Peter sostuvo la pequeña caja de terciopelo entre las manos, nervioso. El anillo no era costoso, pero sí significativo. Una alianza simple, de plata, con un diminuto zafiro azul incrustado. Lo había elegido con cuidado, pensando en los ojos de Jessy, en la calma que sentía cuando estaba con ella. No era una promesa de matrimonio, no aún, pero sí un símbolo de lo que él sentía: algo serio, profundo, verdadero.
Su padre, sin saber nada del motivo oculto detrás del brillo en sus ojos, lo había ayudado a conseguir un trabajo más formal: ahora trabajaría en una biblioteca universitaria como asistente, un puesto que combinaba perfectamente con su inicio en la carrera de Derecho. Le daba estabilidad, independencia, y lo hacía sentir más preparado para demostrarle a Jessy que podía ser más que el mejor amigo de su hijo.
Ese fin de semana se celebraba el cumpleaños de Ethan. La casa de Jessy estaba llena de risas, música y voces jóvenes. Compañeros de universidad, amigas de Ethan, vecinos curi