El sol de las 10 de la mañana teñían la habitación con una luz dorada y suave que se filtraba a través de las cortinas de gasa. Los rayos de sol se extendían como dedos cálidos sobre la cama king-size, iluminando un cuadro que, en otro contexto, podría haber sido idílico.
Dos figuras yacían frente a frente, sumidas en un sueño profundo. Gianni, con una expresión más juvenil y vulnerable en la inconsciencia. Gabrielle, con su habitual aire de fastidio suavizado por la paz del descanso.
Gianni, con el brazo extendido, tenía la mano descansando con una familiaridad casual sobre el hombro de Gabrielle. Este, a su vez, había enterrado su rostro en la almohada, pero su brazo también cruzaba la distancia, con la mano abierta sobre el pecho de Gianni con una casualidad casi conmovedora. La ausencia de Ivanka entre ellos había creado, por inercia del sueño, una escena de falsa camaradería.
Fue Gianni quien abrió los ojos primero, la pesadez del sueño nublando su percepción. Parpadeó, desenfoca