Kathie, una joven humilde marcada por el rechazo y la traición, fue subestimada por su apariencia sencilla y su origen. Tras una humillación pública en la empresa donde trabajaba como asistente, decide dar un giro radical a su vida. Gracias a una herencia inesperada y la guía silenciosa de un mentor, se transforma en una mujer fuerte, elegante y segura de sí misma. Años después, regresa al mundo corporativo con un nuevo propósito… y una nueva identidad. Allí se reencuentra con Noah, su antiguo jefe: un hombre exitoso, frío y emocionalmente roto por su pasado. Él no la reconoce, pero algo en ella lo intriga, lo desarma… lo confronta. Lo que comenzó como una silenciosa revancha se convierte en un viaje de redención, donde ambos deberán enfrentar sus heridas más profundas, aprender a confiar y descubrir que el amor verdadero puede renacer incluso desde las cenizas. ¿Pueden dos almas rotas salvarse mutuamente y volver a creer en el amor?
Leer másNunca pensé que un solo día pudiera cambiarlo todo. Pero ahí estaba yo, frente al espejo del diminuto baño de la oficina, con el corazón latiendo tan fuerte que sentía que iba a salirse del pecho. El reflejo que me devolvía parecía, por una vez, más vivo, más auténtico que nunca. Era un espejo roto por las cicatrices, las heridas invisibles que siempre llevaba conmigo… pero que, en ese instante, sentí como si quisieran romperse en mil pedazos.
El aroma a alcohol y a jabón barato llenaba la pequeña habitación. La luz fría de la lámpara de techo resaltaba cada línea, cada sombra de mi rostro. Mi cabello, que días antes había recogido en un moño impaciente, ahora caía en mechones desordenados, rebeldes, como una señal silenciosa de mi lucha interna. Mis ojos, normalmente apagados y cansados, ardían con una mezcla de rabia y desesperanza que no podía controlar.
Seguía oyendo las risas y los susurros crueles en la sala de juntas. La presentación que había preparado con tantas noches sin dormir, con la esperanza de destacar, terminaría siendo un simple blanco de burla. Esa escena se repetía en mi cabeza: la mirada de Noah, fría y desapegada, como un juez esperando emitir su sentencia. Era la misma mirada que había recibido toda mi vida. La frase implícita en cada gesto, en cada comentario: "No eres suficiente". Esa sentencia quedó grabada en mis recuerdos.
Pero dentro de mí, algo cambió. Como un espejo que finalmente cede bajo la presión, el cristal de mi resignación se hizo añicos. La impotencia que sentía desde siempre comenzó a fundirse en una chispa de claridad, en un fuego que crecía lentamente, pero con firmeza. Mis ojos, que antes estaban llenos de lágrimas contenidas, ahora reflejaban una determinación feroz. La rabia, el dolor, la humillación… todo se convirtió en una sola cosa: un impulso.
Con las manos temblorosas, me levanté. Suspiré profundo, como si quisiera respirar por primera vez en mucho tiempo. Mis dedos aún temblaban, pero mi mente estaba más clara que nunca. La imagen que tenía en mi cabeza era simple y poderosa: No más, me dije a mí misma.
Avancé lentamente hacia mi cubículo. El tun-tun de mi corazón martillando en el pecho parecía tener un ritmo propio, sincronizado con la decisión que había tomado.
En mi escritorio, y bajo las miradas curiosas de todos, redacté la carta de renuncia. La tomé con manos firmes y la observé por un instante, sintiendo bajo mis dedos la textura áspera del papel, como si cada fibra absorbiera la carga de todo lo que estaba dejando atrás.
Luego me acerqué al escritorio de Noah, impecable como siempre, cubierto de papeles perfectamente ordenados. Con un movimiento decidido, dejé allí la carta. Lo hice con cuidado, casi con reverencia, como si ese acto —silencioso pero lleno de peso— fuera una especie de ritual sagrado. La deposité suavemente, y en ese gesto sentí algo romperse… y liberarse dentro de mí.
No esperé respuesta. No hacía falta. Sabía perfectamente que el negocio no se cerró, que todo se había derrumbado… y que, para ellos, la culpa sería mía.
Pero en el fondo, yo conocía la verdad: no era mi culpa. Todo había sido un sabotaje. Alguien me tendió una trampa, y yo caí sin siquiera sospecharlo. Lo más doloroso no fue la traición en sí, sino lo que vino después. Me expuse. Me puse en ridículo frente a todos. Abrí mi corazón, mostré mis sentimientos más íntimos… y todo quedó registrado en ese maldito video.
Yo misma cavé mi tumba. Y aún así, no tenía justificación. En ese mundo, la debilidad se paga caro.
Antes de salir, tomé un último respiro y cerré los ojos un instante. La piel, el aire, el silencio… toda esa calma momentánea contrastaba con la tormenta interior que había estado soportando. Cuando los abrí, una chispa de esperanza reinaba en mi mirada: una promesa de renacer.
Salí del baño y crucé la sala con paso firme. La luz del atardecer entraba por la ventana, bañando todo con un brillo dorado. El sol parecía más brillante que nunca, como recordándome que incluso en las sombras más oscuras, siempre hay un resplandor de esperanza.
Y en ese momento, el corazón me latía con fuerza, con la convicción de que ese acto de rebeldía sería solo el primer paso de un camino.
Con la cabeza en alto, salí de la oficina, dejando atrás mi antigua sombra. La calle me recibió con el aire fresco de la tarde, y sentí cómo ese aire, cargado de promesas, comenzaba a llenar mis pulmones. Ya no era miedo. Era una expectación salvaje.
La Kathie que el mundo conocía había desaparecido.
La ciudad se extendía debajo como una maqueta de luces y niebla. Desde la terraza de su penthouse, Noah tenía la mejor vista de la ciudad y aun así no podía mirar nada que no fuera el vacío en su copa.Una copa sin terminar. Una decisión sin tomar. Un nombre que se le repetía entre los labios como un rezo: Kathie.El archivo de la moción seguía abierto en su tablet, junto al informe del comité y la fecha de la junta de accionistas. Todo apuntaba a una misma línea: sacarla del proyecto.Y él sabía que si no hablaba, si no intervenía, lo haría
Kathie permaneció en pie unos minutos, sintiendo el latido extraño de su apartamento. Todo había cambiado, y sin embargo, las paredes seguían allí. Testigos mudos. Siguió mirando la puerta cerrada como si aún pudiera escuchar sus pasos alejándose. Noah se había ido hace unos minutos, después de una noche que había transformado algo en ella… pero también lo había dejado todo peligrosamente expuesto.No era el cuerpo lo que temblaba. Era la certeza de que había cruzado una frontera sin retorno.Fue hasta la cocina, sirvió un vaso de agua, pero no bebió. Se detuvo frente a la ventana, contemplando la ciudad que se deshacía en luces lejanas. Podía verlo todo desde allí, pero no a él. No ahora. Noah. El hombre que una vez la destruyó con su silencio, y ahora la reconstruía con miradas, con gestos, con una sinceridad que dolía. ¿Y si esta vez también se iba?Suspiró. Encendió su portátil. Necesitaba algo concreto. Control.Abrió los avances del proyecto, pero las cifras se diluían fre
La luz del sábado se filtraba por las cortinas con una suavidad que parecía hecha a propósito. El apartamento de Kathie estaba en silencio, salvo por el sonido leve del tráfico lejano y el murmullo de una ciudad que despertaba sin apuro.Kathie abrió los ojos lentamente. No se movió al principio. Solo escuchó. Respiración. Calor. Presencia. Noah seguía allí.Estaba a su lado, dormido de lado, con una mano extendida entre las sábanas, rozando la suya. Su pecho subía y bajaba con una cadencia tranquila. No parecía el mismo hombre que ella conoció tres años atrás, ni siquiera el que había aprendido a leer con cautela en los últimos meses. Dormido, Noah era otra cosa. Era simplemente… humano.Kathie giró apenas el rostro y lo observó. No desde la ansiedad, ni desde la duda. Lo miró como se mira algo que no se quiere poseer, sino entender. Había en ella una paz nueva. No exenta de preguntas, pero libre del miedo.Noah abrió los ojos poco después, como si su cuerpo supiera que la mañana
La habitación estaba en penumbra. Solo la luz tenue que entraba desde la ventana iluminaba los contornos de sus rostros. No había música, ni palabras innecesarias. Solo respiraciones compartidas. Kathie se sentía suspendida en un instante fuera del tiempo. Como si todo lo que había sido hasta ahora —la herida, la duda, el miedo— se hubiera quedado al otro lado de esa puerta cerrada.Noah estaba frente a ella. No como el hombre al que una vez amó en silencio, ni como el jefe frío que había aprendido a temer. Estaba allí como él mismo. Vulnerable. Presente. Real.—¿Estás segura? —preguntó él, su voz apenas un susurroElla asintió con una tranquilidad que la sorprendió. No era impulsiva. No era huida. Era certeza.
No pasó mucho tiempo después de enviar el mensaje cuando Kathie escuchó el timbre. Se sobresaltó. No esperaba que Noah llegara tan rápido. Ni siquiera le había dado la dirección.Pero claro… él la conocía. Más de lo que ella estaba dispuesta a admitir.Abrió la puerta. Noah estaba allí, con la camisa sin corbata, las mangas dobladas y la mirada más directa que jamás le había dirigido. No sonrió. Solo la miró. Como si llevara años esperando estar frente a ella así, sin pretextos ni intermediarios.—Perdón por venir sin preguntar —dijo con voz baja, áspera, como si cada palabra le costará—. Pero no quería que cambiaras de opinió
Kathie se quedó un instante más contra la pared fría del pasillo, las palabras de Noah resonando en sus oídos como una sentencia. ¿Lo estás evitando, Kathie? ¿O estás huyendo de ti misma? La pregunta se clavó en lo más profundo de su ser, dolorosa y certera. Él no solo la había confrontado con el deseo entre ellos, sino con sus propios miedos, sus viejas heridas, la constante evasión de la vulnerabilidad.Cuando logró recuperarse, volvió a la mesa con Esteban. Él la miró con preocupación. "Estás pálida, Kathie. ¿Estás bien?""Sí, solo… un poco de aire," mintió, su voz apenas un susurro. La conversación posterior fue borrosa para ella. Los ojos de Esteban, siempre tan perceptivos, parecían escanearla, y Kathie se sintió atrapada, como si cada poro de su piel gritara el encuentro con Noah. El contraste entre la paz que le daba la presencia de Esteban y la tormenta que desataba Noah era abrumador.Al despedirse de Esteban en la entrada del restaurante, él la abrazó con una calidez famili
Último capítulo