La propuesta del viaje llegó como una ráfaga de viento helado en medio de un día de oficina rutinario. Jae-hyun había decidido personalmente supervisar un nuevo proyecto de inversión en una planta de fabricación de alta tecnología en Cheonan, una ciudad al sur de Seúl. —Necesitaré que me acompañe, señorita Kang —había dicho con su tono habitual, inquebrantable, pero Ji-woo detectó un matiz de finalidad que sugería que no era una sugerencia, sino una directriz. Un viaje de negocios con el CEO. Dos días, una noche. La idea, aunque emocionante por la oportunidad profesional, también la llenó de una ansiedad silenciosa. Significaba más tiempo, mucho más tiempo, a solas con Lee Jae-hyun, fuera de la burbuja protectora de la Torre Haneul y las miradas indiscretas, pero omnipresentes, de la oficina. El viaje comenzó a la mañana siguiente. En lugar del lujoso coche de empresa con chófer, Jae-hyun optó por el KTX, el tren de alta velocidad. Ji-woo se encontró sentada a su lado en un compartime