III

Cuando desperté ya comenzaba a oscurecer, estaba tan mareada y adolorida que ni pude levantar. «Que golpazo—pensé desanimada—me duele hasta el alma», recordé el mensaje de Tamyria y se me nubló la vista por las lágrimas de rabia. Cuánto la odiaba, descarada. De repente alguien encendió la luz de la habitación.

—Gracias por dejarme almorzando solo con las chifladas de tu mamá y tu hermana—vió que estaba tirada en el suelo y agregó:—¿volviste a beber?—negué en silencio—¿Qué tienes?

—No me siento bien.

Sin pensarlo Alexander me tomó en sus brazos, alzandome como si fuera un saco de plumas lo cual estaba lejos de ser porque estaba haciendo volumen en el gimnasio para que me crecieran las nalgas. Me llevó a nuestra habitación, me preparó un té, una tostada y un chocolate, luego me ofreció un ibuprofeno, me puso ungüento y me arropó. Supuse que sentía culpa de haber estado con mi hermana.

—¿Por qué no fuiste?

—No quiero verlos juntos...

—Y sigues con eso—contestó molesto, acercó su rostro al mío mirándome detenidamente—¿recuerdas un día que llegaste borracha a la casa y pasaron cosas?

—Llegué borracha muchas veces, mejor dame detalles.

—Estabas con ganas, me besaste, te sentaste sobre mí y me pediste que...

—Cállate mejor.

—No, escucha: ese día me odié por ceder tan fácilmente a tus caprichos de bruja bipolar, pero lo peor fue que te quedaste dormida sin que nada pasará, sin embargo me dijiste que yo si había sido el amor de tu vida pero tú no el mío... ¿Lo decías por ella, en ese momento ya tenías esa idea rara en la cabeza?

—Por eso comencé a odiarte, lo hago más cuando te haces el tonto.

—Nunca amaría a Tamyria.

—Ajá, ¿y por qué?—lo cuestioné harta, era obvio que esos buenos tratos que me daba eran por la gran culpa que sentía.

—Sé lo que te hizo—mi corazón se aceleró aterrado—sé que compartió una foto tuya en el colegio que provocó que te hicieran bullying durante años, sé que se burlaba de tu físico con sus amigas y te hizo desarrollar un trastorno alimenticio, sé que...

—¿Qué?—dije incorporandome aterrada, él no podía saberlo... Era un secreto demasiado doloroso y oscuro que guardaba en lo más profundo de mi ser.

—No creo que quieras hablar de eso.

—Dilo ya Alexander—le exigí.

—Sara... Yo sé que ella te obligó a beber en exceso en una fiesta, en la que Bill Tarteth se aprovechó de ti.

—¿Cómo lo sabes?

—Me lo contó cuando era mi novia, como si fuera algo gracioso—me miró triste, yo tenía muchos secretos que guardaba entre pecho y espalda pero ese era sin duda alguna de los más dolorosos, nunca había estado con nadie antes... Ese suceso lastimó mi cuerpo y despedazó mi alma.

—Fuiste su novio... Y aún así te casaste conmigo, eso es algo horrible.

—Fui su novio porque ella me amenazó y en ese

tiempo tu familia tenía mucho dinero, yo era un pobre muchacho becado pero solo soporté dos semanas.

—Sabes mucho de mí, creí que estarías feliz de que alguien me hiciera sufrir... Después de todo lo que ha pasado.

—Ahora tal vez, eres perversa y loca. Pero no a esa chiquilla que conocí, recuerdo lo linda que eras... Tanto en tu físico como en tu personalidad—me sonrojé, él se acerco y me plantó un besito en la mejilla, luego otro en la nariz.

Corrí el rostro hasta que nuestros labios chocaron, mi corazón se aceleró, su mano se deslizó a mi cuello presionando suavemente, mientras que la otra mano exploraba por debajo de mi camisa masajeando mis pechos, luego bajó sin dejar de besarme, corrió el pantalón y luego la ropa interior, estaba ovulando y él además físicamente aún me atraía. Presionó sus dedos, inevitablemente solté un pequeño gemido.

—No lo hagas—se aparto y me miró extrañado—no es lo correcto.

—¿Por?

—Nos vamos a separar.

—Puede ser nuestra despedida, además tu cuerpo reaccionó con mucho deseo...

—Me afectó el ibuprofeno—dije tapándome con la cobija.

—Buenas noches—contestó riendo, mientras apagaba la lámpara.

Estaba a punto de dormir cuando escuché un zumbido, era el celular de Alexander, normalmente no me hubiera importado pero en ese momento me ganó la curiosidad. Lo revise y solo ver el contacto me dio un vuelvo el corazón: «Tamy», pensé que estaba loca pero realmente estaba allí, leí el mensaje:

«Alex necesito que vengas a verme».

Sentí náuseas, de inmediato otro mensaje llegó, lo miré temblorosa:

«Mi cuerpo te necesita».

«Necesito que me folles en cuatro»

«También quiero chupartela, aunque me lastimes la garganta».

«Necesito sentirte completo»

«Por favor amorcito».

«Te amo, corazón».

Me puse de pie, tomé mi maleta y pedí un taxi a unas cabinas a casi 70km de ahí, gastaría la mitad del dinero de mi tarjeta pero no me importaba. Todo el trayecto, en medio de la oscuridad, lloré como una niña... Aún me afectaba, era evidente que a pesar de estos tres años odiándolo con todo mi ser no había logrado extinguir del todo el afecto que sentía por él. Bueno, esperaba que fuera feliz con ella y también rezaba por no volver a saber de él nunca más en mis días.

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