El resto del día se arrastró como una eternidad para Kathie. Cada correo, cada palabra intercambiada con los demás, era solo un telón de fondo al eco persistente de la nota de Noah: ¿Estás bien?
Una frase tan simple, tan cargada.Cuando el reloj marcó la hora de salida, sintió un leve alivio mezclado con ansiedad. Recogió sus cosas y cruzó la oficina con pasos lentos, como si no quisiera abandonar del todo el campo invisible que la unía a él.
Al llegar al ascensor, presionó el botón. Las puertas se abrieron con un susurro metálico. Estaba sola. Entró.
Justo antes de que las puertas se cerrarán, una voz la detuvo: