Mundo ficciónIniciar sesiónVioleta jamás imaginó que su vida, dividida entre turnos en el hospital, repartos a medianoche y las cuentas médicas de su padre paralítico, cambiaría por completo la noche en que encontró a un desconocido medio muerto junto al río. Él no recordaba su nombre, ni su pasado, ni quién quiso asesinarlo. Movida por su instinto y su corazón, Violeta decide ayudarlo, sin saber que ese hombre pertenece a una de las familias más poderosas del país. Lo que empieza como un acto de compasión se transforma en una convivencia caótica: duchas rotas, una gata llamada Atenea que lo odia, y una tensión que ambos intentan negar. Pero el olvido no dura para siempre. Cuando René recupera la memoria, también comprende que su vida sigue en peligro… y que Violeta podría ser su punto débil. Para protegerla —y darle una oportunidad de salvar a su padre— le propone algo impensado: un matrimonio por contrato. Una enfermera con el corazón cansado. Un heredero que oculta su identidad. Una mentira que podría convertirse en el amor más verdadero.
Leer másEl sonido de la lluvia golpeando los ventanales era un murmullo suave, casi hipnótico.Hope había aprendido a amar esos días nublados desde que Eugene la llevaba en su moto por las calles empapadas del campus, justo después de los exámenes. Decía que la lluvia limpiaba la mente, que cada gota arrastraba las dudas y el cansancio.Ahora, mientras observaba desde la cafetería universitaria cómo las gotas resbalaban por el cristal, sonreía al recordarlo. Era el último año de universidad. Administración había sido un viaje intenso, lleno de emociones, desafíos y aprendizaje. Y, a su lado, Eugene se había convertido no solo en su amor, sino en su compañero de vida, su mejor amigo, su punto de equilibrio. Nunca creyó que él llegaría a ser la persona más importante de su mundo aun cuando apenas creyó que dejaría ser su amigo. Eugene era la persona que estuvo esperando por mucho tiempo y para sorpresas de la vida, él también la estuvo esperando a ella por bastantes años. El chico llegó unos m
El aire nocturno estaba impregnado de electricidad, de ese tipo de emoción que solo precede a una presentación.Hope no sabía cómo había terminado en aquel pequeño bar lleno de luces rojas y azules, rodeada de universitarios que coreaban el nombre de una banda que —para sorpresa suya— era la misma que su “novio falso” lideraba.Aunque ya no había nada falso en lo suyo.Eugene subió al escenario con la guitarra colgada al hombro, vestido con una camiseta negra, jeans rotos y esa sonrisa que parecía contener todo el universo.El público gritó cuando el vocalista lo presentó, y Hope sintió el corazón encogérsele de orgullo.Aquel no era el hijo perfecto de los Withmore.Era Eugene.El Eugene que componía canciones en secreto, que reía cuando nadie lo veía, que le acariciaba el cabello cada vez que se sonrojaba.La música empezó, y Hope sintió cómo el suelo vibraba bajo sus pies.No sabía si era por el bajo o por lo que le provocaba verlo ahí, siendo tan libre.El solo de guitarra la dejó
El reloj de la cafetería marcaba las seis y media de la tarde cuando Hope se quitó el delantal, con las manos aún tibias del vapor de la máquina de espresso.El día había sido largo. Lleno de clientes, risas forzadas y pensamientos que iban y venían como olas: Eugene, sus palabras, la confesión de que siempre la había querido.Intentaba no pensar en eso, pero era inútil.El rostro de él la perseguía incluso en los reflejos del vidrio, en el sonido del viento cuando salía a la calle.Al girar, lo vio esperándola en la puerta. Eugene estaba allí, apoyado contra el marco, con una chaqueta negra y esa sonrisa que hacía que sus nervios se desordenaran.—¿Vas a ignorarme otra vez? —preguntó, medio divertido.Hope levantó la ceja.—No estaba segura de que siguieras esperándome.—No pienso rendirme tan fácil. —Cruzó los brazos, mirándola—. Te llevo a casa.Ella dudó un segundo.—No puedo. Tengo que pasar a la biblioteca.Él arqueó una ceja.—¿Otra vez? Estás ahí más tiempo que en tu propio ap
El aroma a café recién hecho llenaba el ambiente, mezclado con el murmullo de conversaciones y el tintineo de tazas.Era una mañana tranquila, o al menos lo había sido hasta que Hope levantó la vista del mostrador… y lo vio.Eugene Withmore estaba apoyado en la barra, con una camisa azul remangada, el cabello revuelto como si hubiera corrido y una expresión entre cansada y desafiante.Sus ojos grises se encontraron con los de ella, y por un segundo el mundo se redujo al espacio entre ambos.Hope frunció el ceño. No podía creer que se atreviera a aparecer en su lugar de trabajo después de lo que había pasado. Había pasado una semana desde que despertó en su apartamento, una semana de mensajes ignorados y llamadas sin contestar.Ella lo había borrado —o al menos eso intentaba convencerse.—¿Qué haces aquí? —preguntó ella con voz baja, para no llamar la atención de los clientes.Él se cruzó de brazos.—Tomar café, aparentemente.—No te hagas el gracioso.—No lo intento —respondió con cal
Hope despertó con la cabeza palpitante, como si un martillo golpeara su cráneo desde dentro.La luz que entraba por la ventana le dio directo en los ojos y soltó un quejido, enterrando el rostro en la almohada.Todo olía distinto. No era su habitación. Ni sus sábanas. Ni su colchón con la forma de siempre.Abrió un ojo y lo primero que vio fue el techo blanco, demasiado alto, con molduras y una lámpara moderna que jamás había visto.Se incorporó lentamente, con la sábana hasta la barbilla, intentando procesar lo obvio.—No... —susurró—. No, no, no...Giró la cabeza y, al otro lado de la habitación, vio una chaqueta masculina sobre una silla, una guitarra apoyada contra la pared… y un par de zapatos de hombre.—Por favor, que sea una pesadilla —dijo con voz temblorosa.El sonido del agua corriendo en la ducha la hizo congelarse.Su corazón se detuvo.No, imposible.La puerta del baño se abrió, y del vapor emergió Eugene Withmore, con una toalla blanca ajustada a la cintura, el cabello
Las semanas pasaron con la rapidez de las hojas cayendo en otoño. Hope apenas tenía tiempo para respirar entre los proyectos, las lecturas y las presentaciones grupales. La universidad parecía absorberle cada minuto del día, y Eugene se había convertido en un recuerdo persistente que aparecía solo en notificaciones de mensajes no leídos.No es que no quisiera verlo. Solo… necesitaba espacio. O al menos eso se repetía cada vez que miraba el fondo de pantalla de su celular, donde una foto de ambos —una simple selfie para mantener el teatro ante sus familias— parecía mirarla con ironía.—Hope, ¿puedes revisar los apuntes sobre el experimento? —preguntó Marco, su compañero de equipo, sacándola de sus pensamientos.Ella parpadeó y asintió, hojeando las hojas impresas frente a ella.—Sí, ya casi termino.El grupo trabajaba en una mesa al aire libre, bajo el techo de vidrio de la biblioteca central. Las luces cálidas y el murmullo de voces de otros estudiantes creaban un ambiente que invitab
Último capítulo