El postgrado de Cassie ha terminado... y los ahorros también. En unas pocas semanas debe volver a San Francisco aunque no quiera. Ella desea permanecer en Italia, lejos de la caótica vida que dejó atrás, pero las opciones se le están agotando. Sin embargo, todo cambia una noche en la Sala de Urgencias. Adriano Di Lauro es conocido en Florencia como el Magnate de Acero. No siente, no tiene compasión y es un genio en los negocios. Las mujeres le llueven a montones, pero para él no existen las relaciones más allá de los encuentros ocasionales. No obstante, hay un problema; sus hijos crecen cada día más sin una figura materna a su lado. Por el bien de ellos, debe buscarles una madre y hacerla su esposa. Solo debe tener tres requisitos: sentir empatía hacia los niños, ser lista y no tener aspiraciones amorosas respecto a él. Adriano tiene dudas sobre sus opciones... hasta que conoce a Cassandra Reid. Tal parece que la doctora reúne las condiciones necesarias para convertirse en la esposa del italiano.
Leer másPrólogo
Me las pagarás*Dean Frost*Conduzco por las calles de San Francisco a toda velocidad. Necesito llegar hasta ella antes de que sea demasiado tarde. No entiendo qué fue lo que sucedió. ¿En qué momento surgieron las dudas? Le he dado todo lo que tengo, he puesto el mundo a sus pies. Las mujeres se arrastran a mis pies y yo la he elegido a ella por encima de todas. Nos amamos, estamos hechos el uno para el otro. Nacimos para estar juntos.Llego al edificio y corro con prisa hacia el ascensor. Luego marco el código que me lleva hasta el ático.Las puertas se abren y de forma automática, salgo despavorido hacia el salón.— ¡Cassandra! ¡Cass! —continúo llamándola al no obtener respuesta—. ¡Mi amor! Vamos, Cass, no es momento para jugar a las escondidas —recorro todo el departamento antes de ingresar a la habitación—. ¡Cass…!Las palabras se me quedan a medio camino deal ver el hermoso vestido blanco doblado a la perfección sobre la cama. Encima de la tela, encuentro un sobre, el cual procedo a explorar sin dilaciones.“Querido Dean,En el momento que leas esta carta, yo ya estaré a kilómetros de distancia. Perdóname por no decirte la verdad en persona, pero si hubiese actuado diferente jamás hubiera podido marcharme. Desde hace dos años me resigné a este matrimonio arreglado sin amor, a vivir bajo los designios de mi familia y a la sombra de mi futuro marido. Renuncié al amor, a mi dignidad y a mi felicidad…, pero a lo único que no estoy dispuesta a renunciar es a la Medicina.Si tan solo me hubieses dejado ejercer…Me gustaría que las circunstancias fueran distintas. Desearía ser la esposa sumisa que necesitas, esa que intentaron formar mis padres..., pero no lo soy. Lamento comunicarte que las enseñanzas de mi madre no han servido para nada. Tengo mis propias ideas y quiero vivir mi vida sin que otros decidan por mí. He tomado la decisión de perseguir mis sueños. Sé que seré repudiada por mis padres y también soy consciente de que te lastimaré con mis acciones, sin embargo, estoy segura de que ambos estaremos mejor por separado. Lamento dejarte solo con este desastre y espero que algún día puedas perdonarme. A pesar de todo, te tengo mucho cariño. Tal vez algún día nos volvamos a encontrar y me darás las gracias por haber tomado esta decisión.Lo siento mucho, Cass”Examino a fondo el sobre, encontrándome con el anillo de compromiso que coloqué en sus dedos siete años atrás.<<Me ha dejado>><<Se ha atrevido a dejarme>>No tengo idea de cuánto tiempo permanezco clavado en el suelo frente a la cama que compartiríamos a partir de este día, en el penthouse que compré para ella. No soy consciente de nada, apenas escucho el sonido de la puerta al abrirse.— ¿Dónde está mi hija? — Se ha ido —respondo releyendo la carta una vez más. He perdido la cuenta de las veces que lo he hecho, pero con cada intento, sus palabras se van clavando en mi pecho hasta memorizar cada línea. Jamás olvidaré este día, ni esta nota.— ¿Cómo?Me giro hacia quien se suponía que se convertiría en mi suegro en el día de hoy—. ¡Que se ha ido! —exclamo desatando mi furia contra él—. ¡Se ha marchado!— ¿A dónde?— No lo sé, pero reza para que no la encuentre, Gibson, porque ten por seguro que le haré pagar esta humillación y no tendré piedad.— Estoy seguro de que regresará en cuanto se le pase ese sueño infantil de ser médico —el hombre palmea mi hombro con familiaridad—. Tranquilo, seguro que a Juliette se le ocurre alguna escusa para los invitados. Solo aplazaremos la ceremonia. — No estoy tan seguro, Gibson —alego.— Volverá, Dean, me encargaré de ello en persona. Confía en mí.— Pues procura hacerle entrar en razón antes de que yo la encuentre, porque entonces las cosas serán muy distintas.No descansaré hasta dar contigo, Cassandra Reid. No escaparás de mí y serás mi esposa a como dé lugar porque eres mía y de nadie más.Nadie, absolutamente nadie se burla del Diablo Frost. Juro que me cobraré cada humillación. Lamentarás haberme dejado.
(Contexto: Día del baby shower, minutos antes de que Cassandra se pusiera de parto)*Christina Frost*—Dime que el estúpido ese te hace lo mismo que yo. Me estremezco ante sus palabras. Es embriagador saber que lo he empujado a sus acciones, que su deseo por mí ha ganado a su sentido común. Mi cuerpo está disponible para él, el recuerdo de nuestro último encuentro sexual aún está en mi mente. Puede que me domine físicamente, pero ambos sabemos que soy yo quien ha mantenido el control hasta este momento.—Oh, querido —respondo con chulerías—, hace cosas mucho mejores. —Mientes —el enfrentamiento entre amantes inicia. No puedo decir que no haya pensado en el sexo que tuvimos a menudo, porque mentiría. En momentos tranquilos, el recuerdo de mi cuerpo desnudo moviéndose contra el de Adriano me ha venido a la mente. Incluso he soñado con ello. Sin embargo, no estoy dispuesta a contarlo. —¿Qué pasa, Di Lauro? —me mofo sintiendo su dureza. Lo conozco... demasiado bien. Nuestros enfrentam
Capítulo Extra: Solo tú Sus deditos se pegan a mi piel en tanto su pequeña boca succiona con avidez y yo no puedo hacer otra cosa sino contemplarla embobada. Es tan hermosa, tan... perfecta. —Lo es —escucho la voz de mi esposo y entonces, me doy cuenta de que he pensado en voz alta—. Es hermosa y perfecta... como tú. Enrico se acerca a besar su cabecita y luego mis labios, para más tarde continuar observándola juntos. Así llevamos horas y creo que lo estaremos por otras más. Nuestros ojos simplemente no pueden apartarse de ella, del ser maravilloso que hemos creado juntos. —Me cuesta creer que un ser tan puro y precioso haya venido de mí —declaro conmovida con unas silenciosas lágrimas asomando mis mejillas de manera repentina—. Es... es... —Increíble —culmina la frase por mí, aunque presiento que esa palabra se queda corta para describir el montón de sensaciones que me corroen—. A mí también me lo parece. Hemos hecho magia juntos, princesita. —¡Quién lo diría! ¿Eh, playboy
Capítulo Extra: Primer Aniversario Ella y Enrico *Stella Falconi* Al entrar en el salón después de una jornada laboral agotadora, lo encuentro silencioso y oscuro. Me asusto, por lo que giro para buscar ayuda, pero la iluminación de la habitación me detiene. Me giro y lo que encuentro me asombra de tal manera que me deja sin habla. Estoy rodeada de pequeñas luces como las de navidad y del techo cuelgan enormes globos con una rosa y una tarjeta en la punta. Las cuales voy leyendo debido a que van guiándome. Las rosas las voy tomando en mis manos y cuando llego a la última tarjeta, esta se encuentra sin rosa y con una inscripción que me hace maldecir una y otra vez. "Doce rosas, una por cada mes a tu lado. Feliz Aniversario, princesita." «¡Joder, se me ha olvidado mi aniversario!» Soy buena con las fechas, por lo que sacando cuentas hoy no se cumple un año desde que nos casamos. Si no, un año desde que estuvimos por primera vez. Ese día en que me lancé con él en paracaídas, litera
Capítulo Extra Wendy Lambert *Wendy Lambert* Siento unas caricias en mi rostro. Son besos, besos que empiezan en mi frente, luego se trasladan a mi nariz, a los pómulos; pasan por mis labios con un mínimo roce, roce que me deja con ganas de más, pero no recibo lo que mi cuerpo tanto ansía. Los besos siguen bajando y ahora son un poco mojados. Rodean mi cuello, me hace un poco de cosquilla por lo que me remuevo en la cama, cuando termina de besarme y lamerme el cuello, sube otra vez, pero esta vez se desvían hacia mi oído y ahí sí reacciono. —Romeo, sabes que ese lugar es mi punto débil y que cuando llegas ahí no hay marcha atrás —murmuro con los ojos aun cerrados, aunque mi nivel de excitación ya es bastante alto—. ¡Para! Aún sigo enojada contigo. Me siento rara, enojada y caliente a la vez. —Así que mi amigo te hizo enojar —su voz ronca penetra en mis oídos dejándome aturdida por unos instantes—. Entonces, déjame quitarte esa molestia y sustituirla por una mejor. No puedo cree
Especial Kristine Frost *Narra Kristine Frost* Me sorbo la nariz intentando que no se me desmonte todo el maquillaje y me reclamo internamente por lo estúpida que he sido. ¿Es que soy la única que cree en el cliché de amar al jefe que termina enamorado hasta las trancas de la asistente? ¡Joder, hay que leer más! Es tan bonito. ¿Por qué no puedo tener eso yo también? He permanecido a su lado desde el primer día de manera incondicional, guardándome todo lo que siento primero porque no era correcto y luego... porque él mismo me cerró las puertas a cualquier posibilidad de acercamiento aparte del sexo. Le he acompañado en las buenas y en las malas, incluso en la enfermedad de su mujer. Soporté estar cerca del hombre que más he amado en mi vida sabiéndolo de otra, solo porque no soy, ni he sido, ni seré nunca capaz de dejarle... Lo sé. Pensarlo solo confirma que soy un caso perdido. Perdida en sus ojos marrones, en ese pelo ahora un poco cano, pero de origen castaño, en los labios
Especial Federico Di Lauro *Narra Federico Di Lauro* La puerta de mi consultorio se abre y las piernas que me vuelven loco en los últimos tiempos cruzan por delante de mí, cerrando tras de sí con seguro. Ella sonríe y yo le dejo hacer, consciente de que los dos sabemos lo que sigue desde ahí. —Nuestro horario laboral ha llegado a su fin, señor —informa con su característica eficiencia. —Eso quiere decir que ya no debes llamarme «señor» en primer lugar —señalo siguiéndole la corriente para luego indicarle acercarse con un gesto en la mano—. ¿Qué deseas, Elena? —Hacerlo con mi jefe encima de su escritorio —responde sin dudar. Por eso me gusta y la mantengo a mi lado. Elena es eficiente, clara y directa en todos los sentidos. Sabe lo que busco y no pide nada más que los maravillosos orgasmos que le regalo. —Entonces, ¿qué esperas para quitarte ese bonito vestido? No lo duda dos veces y cumple mi orden llevando la mano a la parte trasera de su vestido. Bajo mi atenta mirada,
Último capítulo