No pude evitarlo: comencé a llorar, era demasiado doloroso que nisiquiera se esperará a que yo estuviera muerta, mi hermana llevaba tres años viviendo en Italia... Sabía que mi pronóstico eran dos años, y uno más si los milagros existían... Ahora está aquí "casualmente", esa maldita mínimo debió esperar a que me enterrarán. —¿Qué te pasa, te arrepentiste—preguntó el estúpido de Alexander con tono medio burlón- medio indulgente. —No, pasa que te odio—dije sollozando. —¿Y por eso lloras como una Magdalena? —No entiendo porque no pueden esperar a que muera, son un par de idiotas...—me puse de pie y solté una amenaza—Si no nos divorciamos en menos de veinticuatro horas te voy a hacer la vida imposible. —¡Ja!, como si no lo hubieras hecho ya... Salí de ahí llorando desconsoladamente, como podían ser tan descarados, me alegraba haberle jodido la existencia a ese hombre a más no poder. Nunca debió estar conmigo, «¿fue por lástima?—me pregunté». El día estaba gris, decidí ir a sen
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