El aroma a café recién hecho llenaba el ambiente, mezclado con el murmullo de conversaciones y el tintineo de tazas.
Era una mañana tranquila, o al menos lo había sido hasta que Hope levantó la vista del mostrador… y lo vio.
Eugene Withmore estaba apoyado en la barra, con una camisa azul remangada, el cabello revuelto como si hubiera corrido y una expresión entre cansada y desafiante.
Sus ojos grises se encontraron con los de ella, y por un segundo el mundo se redujo al espacio entre ambos.
Hope frunció el ceño. No podía creer que se atreviera a aparecer en su lugar de trabajo después de lo que había pasado. Había pasado una semana desde que despertó en su apartamento, una semana de mensajes ignorados y llamadas sin contestar.
Ella lo había borrado —o al menos eso intentaba convencerse.
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella con voz baja, para no llamar la atención de los clientes.
Él se cruzó de brazos.
—Tomar café, aparentemente.
—No te hagas el gracioso.
—No lo intento —respondió con cal