Capítulo 9: interés

El hospital St. Bernard’s olía a desinfectante, café recalentado y cansancio. El reloj marcaba las nueve de la mañana y el turno de Violeta apenas comenzaba. La joven llevaba el cabello recogido en un moño desordenado, la bata blanca impecable y una sonrisa amable que escondía las ojeras que el maquillaje no lograba disimular.

Su jornada transcurría entre pasillos abarrotados y murmullos apagados. Revisaba signos vitales, cambiaba vendas, tomaba notas y escuchaba con atención cada historia que los pacientes le confiaban. Era buena en su trabajo, no solo por su precisión, sino porque tenía una paciencia infinita. Cada sonrisa suya era un alivio para quienes la rodeaban.

El sol de la tarde comenzaba a filtrarse por las ventanas del pasillo cuando, por primera vez en todo el día, se permitió detenerse. Se apoyó en el mostrador de enfermería, respirando hondo. Lucy, su compañera de turno, le ofreció una taza de café tibio.

—Gracias —murmuró, sonriendo.

—Te lo mereces. Has atendido a medio
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