Cuando Sara Marcos llevaba tres semanas de matrimonio con el que creía que era el amor de su vida: Alexander Batista escucho una conversación de sus padres que le hizo arruinarlo todo... Su corazón se cerró por completo para el hombre que amaba, su ánimo cayó en picada y su humor se volvió terrible. Nunca espero una traición de aquel al que tanto adoraba conjunto a su querida hermanita Tamy, sin embargo tres años después cuando el divorcio parece la única opción e incluso es evidente que debió haber llegado hace mucho tiempo porque parece que no queda nada de aquel romance maravilloso ciertos descubrimientos pondrán en juego la seguridad de Sara y la harán cuestionarse si debió dañarlo todo...
Leer másMiré a Alexander, sus ojos verdes parecían cansados... Hartos, los últimos tres años le había hecho la vida un infierno desde que descubrí su perverso plan con mi hermana Tamy, sin embargo ya estaba agotada de luchar, herir y vengarme así que le había solicitado el divorcio pues quería pasar mis últimos días en paz.
—¿Entonces firmarás?—pregunté, había ido hasta su oficina con mi abogado para presionarlo. —Si, supongo que decides esto ahora que mi empresa triplicó su valor... Me arruinaste la vida los últimos tres años y justo cuando estoy en mi mejor momento económico decides que te vas. —No me interesa, quédate con todo. —¡¿Qué?!—preguntó sorprendido—sé que estas en una mala situación, tu madre lo perdió todo por culpa de tu padrastro... —No soy imbécil, Alexander—apreté los labios, realmente aquel hombre había arruinado a mi familia... Todo lo que nos dejó mi padre se había perdido—conozco la situación de mi mamá. —¿Y qué harás sin nada?—cuestionó mirándome sorprendido—Es increíble que la mujer que me ha odiado tanto no quiera quedarse con todos mis bienes. —No quiero trabas ni nada tuyo, si te preguntas que haré para vivir: ejercer mi profesión. —La sociología tiene un pésimo mercado laboral—dijo mirándome de soslayo, quizás era cierto pero yo había decidido estudiar por pasión más que por dinero porque en aquel momento me sobraba. —¿Qué te importa?, también sé hacer repostería y bisutería... Puedo vivir como una hippie mochilera, mi único interés en separarnos y poder vivir mis últimos días en paz. —¿Últimos días?—dijo levantando las cejas con gesto de extrañeza. Odiaba cuando Alexander se hacía el bruto, como si no supiera... Como si hace tres años luego de las mejores tres semanas de mi vida siendo recién casada no hubiese escuchado a mis padres comentar qué él solo esperaba que yo muriera para poder casarse y vivir una vida plena con su verdadero amor: Tamyria, mi hermana menor. Nunca hablé de mi enfermedad terminal con él y no supe como se enteró, pero luego de eso no soporté, enloquecí a más no poder... Todo aquel amor se transformó en odio, hasta que por fin hoy he decidido librarnos a ambos de este infierno que un día fue el paraíso. —No te hagas—contesté con una sonrisa áspera—estabas esperando este momento desde el primer día—se me humedecieron los ojos, de repente era aquella recién casada enamorada hasta el tuétano descubriendo la dolorosa traición... A veces se sentía como el primer día. —¿El divorcio? Si, lo otro no... Así que explícate si quieres que firme. —Bueno... Son mis últimos días, pronto tendrás paz para casarte con Tamyria. —¿Qué? —Solo firma, me harta cuando te haces el bruto. —No Sara, a mí me harta cuando actúas como una loca... Nisiquiera puedes decir algo coherente. —Es que no necesito explicar eso para que puedas humillarme, la única razón que debe importar es que este matrimonio es un fiasco... Que ya no hay nada por que quedarse y que... Es lo mejor para ambos. —Lo sé, ¿pero por qué ahora? —Quiero estar tranquila, descansar y no verte más... Además tu ya debes tener más amantes por ahí y pronto vendrá la mujer por la cual tanto esperaste—junte mis manos y apoye la frente, ya me dolía la cabeza de tanto hablar. —No tengo amantes, ¿y tú? —No, es otra razón importante para terminar esto de una vez—dije torciendo los ojos—¿Y por qué no tienes amantes, nadie te quiere o qué?—se carcajeo, burlándose de mi pregunta con descaro. —Tengo principios... Y si he tenido la oportunidad. —O nadie te quiere. —Mi asistente me quiere—lo mire frunciendo el ceño—en la mañana me ofreció... Bueno nada, igual no acepté. —¿Ajá?, ¿Qué te ofreció? —No es de tu incumbencia, mujer puritana. —Seguro solo quiere dinero. —¿Tú no quieres lo mismo?—me cuestionó, aunque antes eso no me hacía falta y ahora no me importaba. —No, yo te amaba... Podría haber vivido debajo de un puente con tal de...—me detuve en seco, mejor no seguir. —No entiendo que pasó—murmuró como si aún le afectara. —Firma el maldito papel, me tiene cansada tu cinismo. Él me miró, un dejé de tristeza se reflejaba en sus ojos, incluso yo sentí un inmenso dolor en el pecho; realmente me hubiera gustado que todo fuera diferente pero la vida es cruel. Me tope con su semblante serio, dudoso de qué hacer, sus cejas gruesas y oscuras, sus ojos verde oliva, sus labios rojo frambuesa... Aquellos rasgos enteramente masculinos qué alguna vez me hicieron enloquecer, las manos grandes, el cuerpo fuerte, el aroma delicioso y la personalidad agradable. Recordé nuestras conversaciones interminables en las madrugadas, el último verano en el que aún fui joven... Antes de terminar la universidad; cuando íbamos a bailar, cuando veíamos series hasta dormirnos, quizás nos amamos demasiado y gastamos todo el amor del que teníamos permiso para usar en este mundo; tal vez a Tamyria le correspondía gozar de aquello, mientras a mí me cobijaba el frío hálito de la muerte. —En cuanto aclares lo que me dijiste hace un rato: firmaré. —Tamyria y tú. —¿Tamyria tu hermana...? —Si, planeaban casarse luego de mi muerte—Alexander hizo cara de incomprensión total. —Estás mal de la cabeza, fuimos novios dos semanas en el colegio pero realmente tu fuiste la que siempre me gustó. Tu padre insistía en que prefería que estuviera con ella pero nunca me importó su opinión, de todas formas ya está muerto. —Sé que lo haces para no lastimarme... No es necesario que mientas más. —¿Lastimarte?... No me importa en lo más mínimo, has sido una bruja durante los últimos tres años, incluso he llegado a desear que mueras de lo perversa que has sido. —Bueno se cumplió tu sueño: pronto moriré, ahora firma y dame paz en mis últimos días de vida. —¿Te vas a suicidar? —¿Eso te gustaría? —No. —Pues dijiste... —Si pero no, porque alguna vez te amé más que a mi vida y siempre me arrepentí cuando te desee el mal. Dime la verdad Sara. —Eso que te dije lo es. —Pues te equivocas, en cuanto aclares te daré el divorcio y agradece que mientras tanto no vas a andar por ahí vendiendo pan y pulseras mientras fumas hierba como la vagabunda qué eres. Estuve a punto de creerle cuando repentinamente mi teléfono vibró, vi que era un mensaje de mi mamá que me revolvió el estómago: «tu hermanita volvió a la ciudad».Estuve siguiendo a Oceanía para ver porqué se había vuelto tan loca, si bien era cierto yo tenía muchos años sin saber que había sido de ella no había razón alguna para que estuviera tan deschavetada o al menos eso creía yo. Nuestra amistad llevaba mucho tiempo de ser, nos habíamos conocido de niñas en el pre-kínder y desde ahí no nos habíamos soltado, profesamos siempre sinceridad, cariño y respeto. Ella era de las personas a las cuales yo quería más, era un alivio al corazón en aquel mundo corrupto pero ahora parecía que se había vuelto parte de toda aquella maldad.Descubrí que en realidad, una de las aparentes razones de la locura de mi amiga era que se había enamorado de Carol y antes de que ella se hiciera novia de Bryan habían vivido y corto pero intenso romance; la verdad en un principio no podía creerlo, durante todos aquellos años siempre había creído que mi amiga era heterosexual pero resultaba que no. Estaba realmente sorprendida esa mujer era demasiado descarada para atre
Alyla se encargó de hacerle imposible la vida a su tía Tamyria, tal y como lo prometió. Tendría que decir que estaba molesta con ella o afectada de la mala actitud que tenía mi hija pero la verdad era que no era así en lo absoluto, me enorgullecía en parte porque a pesar de todo demostraba que ella sí me quería. Estar olvidada en un rincón hacía que ese sentimiento se fuera disipando de mi mente, el afecto de Alexander me parecía algo demasiado lejano ya ni me acordaba de como se sentía. Nuestras dulces memorias se convirtieron en un recuerdo, pronto el olvido ocupo el lugar que alguna vez era del amor. Era como si el fuego hubiera quemado tan profundamente que ya no quedará nada más.Alexander siempre apoyaba a su hija y culpaba a Tamyria: «ella tiene razón—le recriminaba—eres demasiado vanidosa no le pones la suficiente atención a los niños», «pasas más horas frente al espejo que cuidando de ellos», «Alyla tiene razón Zett parece un niño abandonado, se la pasa vagando por la casa s
Así el tiempo transcurrió de la manera más cruel posible para mí. Pasaron cinco años en los que vi como mi hermana y mi esposo se iban enamorando lentamente el uno del otro, mientras yo era un espectro vacilante que oscilaba en los escondrijos de aquella mansión que alguna vez fue construida para mí como un templo de amor. Nunca pasó nada explícito entre ellos salvo besos robados en momentos vulnerables, situaciones que se pudieran excusar como la ebriedad o una situación mental inestable. De todos modos no importaba si habían relaciones sexuales o no, muchas veces el amor más fuerte es aquel que no se dice, no se le cuenta a nadie pero que aún así permanece intacto a través del tiempo. Muchas veces, al observar aquel espectáculo deseé morir. Yo ya no tenía nada que hacer en ese mundo, era un cuerpo inerte y abandonado, como un mueble más en aquella casa. Todo el amor que Alexander alguna vez me juró se había diseminado con el tiempo, quizás se le había olvidado o quizás mi recuerdo
Que Alyla fuera capaz de verme me llenó el corazón de amor, mis días eran un poco más plenos me sentía exageradamente feliz por esa parte pero en cuanto a la relación de mi esposo y mi hermana esta totalmente destrozada. Mi hija era mi mayor felicidad, para mí ella era lo más hermoso que había en este mundo, agradecía el hecho de tenerla, de conocerla y de que ella a su vez pudiera conocerme a mí. Siempre sonreía cuando estaba cerca, mi sola presencia lograba calmar su llanto y su desesperación, la cuidaba pero no era suficiente para mí... Quería poder alzarla, sentir su calor, su humanidad. Ese amor sin contacto no era suficiente para mí pero al menos tenía la oportunidad de establecer cierto vínculo. Así me pase muchos días, estando con mi bebé, nadie notaba mi presencia salvo una de las enfermeras pero no de manera directa probablemente pensó que era un fantasma de un antepasado porque mencionó: «está niña parece como que ve espíritus», sin embargo luego se olvidó de eso. No era
Tamyria y Alexander se pasaron por las nalgas las palabras de Jacob puesto que siguieron actuando de la misma manera, eran un par de sinvergüenzas sin lugar a dudas, suponía que yo había quedado en coma para luego convertirme en un ente espectral solo para comprobar que tenía razón en cuanto a la idea de que entre ellos existía algo romántico. Y si, quizás no de la manera en que yo lo había imaginado pero mis suposiciones siempre fueron reales. ¿Estaba feliz con eso? No por supuesto que no pero al menos me alegraba tener la razón. Todo este tiempo teniendo esa espinita en el corazón y resultaba ser verdad. Mi corazón estaba destrozado, yo era una payasa, las más payasa del mundo. Siempre me vieron la cara de estúpida.Aunque enterarme de aquello no me hacía feliz, solo me deprimía, sentía que cada vez me sumergía más en la miseria total, ¿por qué debo ver como mi esposo y mi hermana se vuelven a enamorar de nuevo después de años separados?, ¿por qué el universo es tan cruel conmigo?,
Alexander no admitió estar enamorado de Tamyria, aunque yo tenía mis reservas... Al igual que mi hermana sentía que él estaba ocultando la verdad, quien sabe porqué, después de todo yo era como un mueble más en esa casa así que supuse que el queria mantener su lealtad mientras llegaba mi inminente muerte. Seguro en algún momento de los tres años en que me mantuve odiándolo perennemente él, a su vez, dejo de amarme. No lo culpaba a decir verdad: a pesar de que nuestra relación de noviazgo había sido maravillosa nuestro matrimonio era un fiasco, prácticamente no teníamos buenos momentos. Si yo iba a morir para poder liberarlo de aquel terrible encadenamiento esperaba que fuera pronto, no quería estar ahí irrumpiendo la vida de ese par.Quizás eso era lo mejor: Alexander teniendo una nueva vida y cumpliendo su sueño de ser papá pero con otra mujer, una que no lo hubiera lastimado tanto como yo lo hice, alguien de quien él tuviera una buena idea no una perspectiva gris y deprimente como
Último capítulo