El aire nocturno estaba impregnado de electricidad, de ese tipo de emoción que solo precede a una presentación.
Hope no sabía cómo había terminado en aquel pequeño bar lleno de luces rojas y azules, rodeada de universitarios que coreaban el nombre de una banda que —para sorpresa suya— era la misma que su “novio falso” lideraba.
Aunque ya no había nada falso en lo suyo.
Eugene subió al escenario con la guitarra colgada al hombro, vestido con una camiseta negra, jeans rotos y esa sonrisa que parecía contener todo el universo.
El público gritó cuando el vocalista lo presentó, y Hope sintió el corazón encogérsele de orgullo.
Aquel no era el hijo perfecto de los Withmore.
Era Eugene.
El Eugene que componía canciones en secreto, que reía cuando nadie lo veía, que le acariciaba el cabello cada vez que se sonrojaba.
La música empezó, y Hope sintió cómo el suelo vibraba bajo sus pies.
No sabía si era por el bajo o por lo que le provocaba verlo ahí, siendo tan libre.
El solo de guitarra la dejó