desempleado.Konstantine le sujetó las muñecas, porque la verdad era que la revista no hacía daño, pero la conocía lo suficiente como para saber que de alguna manera, le estaba rompiendo de nuevo el corazón.—Sí lo hice por ti, Irina. Todo esto, todo lo que he pasado, lo hice por ti. Porque te amo. Nunca he dejado de amarte.—¿Y por qué no me lo dijiste? ¡¿Por qué no me dijiste lo que ibas a hacer, o que estabas preso?!—¡Porque no quería poner eso sobre tus hombros!—¿¡Y qué demonios estás haciendo ahora si no es ponerlo sobre mis hombros, Konstantine!? ¡Aunque sea un año después!Él respiró hondo y la envolvió en un abrazo apretado.—Porque las cosas son distintas ahora. Ahora sí puedo pelear. No espero que cambies nada o que hagas nada, solo quería que supieras la verdad.Irina dejó escapar un suspiro tembloroso, tenía las emociones a flor de piel, había estado un año con las emociones a flor de piel y solo podía pensar en que si el id
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 32. ¿Por qué?El corazón de Irina latía tan rápido que ella sentía que se le saldría del pecho de un momento a otro, pero cuando Konstantine pronunció aquellas palabras quiso que la tierra se abriera bajo sus pies.—En una cárcel militar —confesó porque se dio cuenta de que ya no podía seguir mintiéndole ni ocultándole nada—. Estuve un año en una cárcel militar. Ese es el precio que tienes que pagar cuando decides abandonar una unidad como la Brigada 68.Irina se quedó muda, como si aquellas palabras hubieran logrado sacar lo peor de sus miedos y se los hubiera puesto frente a los ojos. Finalmente logró articular una pregunta:—¿Por qué… por qué lo hiciste?Konstantine se recostó en su silla, suspirando profundamente.—Porque no podía seguir con esa vida. No después de lo que pasó contigo. Necesitaba salir, necesitaba ser libre... y necesitaba poder mirarte a los ojos algún día sin sentir que te estaba mintiendo.Irina apretó los puños y todo lo que vi
Último capítulo