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Capítulo 0: Peligrosa obsesión.

Dos días… dos días desde que había fallado, dos días en los que cerraba los ojos y lo único que podía ver era esa curvatura de su espalda; esos giros mientras se movía al ritmo de la música y esos ojos azules que parecían haberlo hechizado.

Estaba jodido… realmente jodido.

Jodido porque no podía sacársela de la cabeza.

Jodido porque había fallado en acabar con una presa y ni siquiera le había importado.

Jodido porque quería volver a verla, Tocarla, sentirla… lo deseaba con una fuerza abrumadora que nunca antes había experimentado.

— ¿Soñando despierto, Giorgetti? — la voz masculina, demasiado juvenil, demasiado alegre, le hizo abrir los ojos y acomodar su postura sobre la silla.

— ¿Qué quieres, Cesar?, no tengo tiempo para perderlo contigo — su voz monótona, sin un ápice de emoción o sentimientos.

— Solo quería saber en qué pasaba por esa retorcida cabeza tuya — Cesar Di’Angelo, un novato que había venido con ellos desde Italia, tan risueño como si tragara m****a de unicornio cada mañana.

Gianni esbozo una sonrisa, peligrosa, mientras se inclinaba hacia su compañero.

— Imagino como degollar a cada uno de los soldados que me molestan — hablo, su voz suave, baja, como si confesara un secreto intimo — comenzando por ti Di’Angelo.

Cesar retrocedió, en un movimiento tan brusco que calló de la silla donde se había acomodado.

Gianni dejo escapar una carcajada, divertido por la reacción asustadizo de su compañero.

— Idiota — murmuro, divertido, mientras extendía su mano hacia Cesar, un ofrecimiento mudo de ayuda.

Cesar dudó. Gianni puso los ojos en blanco.

— No tengo todo el día, Di´Angelo, levántate de una maldita vez — Cesar se puso de pie en un rápido movimiento, evitando tomar la mano que le era ofrecida.

— Eres un jodido demonio, Giorgetti — aseguro, sacudiendo su uniforme.

Gianni cruzó los brazos sobre su pecho. Una sonrisa satisfecha y peligrosa apareció en sus labios.

— Dime algo que no sepa.

Cesar hizo una mueca. Odiaba esa jodida arrogancia que Gianni emanaba por cara poro de su piel.

— Necesito estudiar los parámetros de jurisdicción de la DIGE, Corlys me tiene colgado de las pelotas — se acomodó de nuevo en su silla, observando a Gianni expectante — ¿me ayudas?

Gianni suspiro.

— DIGE: División de Intervención Global y Estratégica, conformada por los mejores prospectos de las agencias del mundo. Jurisdicción global, superior a cualquier agencia conocida. Tenemos la potestad de intervenir, investigar y poseer cualquier territorio legal. Conocidos por: Intervención en asuntos de alto perfil. Objetivos: Terroristas, mafiosos. Corruptos. Actuamos al margen de la ley. ¿Algo más?

Cesar sonrió, complacido y terriblemente irritante a los ojos de Gianni.

— ¡Gracias Giorgetti!, no eres tan malo una vez que te acostumbras.

Cesar se puso de pie, dispuesto a marcharse, pero el férreo agarre de Gianni sobre su muñeca lo detuvo.

— ¿A dónde crees que vas?, mis favores no son gratuitos.

— Que… que puedo hacer yo por ti… tu eres… — titubeó.

— Cállate — ordenó, dedicando una mala mirada al novato, quien trago grueso, asustado — necesito que recolectes información sobre alguien: Ivanka Volkova. Quiero saber a qué se dedica, que hace, a qué hora come, conocer hasta el aire que respira. Y lo quiero para ya. Capito?

— S.si, entendido — asintió, nervioso.

Gianni arqueó una ceja.

— ¿Entonces que estas esperando? ¡Lárgate de una buena vez!

— ¡De inmediato!

Cesar corrió como si su vida dependiera de ella, y quizás así era, la reputación de Gianni Giorgetti era de temer: asesino desde los 12 años, experto en combate cuerpo a cuerpo. Pero sobre todo terriblemente sanguinario, frio, calculador.

Un depredador metódico que no descansaba hasta volver trizas a su presa.

Gianni espero… mientras los primeros hilos de su propia red comenzaban a tejerse. La sonrisa del depredador apareció. Algo le decía que Ivanka Volkova terminaría por convertirse en una de las presas más fascinantes que podría encontrar.

****

Las manillas de reloj avanzaban con una lentitud perversa, cada tic tac del reloj le martillaba la sien.

Un recordatorio tácito de como ella se le había escapado como agua entre los dedos, con esa sonrisa descarada, con esa mirada de desafío glacial.

«¿Viene a matarse, señor asesino?» ese susurro fantasmal se repetía una y otra vez en su cabeza, como un mantra molesto del cual no podía deshacerse.

Jodida bruja. Lo había embrujado.

El chirrido de la puerta lo saco de sus pensamientos. La máscara de indiferencia cayendo sobre su rostro con una familiaridad aterradora.

Cesar Di´Angelo asomo la cabeza, pálido, sudoroso; con una carpeta gruesa temblando entre sus manos.

— Giorgetti, tengo… tengo lo que me pediste — avanzo con cautela, como quien se adentra a la guaria de una fiera capaz de devorarlo.

Di´Angelo deposito la carpeta sobre el escritorio frente a Gianni, con un golpe sordo, retrocedió inmediatamente dos pasos. Como si intentara alejarse del peligro.

Gianni no apartó la vista de él. La sonrisa lenta, predadora, que se dibujó en sus labios hizo que Cesar tragara saliva con un ruido audible.

— Eficiente, Di'Angelo. Me impresionas —su voz un ronroneo bajo que no ocultaba la amenaza. Sus dedos, largos, acariciaron la superficie áspera de la carpeta. La promesa dentro de ella le provocó un escalofrío — ¿Completo?

— S-sí. Todo lo que pudo conseguir el sistema de inteligencia y.… algunas fuentes discretas — Cesar se aclaró la garganta, intentando parecer profesional. — Ivanka Volkova. La Koroleva. Hija menor de Viktor "El Zar" Volkov, Bratva, y Sasha Lazerova, ex-prima ballerina del Bolshoi. Siete hermanos: seis varones, todos activos en el "negocio" familiar, y ella. La joya. La protegida.

Gianni abrió la carpeta. La primera foto lo dejo sin aliento. Ivanka en un estudio de ballet, envuelta en mallas y una camiseta, el cabello recogido en un moño severo que acentuaba la línea de su cuello, larga y elegante como el de un cisne.

Sus ojos azules, incluso en la foto granulada, parecían perforar el papel.

«Fríos y ardientes a la vez» pensó, sintiendo un nuevo tirón en las entrañas.

— Ballet — murmuró Gianni, pasando el dedo sobre la imagen. La disciplina, el control absoluto del cuerpo. Coherente.

— Clases diarias en la Academia Vaganova — apuntó Cesar rápidamente, consultando unas notas. — De 8:00 a 12:00. Riguroso. Dicen que tiene un talento excepcional, heredado de la madre. Patinaje artístico los martes y jueves por la tarde en el Yubileyny Sports Palace. Modela ocasionalmente para casas de alta costura rusas... más por capricho y conexiones que por necesidad, claro.

Gianni paso las páginas.  

Fotos de Ivanka entrando a un lujoso edificio de apartamentos cerca del Palacio de Invierno, saliendo de boutiques exclusivas, sonriendo con frialdad en eventos benéficos rodeada de sus hermanos, hombres enormes y de miradas gélidas que irradiaban peligro.

Una foto la mostraba en un café, leyendo, una curva de concentración en su ceño.

Otra, más reciente, en lo que parecía un club de jazz clandestino, vestida de cuero negro, una copa en la mano, esa misma sonrisa desafiante y seductora que lo había derribado en la fiesta.

— Rutina — exigió, sin levantar la vista. Necesitaba mapear sus movimientos. Predecirla.

Cesar se puso rígido.

— Despierta a las 6:30. Hace ejercicio en casa.

—Desayuna a las 7: 30 ocasionalmente en el Café Pushkin, mesa reservada, té negro, blinis con caviar. Va al instituto y luego a la academia de ballet. Desde las 8am parte de casa.

— Tardes: Variable. Martes/jueves: Patinaje (14:00-16:00). Siempre va vigilada por uno de sus hermanos o por guardaespaldas. Noches: Cenas familiares (frecuentes), eventos, o... — Cesar dudó — clubes underground. Jazz, sobre todo. El "Crepúsculo Azul" los viernes parece ser su favorito. Llega sobre las 23:00. Sale... variable. Siempre escoltada.

Gianni absorbió cada dato, analizando, previendo los peligros, trazando estrategias.

— Muy bien, Di´Angelo, muy bien.

Cesar soltó un suspiro de alivio apenas perceptible.

— ¿A-algo más, Giorgetti?

Gianni cerró la carpeta lentamente, el gesto final de un depredador que ha olido a su presa y traza el plan de ataque.

Alzó la mirada hacia Cesar. Los ojos verdes, siempre fríos, ahora brillaban con una luz interior nueva, peligrosa, hambrienta.

— Sí — dijo, su voz un susurro de seda sobre acero. — Olvídate de que esto existió. Si una sola palabra de esta investigación sale de tu boca... — No terminó la frase. No hacía falta.

Cesar palideció aún más. Asintió con un movimiento espasmódico de la cabeza.

— ¡C-crystal clear, Giorgetti! ¡Desaparecido! — Giró sobre sus talones y casi tropezó al salir disparado de la oficina, sellando su silencio con terror puro.

Gianni quedó solo. La carpeta con el alma expuesta de Ivanka Volkova descansaba bajo sus palmas.

Una sonrisa lenta, auténticamente anticipatoria, no de muerte, sino de posesión, se dibujó en sus labios.

La cacería había cambiado. Ahora era una danza meticulosa, un juego de ajedrez con una reina de hielo que valía la pena capturar... viva.

— Pronto nos veremos Koroleva, muy pronto.

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