El sol se filtraba tímido por las cortinas del penthouse, dibujando destellos dorados sobre las sábanas arrugadas. Kathie abrió los ojos lentamente, sintiendo el calor del brazo de Noah rodeando su cintura. Durante unos segundos, simplemente se quedó ahí, escuchando el latido constante en su pecho, como si fuera una melodía privada.
Se movió apenas para girarse hacia él, y lo encontró observándola, con esa mirada tranquila que pocas veces dejaba ver.
—Buenos días… —susurró ella.—Buenos días, dormilona —respondió él con una media sonrisa, rozándole la nariz con un suave beso.
La vibración de su teléfono rompió el momento. Kathie lo alcanzó de la mesita y al ver el nombre en pantalla, sus cejas se arquearon.