Capítulo 5: Secretos Enterrados

Afuera, Esteban caminaba a mi lado sin decir mucho. Como siempre, su presencia era suficiente. No necesitaba palabras para hacerme sentir respaldada. Tenía esa forma sutil de estar sin invadir. A veces me preguntaba qué lo llevaba a interesarse tanto por mí, más allá del aspecto profesional. Había mentores, sí, pero él era distinto. Me miraba como si viera algo más… como si entendiera partes de mí que ni yo misma había descubierto aún.

—Te ves distinta hoy —comentó, observando con detenimiento.

—¿Distinta cómo?

—Como si hubieras dejado algo atrás —respondió – Como si hubieras hecho las paces con una parte de ti.

Bajé la mirada,—Tal vez… Tal vez he empezado a perdonarme por haberme negado a mí misma tantas veces. Esta vez, me elegí a mí.

Esteban asintió lentamente, como si mis palabras le dolieran y aliviaban al mismo tiempo. No dijo nada más, pero sus ojos hablaron por él.

Después de un rato, mi teléfono vibró. Un correo. Reconocí la dirección de la empresa. Mi pecho se apretó por un segundo antes de abrirlo. Lo leí en silencio.

—¿Y bien? —preguntó Esteban.

Lo miré, intentando contener la sonrisa.

—Aceptaron la propuesta. Vamos a trabajar juntos.

Aunque con el sello de "proyecto de alto riesgo" y, para mi sorpresa (o quizá no tanta), la sombra de Noah como mi co-líder. No había sido una elección, sino una imposición silenciosa, un desafío tácito de su parte. La oficina parecía un campo minado, con miradas que se clavaban en mí como flechas. Pero esta vez, ya no me afectan. Sabía que muchos dudaban de mi regreso y que Noah era la persona más difícil de impresionar. Sin embargo, cada vez que sus ojos se cruzaban con los míos, sentía un peso, una mezcla de desafío y atracción que me descolocó.

Las reuniones a solas en su oficina se volvieron la norma. Su espacio era tan gélido y ordenado como él mismo: muebles minimalistas, sin un solo adorno personal, la vista panorámica de la ciudad tan impersonal como su expresión. Trabajar tan cerca de Noah era como moverse alrededor de un témpano de hielo. Cada frase suya era medida, cada gesto contenido. Él era la eficiencia personificada, un estratega brillante que detectaba cualquier fisura en un plan con la precisión de un cirujano.

Pero era en los silencios, en los momentos inesperados, donde lo sentía. Una mirada fugaz hacia la ventana cuando creía que no lo observaba, un suspiro casi imperceptible después de una llamada tensa. Esas pequeñas grietas en su armadura me intrigaban. No era el monstruo que mi pasado había creado en mi mente; era un hombre con muros, sí, pero también con algo oculto.

Una tarde, mientras revisaba unos archivos antiguos relacionados con el proyecto que Noah lideraba desde hacía años, me encontré con una carpeta olvidada en un cajón. Era diferente al resto; más desgastada, casi escondida. La curiosidad me picó. No era ético, lo sabía, pero mis dedos la abrieron antes de que pudiera pensarlo dos veces.

Dentro, no había informes ni proyecciones de ventas. Había una carta. Amarillenta por el tiempo, con una caligrafía masculina que no era la de Noah, pero con anotaciones y subrayados en un trazo que sí reconocí como suyo. Era una confesión velada, una historia de traición profunda, de un amor perdido y un corazón roto que resonaba con una desesperación que se sentía muy real. No había nombres explícitos, solo el dolor crudo de alguien que había sido apuñalado por la persona en la que más confiaba.

Al leerla, las piezas comenzaron a encajar. El dolor y la desconfianza que definían a Noah, esa capa de hielo que lo cubría, empezaron a tener sentido. Entendí que detrás del hombre inexpresivo había una historia rota, un miedo visceral a volver a confiar que explicaba gran parte de su distancia. No era solo su frialdad, era una cicatriz profunda.

Sentí una punzada de algo que no era lástima, sino una especie de entendimiento. Supe en ese instante que ese secreto podría ser la llave para acercarnos, para derretir esa capa de hielo, o la barrera definitiva que nos separaría para siempre. La carta se deslizó de mis dedos, y la dejé caer sobre el escritorio como si se quemara. Ahora que conocía su verdad, ¿cómo podría actuar como si nada?

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App