Mundo de ficçãoIniciar sessãoEn las sombras de San Petersburgo, el juego más peligroso no se juega con armas... sino con el corazón. Ivanka Volkova es la joya de la mafia rusa: una princesa de hielo con sangre de lobo y ojos que prometen tormenta. Su mundo es una jaula de lujo, vigilada por guardaespaldas y una madre que quiere convertirla en moneda de cam bio. Pero una noche, en un club clandestino, un desconocido cruza su camino con la elegancia de un felino y una sonrisa que desafía todos sus límites. Gianni Giorgetti no es quien aparenta. Bajo su máscara de seductor implacable esconde cicatrices, una obsesión peligrosa y un juego maestro: conquistar a Ivanka no para salvarla, sino para poseer cada grieta de su alma. Él sabe que el amor verdadero es un mito... pero la destrucción mutua es un tango irresistible. Cuando la atracción se convierte en guerra y la pasión roza la traición, ningún beso es inocente, ninguna caricia es casual y cada promesa es una trampa. ¿Quién cazará a quién en esta partida donde las fichas son almas y el tablero, una ciudad bañada en nieve y sangre? Entre las sombras de la Bratva y los pasillos corruptos del poder, dos depredadores aprenderán que el juego más letal no termina con un jaque mate... sino con la entrega total. ¿Que ocurre cuando dos depredadores se reconocen como presas?... Comienza un tango mortal, dónde el beso más dulce esconde el veneno más letal. 📢¡ADVERTENCIA AL LECTOR!📢 Esta historia está llena de personajes imperfectos, decisiones cuestionables y giros inesperados. ✔️ Protagonista complejos. ✔️ Tramas que quizás desafian lo convencional. ✔️ Contenido emocional intenso. Si estás listo para una narrativa cruda, sincera y sin edulcorantes, ¡adelante! Pero recuerda: no todo es blanco o negro... Y eso es lo fascinante.
Ler mais¿Qué sentido puedes encontrarle a la vida cuando fuiste educado como un arma mortal incapaz de sentir?, cuando tu corazón se ha endurecido de tal manera que solo vives para matar, para ser el monstruo en que te han obligado a convertirte.
Respiró profundo, una y otra vez; como si deseara que su cuerpo comenzara a experimentar algo más que ese vacío existencial que le calaba hasta los huesos. — ¿Va.Vas a matarme? — pregunto su víctima tendida en el suelo, bajo el peso de la bota militar que su agresor presionaba contar su pecho. Los ojos grises del depredador se clavaron sobre él, una mirada fría, distante, la de un cuerpo sin alma. — ¿Tu qué crees? — una sonrisa encantadora, casi hipnótica se dibujó en sus labios mientras apuntaba su arma hacia la cabeza del hombre caído. — Por favor Gianni, te lo ruego… yo… yo cometí un error… pero puedo remediarlo… dame la oportunidad de remediarlo… te lo suplico, tengo familia… tengo un hijo… El lloriqueo desesperado hizo que pusiera los ojos en blanco. Como odiaba la debilidad, la desesperación que comenzaba a emanar de sus víctimas a la hora de enfrentar la muerte. — Debiste pensarlo antes… antes de provocar al depredador — sin más apretó el gatillo, un balazo certero entre las cejas, limpio. «Demasiado fácil» El pensamiento le carcomió las entrañas. No lograba recordar la última vez que algo había despertado emoción alguna en él. Suspiro, encendiendo un cigarrillo, dando una calada larga e inclinando la cabeza hacia atrás al soltar el humo. Poco importaba la docena de cadáveres que le rodeaba, poco importaba le olor a sangre derramada y a desesperación que le quemaba los pulmones. Saco su telefono celular, marcando un número que conocía de memoria. — Ya está hecho — anuncio, apenas la línea se conectó. — Bien hecho — respondió la voz femenina del otro lado, colgó, sin querer escuchar lo que seguía, el ofrecimiento de su “recompensa”, conocía la rutina muy bien y esa noche no tenía ganas de ejecutarla. Dio una última calada antes de dejar caer el cigarrillo, apagándolo son el tacón de su bota. Dio media vuelta, dejando atrás la huella de la muerte que él mismo había impartido. Se enfrentó al frio nocturno, a la brisa que anunciaba la eminente llegada del invierno en San Petersburgo. Respiro profundo, antes de acercarse a su auto y despojarse de la camisa manchada de sangre, lavo su cara, manos y cuello con el contenido de una botella de agua que aguardaba por él. Se enfundo en una camisa nueva, que se adhería a su cuerpo como una segunda piel. Y finalmente emprendió camino, ¿A dónde?, no lo sabía, solo sabía que estaba buscando algo… algo que hiciera vibrar su interior, algo que le recordara que era más que el arma mortal que la maldita DIGE había formado. Su telefono vibro, una nueva coordenada, una nueva víctima que caería en sus manos, observo la dirección unos segundos, las jodidas indicaciones que lo llevarían hacia su presa, una vida más que debía apagar como tantas veces había hecho. Piso el acelerador a fondo, mientras más rápido terminara con esto, más rápido regresaría a revolcarse en su miseria. En un abrir y cerrar de ojos llego a una enorme mansión, abarrotada de adolescentes disfrazados, bebiendo, bailando… desenfrenados, frenéticos… ignorantes al depredador que acechaba entre las sombras. Observo por última vez la información de su víctima: La Koroleva de la Bratva, la heredera menor de uno de los mafiosos más peligrosos de Rusia, del mundo. Una sonrisa peligrosa surco sus labios, sin duda ese era un trofeo que cualquiera desearía encontrar. Y ahora sería suya… completamente suya, para observar como la vida escapaba de sus ojos. La satisfacción siniestra, anticipada, vibro en su pecho. Había nacido para convertirse en una leyenda y la Koroleva sería solo uno más de los cimientos de su grandeza. Guardo su arma con silenciador en la cintura trasera de su pantalón, escondió el haladie (navaja de doble hoja) en su cintura, existían presas que merecían una muerte más íntima, quizás ella sería una de esas. Se colocó el pasamontaña con diseño de calavera y se adentró en la multitud. Abriéndose paso entre los jóvenes que bebían y bailaban como si no existiera un mañana. «Ahí esta» La encontró en el medio de la pista, contoneándose al ritmo de la música, rodeada de chicos que intentaban obtener su atención, sin recibir más que su rechazo glacial. Iba vestida con un ridículo vestido de hada en color negro y en sus mejillas tenía dibujadas mariposas cuyas alas se enredaban hasta complementarse con el maquillaje de sus ojos. Se acercó a grandes zancadas, sosteniendo el haladie oculto entre la manga de su camisa y la palma de su mano. Y en ese momento ella giro… sus ojos azules como los lagos helados se encontraron con los suyos, anclándose con una energía magnética que le robo el aliento. Ella sonrió… como una ninfa peligrosa que ha captado la atención de un sátiro, de un depredador con ansias de poseerla. El mundo de Gianni se tambaleo, no en un sentido físico, sino mucho más profundo, más peligroso. Esos ojos de ninfa y esa sonrisa depredadora lo atrajeron con una fuerza similar a la que la gravedad ejerce sobre la tierra. Y antes de darse cuenta ya estaba de pie junto a ella, sus sentidos siendo inundados por su fragancia, una mezcla exótica: jazmín, hielo y algo inexplicablemente suyo. — ¿Bailas? — pregunto echándole los brazos alrededor el cuello sin esperar respuesta, su voz… una melodía que logro alterarle la química de su cerebro. «Que mierda» no sabía cómo ni porque, pero se sentía capturado en una red, de peligrosa atracción y seducción que ella había tejido a su alrededor en segundos. Sus manos, fuertes y acostumbradas a la violencia se posaron sobre su cintura, comenzando a moverse al compás de la música, guiado por la fluidez del cuerpo ajeno, hipnotizado por su esencia, por su calor, por el reto silencioso que brillaba en su mirada. — ¿Viene a matarme, señor asesino? — pregunto ella, con un tono seductor que provoco que el corazón de Gianni se saltara un latido. — Así es, vengo a matarte — respondió, su voz profunda amortiguada por el pasa montañas. Ella soltó una carcajada, antes de inclinarse y susurrarle al oído. — Me parece que no está haciendo un buen trabajo, señor asesino… no se baila con la víctima — esta vez la carcajada, rica, sincera, nació del pecho de Gianni. — Tienes razón, no estoy haciendo un buen trabajo — reconoció, un atisbo de sonrisa aun surcando sus labios. Sabía que en cualquier momento podría dar la puñalada mortal, el tiro de gracia y acabar con todo. Pero por primera vez en mucho tiempo no quería hacerlo. No quería apagar esa chispa que brillaba en esos ojos gélidos. No quería dejar ir esa extraña sensación que se había instalado en su pecho, que había despertado en él un interés tan genuino como peligroso. Porque algo en ella lo envolvía, lo fascinaba. Era como una araña tejiendo la red a su alrededor, donde su presa caía sin darse cuenta, hasta que ya era demasiado tarde. — Esto es una locura — confeso, no sabía si para él o para ella. Ella lo miro, una sonrisa arrogante dibujándose en sus labios. — Lo se… y eso lo hace mucho más interesante, ¿no lo cree, señor asesino? — se inclinó muy cerca de él como si quisiera besarlo a través de la máscara. Y él saboreo ese contacto fantasmal, deseando apoderarse el calor de sus labios y entonces… ella se alejó, dándole la espalda y mirándolo sobre su hombro, guiñándole un ojo de forma descarada antes de seguir moviéndose, seductora, peligrosa y terriblemente irresistible. Gianni sonrió… al parecer había encontrado un juego mucho más interesante que la cacería: la conquista. Y como alguien que no está acostumbrado a rendirse, disfrutaría cada partida en este tablero desconocido.El Bentley negro se deslizó como un fantasma por el camino privado que llevaba a la casa de Summerlin. Eran las 2:17 de la madrugada, y el desierto que rodeaba Las Vegas era un manto de oscuridad silenciosa, roto solo por los faros del auto que cortaban la noche.Dentro, Gabrielle manejaba con una mano casual sobre el volante, la velocidad era un susurro de poder contenido en el motor. Gianni iba en el asiento del copiloto, recostado, con la mirada perdida en las estrellas que parecían más brillantes lejos del resplandor de la Strip.— Time Square hubiese sido una gran opción — comentó Gabrielle de pronto, rompiendo el silencio cómplice.Gianni giró ligeramente la cabeza hacia él.— Lo sé. Pero demasiada seguridad, cámaras... personas — hizo una pausa, despreciativo — Ese payaso no valía el esfuerzo.— Central Park también era buena idea — añadió Gabrielle, tomando una curva suave — Un clásico.— Sí — concedió Gianni, con un suspiro — aunque podría ser muy predecible. No tendría el...
El jet privado había surcado los cielos, llevando consigo una carga de furia contenida y un propósito siniestro. Horas después de dejar el calor desértico de Las Vegas, Gianni y Gabrielle se encontraban en la penumbra de una casa de alquiler en las afueras de Nueva York. El aire olía a polvo y a abandono, un escenario perfecto para la obra que estaban a punto de representar.Vestidos de negro de pies a cabeza, con pasamontañas que exhibían calaveras sonrientes, eran sombras con ojos. Solo sus miradas delataban la intensidad que ardía dentro: los de Gianni, fríos y calculadores; los de Gabrielle, cargados de una impaciencia letal.Gabrielle estaba recostado contra la pared de la sala, sus brazos cruzados, escudriñando la oscuridad más allá de las ventanas. Cada sentido, alerta. Gianni, en cambio, revolvía con una curiosidad metódica en los cajones de un viejo escritorio, su linterna táctil barriendo el interior polvoriento.— Pareces un jodido niño curioseando — murmuró Gabrielle, su v
El abrazo se deshizo, pero la energía entre ellos permaneció, un campo de fuerza tangible de determinación compartida. Ivanka se separó de Gianni y Gabrielle, sus hombros un poco más rectos, su mirada más clara. Los tres se mantuvieron cerca, como planetas orbitando una estrella común, una trinidad de voluntades decididas a enfrentar la tormenta.Con un suspiro que era más de resignación que de derrota, Ivanka se acercó a la mesa donde los adultos revisaban los planos. Su mirada, ahora clara y enfocada, se posó en Serguéi.— ¿Tienes el cronograma detallado del concurso? — preguntó a Serguéi, su voz recuperando un tono práctico, profesional y autoritario de la Koroleva.Serguéi asintió y le entregó una carpeta gruesa.— Todo está aquí. Reglamento, horarios, requisitos de vestuario, puntuaciones... — hizo una pausa significativa — ...y las exigencias coreográficas.Ivanka abrió la carpeta y comenzó a leer con una concentración feroz, sus ojos recorriendo las páginas a toda velocidad. De
La habitación estaba sumida en una penumbra acogedora, rota solo por los hilos de luz que se filtraban entre las cortinas. Ivanka yacía en la cama hecha un ovillo, abrazando una almohada como si fuera un ancla en medio de un mar de turbulencia. Su cuerpo estaba tenso, cada músculo alerta a pesar del agotamiento, encapsulada en una burbuja de dolor y autocompasión.Ni siquiera notó la suave apertura de la puerta, ni los pasos silenciosos de Alessa sobre la alfombra. Solo cuando una mano cálida y suave se posó en su cabello, acariciándolo con una ternura que le resultaba casi ajena, reaccionó. Fue un movimiento instintivo, un manotón de defensa propia que apartó la mano de Alessa con una fuerza sorprendente. Se incorporó de golpe, sus ojos azules, inyectados y llenos de lágrimas no derramadas, se abrieron como platos, mirando a Alessa con un terror animal y una alerta que partió el corazón de la mujer.Alessa se quedó inmóvil, su propia mano suspendida en el aire. No se sintió ofendida
El Bentley negro serpenteaba por la carretera desértica que llevaba a Summerlin. El silencio dentro del auto era tan pesado y opresivo como el calor que ondulaba sobre el asfalto. Ivanka miraba fijamente por la ventana, pero su vista no se enfocaba en el desierto árido que se desvanecía en un borrón dorado; estaba perdida en los recovecos oscuros de su propia mente, en los demonios que la acechaban.Gabrielle y Gianni, sentados a cada lado, intercambiaron una mirada cargada de preocupación sobre la cabeza de ella. La tensión emanaba de Ivanka en ondas casi palpables. El viaje se sintió como una eternidad, un purgatorio rodante entre el aeropuerto y un enfrentamiento que ambos hombres intuían se avecinaba.Cuando el auto se detuvo frente al hangar privado, la escena que se desarrolló fue un choque de mundos. Serguéi salió de la terminal como una figura salida de una película de espías: alto, impecable en su abrigo negro, gafas de sol espejadas, manos enguantadas. Arrastraba una maleta
El sol de las 10 de la mañana teñían la habitación con una luz dorada y suave que se filtraba a través de las cortinas de gasa. Los rayos de sol se extendían como dedos cálidos sobre la cama king-size, iluminando un cuadro que, en otro contexto, podría haber sido idílico.Dos figuras yacían frente a frente, sumidas en un sueño profundo. Gianni, con una expresión más juvenil y vulnerable en la inconsciencia. Gabrielle, con su habitual aire de fastidio suavizado por la paz del descanso.Gianni, con el brazo extendido, tenía la mano descansando con una familiaridad casual sobre el hombro de Gabrielle. Este, a su vez, había enterrado su rostro en la almohada, pero su brazo también cruzaba la distancia, con la mano abierta sobre el pecho de Gianni con una casualidad casi conmovedora. La ausencia de Ivanka entre ellos había creado, por inercia del sueño, una escena de falsa camaradería.Fue Gianni quien abrió los ojos primero, la pesadez del sueño nublando su percepción. Parpadeó, desenfoca
Último capítulo