El suave sol de la tarde se filtraba por los ventanales del amplio estudio, bañando las telas de colores y los bocetos dispersos con un brillo dorado. Kang Ji-woo, con el cabello recogido en un moño desenfadado y una mancha de tinta en la mejilla, se inclinaba sobre una mesa de dibujo, concentrada en un nuevo diseño para su línea "Tejidos del Alma". Su pequeño negocio, impulsado por el apoyo discreto de Jae-hyun en sus inicios y su propio talento innegable, había florecido. Sus diseños, que combinaban la tradición coreana con la modernidad, eran ahora sinónimo de lujo sostenible y conciencia social.
La puerta del estudio se abrió con un leve crujido, y Lee Jae-hyun entró, aflojándose la corbata con un suspiro de alivio. Había sido un día largo en Haneul, con una junta de directores que había durado horas, pero la tensión se disipaba en el momento en que pisaba el umbral de su hogar. Este ya no era el penthouse minimalista y frío que Ji-woo había conocido; ahora era un espacio vibrante