—No logro sacarte de mi mente... Era ya de noche, y él me besaba con hambre y ganas. Él era mi esposo, pero por error y de mentiras. Una vez, yo estando toda borracha, una cosa llevo a la otra y me lo termine follando, pero lo que nunca pensé era que el asunto pues se me saliera de las manos. Entonces yo, una señorita de la alta alcurnia, no tuve más remedio que permitir que dicho arruinado se casara conmigo y se convirtiera en mi esposo. Debido a la mucha insatisfacción q ue yo sentía y a mi nulo deseo de estar con él, me encargue de hacerle la vida de cuadritos, entonces lo humillé, abusé de él, le di cachetadas, puños y patadas, y me aguanto cuanto regaño o insulto se me saliera, pero él en cambio pacientemente nunca se enojó, y siempre mantuvo hacia mí una actitud dócil y gentil Pero algo en mi corazón fue cambiando con el tiempo, y justo cuando poco a poco me fui enamorando de él, me pidió el divorcio. Al parecer ese joven gentil y lleno de virtudes del pasado de repente se convertía, en un hombre calculador a quien yo quizás no conocía. Mas, sin embargo, y por las vueltas que da la vida, mi familia paso de la abundancia a la escasez, pero a él eso no le importo y estuvo allí para socorrerme, el marido virtuoso aquí alguna vez pisé y traté como mierda, se convirtió en mi único apoyo.
Leer másMateo por fin habló. Su voz sonaba tensa, pero lo que dijo no lo entendí del todo.Intrigada, lo miré.—¿Qué es lo que se supone que recordé?—Tu pasado con Javier, cuando eran jóvenes.De una vez le respondí:—No, para nada. Solo supe eso cuando vine aquí, que en ese entonces ya los conocía a ustedes y que vivíamos tan cerca de la casa de mi abuela.Mateo me miraba sin parpadear. Sus ojos oscuros me pusieron algo nerviosa.Le tomé el brazo con suavidad y bajé el tono de voz:—Mateo, ¿qué te pasa en verdad? ¿Es porque no te gusta que esté sola con Javier? Si es eso, no me volveré a ver a solas con él, ¿sí? No te enojes. Además, ¿cómo está tu herida? ¿Cómo pudiste salir del hospital así como así?Mientras hablaba, apresurada, le abrí la camisa para revisarle el vendaje.Por suerte, la herida no se había abierto y las vendas estaban bien colocadas.Pero aun así, con esa herida, ¿por qué no se quedó en el hospital? ¿Solo por venir a buscarme?Justo pensaba en eso cuando Mateo me apartó su
No era posible que hubiese pasado todo el día sin mirar el celular.Suspiré y le envié un mensaje.“¿Qué haces?”Pasé mucho tiempo esperando una respuesta.Me quedé mirando la pantalla un par de minutos más. Mientras tanto, me empezó a dar sueño.Me pesaban la cabeza y los ojos.Me metí debajo del edredón, cerré los ojos y me dormí rápido.Tal vez porque estaba en un lugar nuevo y extraño, donde no podía sentirme segura, tuve un sueño raro.A mi alrededor parecía haber muchas voces.Voces desconocidas, apuradas.—Corre, Aurora, ¡corre rápido...!—¿Y tú qué harás? Si llegamos al pueblo, estaremos bien.—Jeje, estos dos niños son bien bonitos, seguro que los podemos vender por buen precio. ¡Atrápenlos! ¡Que no se escapen!No sabía si estaba soñando o qué, pero era como si en mi cabeza estuvieran proyectando una película. Veía escenas una tras otra.Difusas, sin orden.Me vi perseguida por dos hombres que tenían toda la pinta de delincuentes.Un adolescente me jalaba de la mano sin parar.
No dije nada.Javier sonrió un poco, luego retrocedió y abrió la puerta de la habitación de Mateo.En invierno, el sol se esconde más temprano, y el cielo ya se había teñido de gris.Al abrirse la puerta, la habitación quedó en penumbra.Javier encendió la luz.Levanté la vista y vi que era un cuarto sencillo, pero ordenado.Sobre el escritorio junto a la ventana, había una montaña de libros y una pequeña lámpara. El ambiente se sentía muy académico.Mateo debió haber regresado a casa de los Bernard hacía muchos años, y seguramente no había vuelto aquí desde entonces.Sin embargo, la habitación estaba impecable, ni una mota de polvo.Me acerqué al escritorio y comencé a hojear, distraída.De inmediato, aparecieron ante mí antiguos deberes y apuntes de Mateo.Incluso en ese tiempo, su caligrafía ya era impresionante: firme, clara, ordenada.Miré la silla frente al escritorio y, sin querer, me imaginé al adolescente inclinándose sobre sus libros, estudiando sin descanso. Sonreí sin darme
Tomé el portarretratos, mirando las personas de la foto, sin poder creerlo.Solo con ver esa imagen, parecía que en ese entonces yo en serio estaba enamorada de Javier… y que no me gustaba Mateo.Y Mateo tampoco parecía quererme.—Vamos, subamos a ver el resto —dijo Javier mientras se agachaba a limpiar la escalera.Guardé con cuidado los retratos y lo seguí.Aunque no viví mucho tiempo donde mi abuela, en esa casita abandonada estaban algunos de mis recuerdos más preciados.Antes de volver aquí, no sentía nada especial.Pero apenas puse un pie en este lugar, me invadió una ráfaga de recuerdos. La melancolía por lo que fue mi hogar se convirtió en una tristeza que parecía quedarse flotando en cada rincón de la casa.Las macetas del balcón estaban secas desde hacía mucho. Recordaba que yo misma le pedí a mi abuela que las comprara.Abrí la ventana del balcón y una nube de polvo cayó sobre mí.Javier se me acercó y me apartó el polvo con la mano.Se quedó parado junto a mí, mirando a lo
Estaba frente a una puerta torcida de madera, que apenas traté de abrir, cayó al suelo. De la nada, quedé dentro de una nube de polvo que no me dejó ver nada por un momento.Javier se puso delante de mí y apartó las hierbas del patio con los pies.Me tomó de la mano y entramos juntos. El paisaje me trajo muchos recuerdos.El contraste de la belleza que recordaba con la ruina ante mis ojos me hizo sentir una tristeza profunda.Mi abuela ya no estaba. Esa calidez y ternura no volverían jamás.En el patio había un árbol de naranjas, grande y frondoso. En el suelo había restos de fruta podrida.Javier se paró junto al árbol, sorprendido:—No puedo creer que este árbol aún esté aquí.Lo miré con curiosidad:—¿Por qué lo dices?—Porque lo planté yo —respondió con una sonrisa. —Lo plantamos tú y yo.—¿Nosotros lo plantamos juntos?Javier asintió, con los ojos brillándole, como si en su mente estuvieran pasando todos los buenos recuerdos.En el tronco parecía haber algo grabado. Me agaché par
Cuando llegamos, la madrastra de Mateo no insistió más. Apenas nos vio, vino a decirnos a Javier y a mí:—Ya vieron, ¿no? Se arrodilló de verdad. Por favor, convenzan a Mateo de retirar la denuncia.—Ah, ¿sí?La mirada penetrante de Javier se fijó en Miguel.Soltó una bocanada de humo y se rio con desprecio:—Qué curioso, a mí me pareció que lo hizo a regañadientes. ¿Qué pasa, te cuesta tanto pedirle perdón a mi padre?Miguel lo miró con odio:—Ya me arrodillé, ya hice lo que me pediste, ¿qué más quieres?—Sí, te arrodillaste, hiciste lo que yo pedí. Pero un perdón que no sale del corazón … me temo que mi padre no lo aceptará.Parece que tendré que decirle a Mateo que no retire la denuncia…La madrastra de Mateo se desesperó al oír eso. Agarró a Miguel del brazo, llorando:—¡Arrodíllate otra vez! ¡Hazlo de corazón! ¡Te lo dije! ¡Con sinceridad, con sinceridad!—¡Ya basta! —Molesto, Miguel la apartó con fastidio y miró a Javier.Javier sonrió con calma:—Si Miguel no quiere, no lo oblig
Último capítulo