La vida de Lauren da un giro cuando, tras descubrir la infidelidad de su prometido y ser abandonada en medio de la nada, conoce a un misterioso hombre en un lujoso hotel. Tienen una química innegable y pasan una noche llena de pasión desenfrenada. Sin embargo, al día siguiente, Lauren despierta sola. El destino le juega una mala pasada cuando descubre que Andrew, el hombre misterioso, es en realidad el dueño del bufete donde hará sus prácticas. Aunque no pueden evitar continuar con la pasión que los une, Andrew le deja claro que solo busca una relación puramente sexual. Lauren intenta hacer camino en su ascendente carrera mientras lucha contra los sentimientos por su jefe, el acoso de su exnovio y un trauma de abuso sexual. Por su parte, Andrew se esfuerza por equilibrar su vida bajo las presiones familiares de heredar la empresa, lo que lo lleva a un compromiso arreglado. Con el corazón roto, Lauren pone distancia entre ella y el hombre que ama, sin saber que dentro de ella ya está creciendo el fruto de su amor. Meses después, un asunto legal la obliga a volver y a reencontrarse con Andrew. ¿Cómo reaccionará él cuando se entere de que tiene un hijo?
Leer másVa a llover.
La noche estaba fría y la brisa empapaba mi cara. Veníamos de la boda de una de nuestras mejores amigas, a dos horas de la ciudad. Valió la pena solo por ver sus ojos brillando en felicidad, entusiasmándome por mi propia boda.
Brent, mi prometido, conducía en silencio. Últimamente estaba muy distraído, pero lo entendía, el lunes ingresábamos a uno de los mejores bufetes de abogados de todo el país, era normal estar nervioso.
Gotas de lluvia comenzaron a caer sobre el capó del auto, justo cuando me estaba inclinando para tomar el celular de Brent, su cámara era mejor que la mía.
—Publicaré las fotos que nos tomamos en I*******m antes de que perdamos la señal por completo —comenté, desbloqueando el teléfono con facilidad.
Se tensó, pero lo ignoré. Teníamos acceso a nuestros teléfonos celulares porque siempre vi como una tontería ocultarlo, además, no invadía su privacidad ni desconfiaba de él, así que nunca habíamos tenido problemas por eso.
El ambiente se puso tenso, pero él siguió en silencio. Abrí la galería y comencé a pasar las fotos a mi propio celular, sonriendo mientras las observaba. Mi vestido era precioso, un cremoso color azul cielo, la tela era tan suave que caía con suavidad, lo que más me gustaba era la forma en la que los tirantes resaltaban mi clavícula, era bastante sencillo, pero me encantaba.
—¿Por qué no mejor descansas? Yo te las enviaré apenas lleguemos.
Intentó arrebatarme el teléfono, pero me alejé.
—No es necesario, ya estoy terminan...
Entonces, llegué a la última foto y el vello de mi nuca se erizó. Sentí mi corazón dar un golpeteo fuerte en mi pecho y me paralicé. El cuerpo desnudo de una mujer, acostada en su cama y abierta por completo, mientras se tocaba a sí misma posaba para la foto. Solté un jadeo, pero el teléfono fue arrancado de mis manos por Brent.
—¡Joder Lauren, no es lo que crees que es!
No pude responderle, estaba demasiado ocupada jadeando por aire. Todo mi cuerpo vibraba y a pesar de lo que siempre creí que reaccionaría diferente en un escenario así, en ese momento ni siquiera pude hablar. ¿Qué justificación válida había para que tuviera la foto de una mujer masturbándose en su teléfono? Y no cualquier mujer, a pesar del ángulo de la foto y que estaba inclinada hacia atrás, el cabello rojo fuego y los ojos azules brillantes la delataron. Era Gloria.
Conocía a Gloria, todos en la universidad lo hacían. Era todo lo contrario a mí, y no solo porque tenía una belleza exótica, mientras que yo era mucho menos llamativa. Si no porque las malas lenguas decían que se había acostado con una cantidad exagerada de estudiantes.
Nunca la juzgué, ella y Brent habían sido amigos desde hacía años y siempre fui amable. Y ciertamente nunca se me pasó por la mente que mi novio casi perfecto fuera capaz de acostarse con ella.
¿Cómo no lo vi venir? ¿Cómo pude ser tan tonta?
—Esto no puede ser cierto —susurré, mis ojos se llenaron de lágrimas inmediatamente—. ¡No puedes estar hablando en serio!
—Hermosa, no es lo que crees, lo juro —murmuró, pero él no tenía una explicación válida y ambos lo sabíamos.
—¿Desde cuándo te acuestas con ella? —pregunté—. ¿Desde cuándo me engañas?
—Gloria y yo solo somos amigos, esa foto la envió por equivocación ¡lo juro por Dios!
—¡No te atrevas a jurar! —grité—. Íbamos a casarnos, Brent, ¿cómo pudiste hacerme esto?
Sus ojos se llenaron de lágrimas, lo que hizo que mi furia creciera. No podía estar llorando después de traicionarme, de poner sus manos sobre otra mujer. Cuando lo conocí, creí haber encontrado al hombre de mis sueños. Ambos estudiantes de abogacía, nos conocimos en una de las fiestas del campus. Yo era virgen, poco sociable y tímida, así que él me tomó bajo su ala, desde entonces, nunca más nos separamos.
¿En qué momento me engañó? Era un misterio para mí, pasamos juntos la mayor parte del tiempo, pero Gloria también. Ahora que lo pensaba, en cada momento importante, salida o evento, ella siempre estaba ahí.
Brent sacudió su cabeza, como si aún no pudiera creer lo que estaba pasando. Que lo había atrapado. —No quería hacerlo, pero en algún punto de la relación tú y yo nos aleja...
Lo interrumpí.
—No, no me culparás por esto como por todo —respondí, armándome de valor—. La única razón por la que tú y yo nos distanciamos fue porque comenzaste a actuar extraño. No tenía idea de lo que pasaba contigo, pero ahora es clara la razón.
—Te amo a ti, ¿no es eso lo que importa?
—¿Esta es tu idea de amor? —No respondió, presionó sus labios y se quedó en silencio—. No perdonaré una infidelidad, no me convertiré en mi madre.
—No eres como ella, solo ocurrió una vez y no pasará de nuevo —prometió—. Estaba abrumado por el estrés de la universidad, sabes que no la he tenido fácil con lo de mi padre, y ella estaba ahí, simplemente pasó.
Sí, yo también había tenido momentos difíciles a lo largo de nuestra relación, pero jamás miré a otro hombre. No me consideraba la más hermosa del mundo, pero no era fea. Mi cabello era castaño oscuro y mis ojos de un intenso verde. Había sacado la nariz respingada de mi madre y su piel pálida, pero en todo lo demás, probablemente había salido como mi padre. No lo sabía porque nunca lo conocí. A quien sí conocí fue a mi padrastro, y a sus muchas infidelidades, a sus faltas de respeto y a las disculpas falsas que sonaban muy similares a las que Brent estaba diciendo.
Parecía no darse cuenta de lo que acababa de pasar. Hacía solo un par de meses me pidió que me casara con él. Fue en un bar local, borrachos y demasiado emocionados por nuestra pronta graduación. Mi hermana aseguraba que fue una propuesta nefasta y perezosa, no intentó esforzarse, pero así era Brent, relajado y poco entusiasta. De alguna manera y borracha hasta las trancas, lo encontré un poco adorable, así que acepté.
—¿Desde cuándo te acuestas con ella? —pregunté, limpiando mis lágrimas.
—Ya te dije que solo pasó una vez.
—¡No sigas mintiendo! — levanté la voz.
—¡No estoy mintiendo, lo juro!
Golpeé su brazo, furiosa de que siguiera diciéndome mentiras, era tan fácil para él hacerlo. Ya no lograba engañarme, era bastante obvio que sentía algo por Gloria, si no, no se hubiera atrevido a arruinar lo que teníamos.
—¡Deja de ser un puto cobarde y di la verdad! —grité, volviendo a golpearlo, esta vez más fuerte.
Perdió el control del volante un segundo, por la sorpresa. No soy una mujer de gritar ni de decir malas palabras, de hecho, soy bastante tranquila. En nuestra relación, hubo muy pocos momentos donde peleamos, mayormente porque evito cualquier conflicto y él es feliz por aquello. Pero esto era otra cosa, ameritaba que lo matara.
—¿Puedes calmarte?
—No hasta que no me digas desde cuándo.
Dudó un momento, pero pude ver que no iba a rendirme, no hasta que me confesara. Realmente no importaba cuándo lo hizo, pero el solo hecho de que estaba tan reacio a confesarlo, me decía que la respuesta no iba a gustarme.
—Hace dos años —murmuró, mirando hacia el frente. Pude ver la vergüenza en todo su rostro. Estaba sonrojado, como si estuviera conteniendo la respiración.
—Para el coche —pedí, sintiendo unas repentinas ganas de vomitar. No quería seguir mirándolo, ni estar cerca de él, no después de haberse acostado con Gloria desde hacía dos años, ¡prácticamente tenía otra relación! —. Quiero bajarme.
—Lauren…
—¡Para el coche o salto! —grité, cada vez más enojada.
Soltó una maldición, pero hizo lo que le pedí, se orilló y detuvo el coche. Estábamos en la carretera, en pleno desierto, aún faltaba mucho para llegar a Nueva York, pero sentí que no podía respirar el mismo aire que mi prometido. Estuve mucho tiempo guardándome para el hombre ideal, definitivamente él no lo era.
—No te bajes, podemos resolverlo.
Lo fulminé con la mirada, y por primera vez, tuve ganas de atacar a alguien. Aunque no lo hice, eso solo lo haría todo más difícil. En cambio, abrí la puerta del coche y le dije lo único que se merecía.
—Vete a la m****a —gruñí, felicitándome a mí misma por no derramar una lágrima, no quería darle el gusto. Me quité el anillo y lo lancé en su pecho. Él hizo una mueca de dolor, pero aquello me enervó porque si le doliera, entonces no me habría fallado en primer lugar—. Hemos terminado aquí.
Salí, sin importar que la lluvia golpeara mi cuerpo con fuerza y comencé a caminar hacia el frente. Brent me siguió despacio, pidiéndome que me subiera de nuevo, pero lo ignoré, demasiado molesta e indignada. Yo pensando en casarme con él, mientras que se acostaba con nuestras compañeras de estudio.
Cuando se cansó de suplicarme que entrara de nuevo al coche, aceleró y siguió su camino, dejándome atrás. Miré el coche hasta que se volvió pequeño, y por primera vez, me di cuenta de mi error. Estaba sola en mitad de la noche, la lluvia caía sobre mí y tenía un frío de muerte.
Sin embargo, no me rendí, no quería llamarlo. Seguí caminando y agradecí al cielo cuando vi el aviso de un hotel a medio kilómetro de distancia, por lo que aceleré el paso. La lluvia caía torrencialmente sobre mí, y supe que para mañana iba a amanecer enferma, pero no me importaba, mi corazón estaba roto.
Seguí por el camino de tierra que llevaba hacia el hotel, era enorme, y parecía lujoso, aunque nada de otro mundo. Me sorprendió un poco que estuviera en medio de la nada, estaba esperando encontrarme con un motel de mala muerte. No importaba, pagaría con lo poco de dinero que me quedaba en el banco, no quería caminar durante toda la noche, mucho menos con la lluvia que caía. Pronto comenzaría una tormenta y no quería andar en la calle para ese momento.
Un hombre me saludó en la entrada y me abrió la puerta, parecía ajeno al hecho de que yo estaba completamente mojada, en un vestido veraniego y en tacones. Mi cabello debía ser un desastre también. Apenas entré, el alivio fue inmediato al sentir el calor acogedor que me recibía, Dios bendiga la calefacción.
Seguí hacia la recepción, donde una amable mujer de mediana edad y cabello rojizo me dio la bienvenida.
—Déjeme revisar si hay habitaciones disponibles —respondió, cuando le pedí la más económica que tenía. Apenas y tenía para sobrevivir, ya que me cortaron mi beca, mi pobre trabajo de medio tiempo no me alcanzaba para cubrir todas mis necesidades.
Unos segundos después frunció los labios y mi estómago se volvió un nudo.
—Lo siento, pero no tengo habitaciones estándar disponibles, solo suites —dijo con una sonrisa suave, calmada y tranquila. Quise ponerme a llorar. Pude llamar a mi hermana y pedirle que viniera a buscarme, pero su esposo estaba fuera de la ciudad y no podía hacerla subir a tres niños a un auto a esa hora, no quería causarle más problemas.
—¿Cuánto es el precio por una de las suites? —pregunté, casi con miedo a la respuesta.
—Quinientos cincuenta dólares y no incluye el desayuno —afirmó.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y parpadeé para alejarlas, aunque no funcionó mucho. Siempre he sido llorona, Brent me lo decía todo el tiempo, pero en ese momento me sentí desesperada. Afuera llovía, no tenía otro método de transporte y esa era mi única opción. ¿Ahora qué haría?
La miré de nuevo, esperando que, por alguna extraña razón, ella se pudiera apiadar de mí.
—¿Está segura de que revisó bien? ¿Tal vez haya una habitación escondida por allí? ¡Ni siquiera tiene que limpiarla, puede darme un par de cobijas y las tenderé yo misma! —pedí, sabía que sonaba miserable, pero a ese punto y por querer dármelas de digna, ya solo me quedaba rogar—. Mi prometido acaba de dejarme tirada porque me enteré de que ha estado engañando con una zorra —dije, mi labio inferior comenzó a temblar de rabia y dolor.
La mujer miró detrás de mí, sabía que tenía una fila esperando, pero no podía despegar mis pies del mostrador, rogando por alguna solución.
—Lo siento, por la tormenta todo está lleno —aseguró, pude ver la lástima en sus ojos—. Como le dije, solo tengo suites disponibles, si desea reservar una, me indica sus datos y método de pago.
Mis mejillas estaban sonrojadas de todo el esfuerzo por no romper en llanto como si fuera una chiquilla. Ya tenía veinticinco años, ¡no debería ponerme a llorar en medio de una crisis! Dejé caer mis hombros y asentí, resignándome. Tal vez podría convencer al personal de que me dejaran pasar la noche en el área de espera, o al menos mientras pensaba en cuál de mis amigos llamar, aunque lo veía un poco difícil, todos debían estar borrachos, se habían quedado en el hotel del pueblo, pero nosotros preferimos venirnos esa noche porque Brent tenía un compromiso con sus padres a la mañana siguiente.
—Buenas noches, Susan —interrumpió un hombre, poniéndose a mi lado. Me encogí, segura de que se quejaría porque seguía allí parada como una idiota en vez de dejar avanzar, pero me sorprendí cuando volvió a hablar—. Reserva dos suites y toma los datos de la señorita, la otra es para mí, la de siempre.
Me giré, para ver quién era el hombre que estaba intentando salvarme esa noche y fue cuando mi cuerpo se paralizó al encontrarme con unos increíbles ojos avellana, intensos y diligentes.
Y ese fue el momento exacto en donde todo mi mundo se tambaleó.
Siento las manos de Andrew sobre mi cuerpo y abro los ojos de nuevo, para encontrarme con los suyos. Es tan precioso, sexy y coqueto, me ha hecho reír como nadie y ha sido un perfecto caballero. Me ayuda a levantar mi camiseta, dejándome expuesta. Mis pezones están erizados de nuevo, aunque esta vez no es por el frío, sino por lo caliente que estoy. —Me han estado volviendo loco toda la noche —murmura Andrew, refiriéndose a mis senos. Mi pecho sube y baja con fuerza, porque estoy agitada y respiro con irregularidad—. Lo único que quería era inclinarme y chuparlos —dice y a continuación, lo hace. Su boca es cálida y húmeda, succiona mi pezón y gimo fuerte, porque se siente exquisito—. Eres deliciosa. —¿Vas a dejarte tomar, Lauren? —pregunta, mi nombre en su boca nunca sonó tan bien—. Serás una chica mala y tomarás mi polla. Toma uno de mis pezones y los pellizca, antes de jugar con la punta de su lengua en ellos. Estoy ardiendo, todo mi cuerpo me grita para que me tome ahora. —
Unos cuantos tragos después... Andrew y yo nos reímos tan fuerte, que llamamos la atención de las pocas personas que quedan cerca. Se supone que debo estar en mi habitación, pensando en cómo devolverme mañana, o, peor aún, llorando por la traición de mi prometido. En cambio, estoy pasándola genial con un hombre sexy y hermoso, que aparte es divertido e inteligente. Mi teléfono se iluminaba cada tanto con llamadas de Brent. Las ignoré todas y no me sentí mal por eso. Hasta que mi hermana comenzó a llamarme también y supe que ese imbécil la había preocupado. Ignoré su llamada, pero le envié un mensaje para asegurarle que me encontraba en un hotel y que estaba bien. Ya hablaríamos cuando regresara. Andrew ignoró mi crisis sentimental, trató de mantenerme divertida y lo logró. Teníamos una química natural, cada cosa que decía me gustaba más que la anterior y, lo mejor de todo, ambos teníamos el mismo tipo de humor, así que me he reído hasta que las lágrimas corren por mis mejillas.
Mientras seguimos charlando, siento una química inmediata con este hombre. Andrew no se va por las ramas, me mira de la forma en la que cualquier chica quisiera ser vista y eso provoca cosquillas en mi entrepierna. Cuando acabo mi primer trago, Andrew le hace una seña al camarero, que aparece de inmediato. Me doy cuenta de que este tiene que ser un hombre importante, porque no he visto que trate a los demás clientes así, tan amablemente. Cuando el hombre se acerca, Andrew le pide algo en el oído, así que no puedo escucharlos, lo que me hace fruncir el ceño. El alcohol ya está haciendo de las suyas y me siento más relajada y suelta. Así que cuando el camarero se va, le doy una mala mirada a Andrew. —¿Sabes que es de mala educación cuchichear en frente de los demás? —pregunto, frunciendo el ceño. —No estaba cuchicheando, Lauren —responde y me encanta como suena mi nombre en sus labios, sexy, sensual y atrevido—. Le pedí a Peter que trajera un poco de ropa para ti, estás empapa
El hombre a mi lado es atractivo, con el cabello revuelto y apuntando hacia todos lados, una barba espesa de dos días, ahora solo puedo imaginar lo que se siente pasar la yema de los dedos sobre su piel. Está sonriendo, lo que lo hace ver más atractivo aún. Luce un traje que le queda como un guante, resaltando sus bíceps y espalda bien trabajadas, es un hombre atlético y esbelto. Aunque claramente se ve mayor que yo. —No es necesa... Me interrumpe y me quedo en silencio de inmediato, aun medio atontada, lo tengo cerca, a menos de un metro así que podía ver sus pestañas rizadas y el surco de pecas que inunda el tabique de su nariz. Sus ojos también se encuentran con los míos, su sonrisa es relajada, pero sus ojos muestran una intensidad arrolladora. —No te preocupes, tómalo como un regalo de consolación —responde, relajado. Se vuelve de nuevo a la recepcionista. - Susan, por favor. Los ojos de la mujer brillan mientras mira al hombre a mi lado. —Por supuesto que sí, señor L
Va a llover. La noche estaba fría y la brisa empapaba mi cara. Veníamos de la boda de una de nuestras mejores amigas, a dos horas de la ciudad. Valió la pena solo por ver sus ojos brillando en felicidad, entusiasmándome por mi propia boda. Brent, mi prometido, conducía en silencio. Últimamente estaba muy distraído, pero lo entendía, el lunes ingresábamos a uno de los mejores bufetes de abogados de todo el país, era normal estar nervioso. Gotas de lluvia comenzaron a caer sobre el capó del auto, justo cuando me estaba inclinando para tomar el celular de Brent, su cámara era mejor que la mía. —Publicaré las fotos que nos tomamos en Instagram antes de que perdamos la señal por completo —comenté, desbloqueando el teléfono con facilidad. Se tensó, pero lo ignoré. Teníamos acceso a nuestros teléfonos celulares porque siempre vi como una tontería ocultarlo, además, no invadía su privacidad ni desconfiaba de él, así que nunca habíamos tenido problemas por eso. El ambiente se puso tenso
Último capítulo