Me llamo Peter Callaghan, y esta es la historia que nadie se atrevió a contar… hasta hoy. Me enamoré de la mujer equivocada según todos, menos según mi corazón: la madre de mi mejor amigo. Nos ocultamos entre silencios, nos negamos entre miradas, y aun así… nos amamos. Contra el mundo, contra el juicio de los demás, contra nosotros mismos. Pero nada me preparó para el día en que Jessi me dijo que estaba embarazada. Tenía miedo. Ella lloraba. Y aunque yo era apenas un muchacho con el alma en carne viva, supe que ese instante dividiría mi vida en dos. Porque no solo iba a ser su amante. Iba a ser padre. Iba a ser su compañero. Su hogar. Esta no es solo una historia de amor prohibido. Es la historia de cómo aprendí que todos merecemos ser amados, aunque solo sea por una estación… un año… o toda la vida.
Ler maisA la mañana siguiente, Peter se levantó temprano. Se vistió en silencio, preparó un desayuno de pan tostado con aguacate y huevos revueltos. Cuando Jessy salió de la habitación, él ya estaba con su traje listo y una taza de café frente a ella.—Buenos días, preciosa —dijo, dándole un beso rápido antes de recoger su maletín—. Te amo. Te veo en la noche. No salgas mucho, descansa. La sirvienta vendrá en una hora. No tienes que hacer nada de esfuerzo, solo trabaja en tus fotos.Luego de un abrazo, Jessy se quedó viendo su espalda cuando cerró la puerta. Sintió un calor dulce en el pecho y sonriendo por primera vez en días.Ese día lo dedicó a su pasión. Había un pequeño cuarto de almacenamiento debajo de la escalera que subía a la azotea. Peter lo había limpiado y pintado para ella. Allí colocó su fondo fotográfico, sus luces y reflectores. Colgó sus cámaras en la pared y ordenó sus libretas. Se sentía viva mientras probaba luces y enfoques, tomando fotos de su vientre apenas abultado.C
Jessy no sabía cuánto tiempo llevaba sentada en el sofá, con los codos apoyados en sus rodillas y el rostro hundido en sus manos. Sentía los latidos de su corazón como golpes sordos en los oídos. Cada palabra de Adriano y cada pensamiento de murmullos de los vecinos retumbaban en su mente como campanadas mortales.“Mal ejemplo… asquerosa… mala madre… vergüenza…”Al día siguiente, luego que Peter terminó su turno de trabajo en la firma de abogados, y luego pasó por la casa de Jessy. Al ver que no respondió el teléfono, y nadie respondió el timbre, dió la vuelta por el patio y tomó la llave del lugar secreto. Entró con pasos silenciosos por la cocina.Sabía que ella estaba en la casa porque vio una silueta de ella en la sala a través de la ventana.O se dio cuenta que llevaba unos audífonos.—¡Sorpresa!—¡Oh por Dios!La sorpresa por detrás al abrazarla. Sus ojos oscuros la recorrieron, notando el temblor de sus manos y sus ojos enrojecidos. Ella se quitó los audífonos.—Mi amor… ¿estuv
Varias semanas después, la pancita de Jessy comenzaba a notarse. Habían ido juntos a una consulta de rutina y, por fin, el médico les confirmó el sexo del bebé: una niña. La emoción fue tan intensa que Jessy lloró durante minutos, abrazada a Peter. La llamaron Pilar. Un nombre con fuerza. Con raíz.Peter, cada vez más comprometido, comenzó los trámites para alquilar su primer apartamento. La firma lo ayudó con los cierres legales y con referencias, sabiendo que era una inversión seria. Sacó el depósito, firmó el contrato y compró los primeros muebles él solo. Se sintió listo.Una tarde, mientras Jessy descansaba viendo una película, recibió la inesperada visita de la madre de Peter. Era una mujer elegante, de gesto firme y ojos observadores. No venía a pelear, sino a hablar.Jessy escucho cuando tocaron la puerta.—Claudia...—Hola Jessy...vine para que hablemos.—Pasa adelante.—Gracias.Jessy la condujo hasta la cocina y preparó café.—Que te trae por aquí.—No vine a juzgarte, Jess
Era un viernes cualquiera, pero para Peter, era todo menos ordinario.Desde que Jessy había salido de su tercera sesión con Lina, algo en su forma de hablarle, de escribirle, incluso de evitarlo, había cambiado. No era rechazo, no del todo. Era...cautela. Como si tratara de poner límites, pero a la vez dejar una rendija abierta por donde él pudiera colarse si insistía lo suficiente. Y vaya si estaba dispuesto a insistir.Aquel día salió de la firma temprano. Le habían asignado un nuevo caso, uno grande. Un bufete rival les había dado la oportunidad de negociar por fuera del juzgado y, para sorpresa de todos, fue él que encontró la fisura clave en el contrato. Le miraron con respeto. Le palmeaban el hombro. El socio mayor le dijo: "Peter, eres un maldito genio, muchacho". Se río por compromiso, pero lo único que pensaba era en ella.Compró flores. No las típicas rosas rojas de cliché. Escogio lirios blancos, margaritas y lavanda. Algo sencillo, delicado, como ella. También una caja de
Peter llegó a la firma Lora & Cedeño Abogados un lunes temprano. Aún no salía el sol cuando subía los escalones de mármol gris, con su mochila al hombro, sintiendo que la adrenalina le hormigueaba en la piel.La recepcionista, Ana Gabriela, una mujer de cabello rubio platinado y lentes grandes, le entregó su gafete de asistente y lo condujo a su escritorio provisional junto a la zona de análisis, luego de completar las pruebas y entregar los resultados de los médicos.—Aquí guardarás y clasificarás los expedientes de casos activos y cerrados —explicó—. Y en horas bajas puedes estudiar tus documentos de maestría. El doctor Lora aprecia la preparación continua. Estarás trabajando desde las ocho de la mañana, hasta las cinco. Si necesitas salir una hora antes o un día libre para algún estudio especial o permiso universitario, procura avisarlo con anticipación.—Gracias —respondió Peter con una sonrisa amplia, mientras sus ojos brillaban de emoción.Los días pasaron rápido. Peter llamaba
La semana transcurrió con una rapidez que a Peter casi le mareaba. Se levantaba antes de que amaneciera, se duchaba rápido en el baño pequeño del apartamento de Salvatore y salía a la calle aún con el cielo oscuro para llegar a su trabajo de tiempo completo en la librería.Era un empleo tranquilo: reponía estantes, organizaba libros, actualizaba el sistema de inventario y atendía clientes que llegaban buscando desde novelas románticas hasta manuales de cocina. Pero cada vez que ojeaba un libro de derecho penal, sentía un cosquilleo en el pecho. Su sueño de ser abogado seguía intacto. Más que intacto, ardía con más fuerza. La paga no era gran cosa pero le daba oportunidad de estudiar y leer en su tiempo libre.Días atrás, después de que Salvatore le diera el contacto, Peter había enviado su currículum y copia de su diploma a la firma de abogados donde trabajaba su amigo. Era una firma grande, y con mucho prestigio en casos penales. Más prestigiosa incluso que la de su padre, Marcus.Pa
Último capítulo