El aroma del cabello recién secado todavía flotaba en el aire cuando Violeta, con una toalla colgando de su hombro, se apartó un poco del sofá y comenzó a mostrarle al joven su pequeño apartamento.—Bien —dijo, caminando frente a él—. Este es el cuarto principal. Aquí tenemos la cocina, el comedor y la sala, todo en el mismo espacio. —Señaló los muebles sencillos, pero acogedores—. Detrás están dos habitaciones: la de mi papá y la mía, y justo aquí está el baño. —Señaló una puerta a la izquierda del pasillo—. Y al lado de la sala tenemos el balcón, para cuando queramos tomar aire o un poco de sol.El joven miraba todo con curiosidad, pero también con ese toque arrogante que no podía ocultar.—Por el momento te quedarás en la cama de mi padre —continuó Violeta, señalando la habitación—. No tienes permitido tocar nada más que la cama, ¿entendido?—Entendido… —dijo él, aunque con un dejo de picardía en la voz—. Pero, ¿puedo… ir solo?Violeta lo miró con incredulidad, incapaz de ocultar s
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