El café de Jae-hyun aquella noche, un gesto que para él quizás fue un simple impulso de consideración, para Ji-woo se convirtió en un recuerdo persistente. No era el café en sí, sino lo que representaba: una grieta en la fachada de hielo del CEO, un reconocimiento silencioso de su presencia y su esfuerzo. Este pequeño acto, sumado a la cena con el señor Dubois, donde Ji-woo había vislumbrado un lado más humano de Jae-hyun, comenzó a cambiar la dinámica en la oficina, aunque de forma casi imperceptible al principio. La atmósfera en el piso ejecutivo, que ya era intensa, adquirió una nueva capa de observación. Ji-woo no lo notó de inmediato, demasiado concentrada en sus tareas, pero las miradas se hicieron más frecuentes. Los murmullos se silenciaban abruptamente cuando ella pasaba por los pasillos. Las sonrisas de algunos colegas parecían forzadas, mientras que otros, antes distantes, ahora buscaban su atención con una curiosidad inusual.
El catalizador de los rumores fue, paradójicame