LA SUMISA DEL BILLONARIO

LA SUMISA DEL BILLONARIOES

Romance
Última atualização: 2025-07-16
Shinki97  Atualizado agora
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Índice

En el implacable mundo de las corporaciones chaebol coreanas, una joven asistente de origen humilde se encuentra atrapada en una red de ambición y secretos al enamorarse de su enigmático y poderoso jefe, el heredero de un vasto imperio.

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Capítulo 1

Capítulo 1 El umbral del coloso

El aire de Seúl, denso con la promesa de un nuevo amanecer y el zumbido incesante de una metrópolis que nunca duerme, se sentía diferente para Kang Ji-woo aquella mañana. No era solo la humedad pegajosa del verano o el aroma a café recién molido que escapaba de una panadería cercana; era la electricidad de la anticipación, el vértigo de un salto al vacío. Su modesto bolso de lona, en el que había revisado mil veces el contenido –su identificación, un cuaderno nuevo y un bolígrafo fiable–, se sentía inusualmente pesado colgado de su hombro. Sus pasos la llevaron por las aceras impecables del distrito de Gangnam, donde los rascacielos se alzaban como monolitos de cristal y acero, perforando la bruma matutina. Pero entre todos ellos, uno destacaba con una arrogancia silenciosa, una torre de un gris casi negro que capturaba los primeros rayos de sol y los devolvía como destellos cegadores: la Torre Haneul, el cuartel general del Grupo Haneul. Ji-woo tragó saliva. Había pasado semanas preparándose para este día, estudiando organigramas, memorizando nombres de directivos y sumergiéndose en el historial de la corporación. El Grupo Haneul no era solo una empresa; era un imperio. Desde la tecnología punta hasta los bienes de consumo, la construcción y los medios de comunicación, su influencia se extendía por cada faceta de la vida coreana. Y en la cima de todo, como un dragón en su montaña de oro, residía el legendario, el temido, Lee Jae-hyun. La reputación del CEO Lee lo precedía como una sombra alargada. Un joven prodigio que había heredado el trono del chaebol a una edad inusualmente temprana, se decía que era un genio despiadado, un estratega implacable cuya mente operaba a una velocidad que dejaba a sus subordinados jadeando. Los rumores susurraban sobre su mirada glacial, su exigencia implacable y su capacidad para desmantelar carreras con una sola palabra. Nadie duraba mucho como su asistente personal, era la advertencia más común, una silla giratoria de talentos quemados por la intensidad de su cercanía. Ji-woo no era ajena a la dificultad. Había crecido en un pequeño apartamento en un barrio obrero, viendo a sus padres luchar día tras día. Su padre, un trabajador de fábrica, y su madre, una cocinera en un restaurante local, habían invertido cada won en su educación. Ella era la esperanza de su familia, la promesa de una vida mejor, y no podía permitirse fallar. Este trabajo, por muy abrumador que pareciera, era su boleto. Al cruzar el umbral de la Torre Haneul, la diferencia con el mundo exterior fue chocante. El vestíbulo era una catedral de lujo minimalista: mármol pulido que reflejaba el techo altísimo, obras de arte abstractas en las paredes de hormigón pulido y una recepción de ónix negro, atendida por recepcionistas impecables con sonrisas perfectamente ensayadas. El aire acondicionado, potente y silencioso, envolvía el espacio en una burbuja de frescura aséptica, ajena al calor exterior. Se acercó al mostrador, su corazón latiendo como un tambor de guerra. —Buenos días. Soy Kang Ji-woo. Es mi primer día como asistente ejecutiva del CEO Lee Jae-hyun. La recepcionista, con un asentimiento breve, le entregó una tarjeta de identificación de acceso. La foto de Ji-woo, tomada hace apenas unos días, parecía extrañamente seria y pequeña en el brillante plástico. "Asistente Ejecutiva, Oficina del CEO", rezaba el pequeño texto. La frase le dio un escalofrío. Era real. El ascensor, con paneles de cristal y una velocidad vertiginosa, la llevó al piso cincuenta y ocho, el piso ejecutivo. Las puertas se abrieron con un siseo casi imperceptible, revelando un corredor tan silencioso que el eco de sus propios pasos le pareció una invasión. Las paredes eran de un tono claro y relajante, adornadas con sutiles obras de arte moderno, y a cada lado, puertas de madera oscura con placas de latón pulido. La luz era indirecta, suave, creando una atmósfera de seriedad casi reverencial. Encontró una pequeña área de recepción frente a unas imponentes puertas dobles. Una mujer de mediana edad, con el cabello recogido en un moño estricto y gafas de montura fina, levantó la vista de su pantalla. Su mirada, inicialmente inquisitiva, se suavizó al reconocerla. —Señorita Kang Ji-woo, supongo. Soy la Señora Ahn, la jefa de secretarias. Bienvenida. La voz de la Señora Ahn era amable pero firme, sin rastro de la calidez que Ji-woo conocía de las ajummas de su barrio. Era la amabilidad corporativa, profesional y eficiente. La Señora Ahn la guio a su nuevo escritorio. Era impresionante. Ubicado en una sección ligeramente apartada, pero aún con vistas directas a las puertas dobles de la oficina del CEO, era un bastión de tecnología y organización. Un monitor curvo de gran tamaño, un teclado ergonómico, un teléfono con múltiples líneas parpadeantes y una agenda electrónica que parecía albergar los secretos del universo. La silla, de cuero negro, era sorprendentemente cómoda. —Este será su espacio —dijo la Señora Ahn, con un gesto que abarcaba el escritorio y la vista panorámica de la ciudad que se extendía más allá de la ventana—. Su principal función es filtrar y organizar el día del CEO Lee. Él es... exigente. Su tiempo es oro. Su agenda es la prioridad. No hay margen de error. La Señora Ahn le dio instrucciones sobre el sistema de archivos, el protocolo de llamadas y la jerarquía de las prioridades. Cada palabra era un martillazo, un recordatorio de la inmensa responsabilidad que recaía sobre ella. —El señor Lee llega temprano. Muy temprano. Siempre esté aquí antes que él. Y nunca, bajo ninguna circunstancia, entre a su oficina sin ser llamada, a menos que sea una emergencia de vida o muerte. ¿Entendido? —Sí, Señora Ahn. Entendido —respondió Ji-woo, su voz un poco más aguda de lo que le hubiera gustado. Mientras la Señora Ahn se retiraba a su propio cubículo, Ji-woo se sentó en su silla, el cuero frío bajo sus manos. Pasó los dedos por el borde liso de su nuevo escritorio, sintiendo el peso de la expectativa. Sacó su cuaderno nuevo, tan prístino y lleno de promesas como su primer día, y escribió en la primera página: "Kang Ji-woo. Asistente Ejecutiva. Grupo Haneul". El silencio en el piso ejecutivo era casi opresivo, roto solo por el suave murmullo de los teclados y el ocasional timbre bajo de un teléfono. Ji-woo comenzó a familiarizarse con el sistema, abriendo correos electrónicos, organizando archivos virtuales. Cada click era deliberado, cada movimiento calculado. No quería cometer ni el más mínimo error. A medida que la mañana avanzaba, la atmósfera parecía volverse aún más tensa. Había un zumbido apenas perceptible de actividad, los otros secretarios y asistentes moviéndose con una eficiencia silenciosa, sus rostros concentrados. Ji-woo notó cómo sus miradas se desviaban hacia las puertas dobles del CEO Lee, como si pudieran sentir su presencia. Entonces, sucedió. No fue un gran evento, sino una serie de sutilezas. El suave sonido de un coche de lujo deteniéndose en la planta baja, una ráfaga de actividad en la recepción del piso de abajo, un murmullo de voces masculinas acercándose por el pasillo. Los otros secretarios se enderezaron en sus sillas, sus dedos suspendidos sobre los teclados. Y luego, lo vio. Las puertas dobles se abrieron, no con estruendo, sino con una suave autoridad. Un hombre alto, con un traje oscuro impecablemente cortado que parecía haber sido diseñado para él, entró en la oficina. Su cabello, de un negro profundo, estaba peinado hacia atrás, revelando unos pómulos afilados y una mandíbula decidida. No miró a nadie, sus ojos fijos en un punto invisible delante de él. A su paso, el aire pareció volverse más denso, cargado de una energía potente e innegable. Ji-woo se congeló. Era él. Lee Jae-hyun. La descripción no hacía justicia a su presencia. Había una frialdad inherente en sus rasgos, una ausencia de calidez que era casi intimidante, pero al mismo tiempo, una elegancia innata, una gracia en cada movimiento que rayaba en lo cautivador. Era el tipo de hombre que no necesitaba hablar para imponer su voluntad; su mera presencia era suficiente. Las puertas dobles se cerraron detrás de él con un suave "clic", sellándolo en su santuario privado. El silencio volvió al piso ejecutivo, pero ahora estaba impregnado de una nueva cualidad: la de la vigilancia expectante. Ji-woo sintió que el aliento se le atascaba en la garganta. La leyenda era real. El aire a su alrededor parecía vibrar con la inercia de su entrada. Se obligó a respirar, a calmar su pulso galopante. Su primera impresión de Lee Jae-hyun, aunque fugaz y distante, había superado todas sus expectativas. No era solo un hombre de negocios; era una fuerza de la naturaleza. Miró su cuaderno, donde aún brillaban las palabras "Kang Ji-woo. Asistente Ejecutiva. Grupo Haneul". Se sintió pequeña, insignificante, en esta vasta y poderosa corporación. Pero al mismo tiempo, una chispa de determinación se encendió en su pecho. Los nervios eran una marea que subía y bajaba, pero su voluntad era una roca inamovible. Estaba aquí. Y no se iría fácilmente. El desafío había comenzado.

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31 chapters
Capítulo 1 El umbral del coloso
Capítulo 2: La danza del caos
Capítulo 3: La mirada fija
Capítulo 4: El crisol de la exigencia
Capítulo 5: El baile de las sombras
Capítulo 6: La observación silenciosa
Capítulo 7: Las sombras del rumor
Capítulo 8 El velo levantado
Capítulo 9 La anfitriona impecable
Capítulo 10: El lenguaje silencioso
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