Anastasia siempre fue una chica apegada a la norma, su fe, y sobre todo a una familia muy anticuada y religiosa, que le ha enseñado a lo largo la vida, que trabajo, debe ser siempre honrado. Sin embargo, después de todo un año de buscar desesperadamente un empleo pese a que se ha graduado con las mejores notas, Ana se ve en la obligación de ceder a uno, que incluso le aturdirá alma. Ella se topará con un jefe muy diferente a sus principios, y sobre todo a su estilo vida, porque Alexey Kozlov, es mafioso más grande de toda la elite rusa, y el hombre más cínico que ella jamás pudo conocer. Él, vendrá a convertir su pulcra vida, en una llena de deseos ocultos… y, sobre todo, de perversiones… Y ella… ella jamás volverá a ver el mundo con los mismos ojos…
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—Lo siento… no estamos buscando su perfil por el momento, señorita… —tuve que soltar el aire mientras acomodaba mis gafas y miraba al hombre de traje frente a mí.
Desde hace meses, y meses, esta siempre era la respuesta, y me pregunté qué podía hacer falta cuando incluso, en una de las mejores universidades de Rusia, me habían condecorado por mis notas.
Había dado un discurso, quizás vi bostezos en el momento, a la gente le aburría hablar de la economía, pero yo encontraba cierta fascinación en estos números que incluso me llevaban a otro mundo.
Vi como aquel hombre me ofreció la carpeta de vuelta, sin siquiera ojearla para percibir que estaba altamente calificada para el puesto, pero nadie quería pagar una suma justa, a una chica de veintiún años que se había graduado hace un año y no tenía experiencia laboral.
1 AÑO. Ese era el tiempo que estaba desempleada, de hecho, nunca había tenido un trabajo, pero mis padres tenían una deuda enorme que descontaba los gastos necesarios mensuales y yo ya estaba abrumada, aunque habíamos ido a la iglesia sin falta, y oraba todos los días.
Apreté mi abrigo y salí del edificio. Tenía vergüenza de decirles de nuevo al llegar a casa que había fracasado, y estaba por tomar a mi derecha para caminar, cuando me choqué duramente con alguien.
Maxim.
—¿Ana? —él me sonrió, y achiqué mis ojos.
Maxim era unos cuatro años mayor que yo, crecimos en el mismo barrio, pero mis padres le decían el chico descarriado. Escuchamos que tomó algunos malos pasos, y… no tenía buenos amigos.
—Maxim… —dije y él pasó los dedos por su cabello sonriendo.
—¿Trabajas aquí?
Me giré al edificio, y luego negué.
—No… estaba en una entrevista… ¿y tú?
—¿Conseguiste el empleo? Imagino que si… —toqueteando mi cabeza sonrió—. Eres el cerebrito…
Nuevamente acomodé mis lentes y negué.
—No… no conseguí el empleo.
Su ceño se frunció considerablemente, y lo vi morder su boca.
Siempre me había parecido un chico guapo, pero yo huía considerablemente de lo que papá decía que podía ser peligroso. Y Maxim… bueno, nunca siguió las reglas.
—Oye… eres contadora… o algo así, ¿verdad?
Tuve que sonreír.
—Soy economista, Max… pero es algo parecido…
Él parpadeó varias veces, y asintió.
—En la empresa que trabajo, quiero decir, el jefe, jefe… está requiriendo a alguien… no me preguntes… pero necesita que alguien maneje su dinero…
Me mordí la boca y negué.
—Ammm… ¿empresa? ¿no sabía que trabajabas en una? —él se rio ante mi sarcasmo, aunque tampoco quería generar susceptibilidad, pero sin permiso, él tocó mi hombro con suma confianza, y tuve que esquivarlo.
El contacto, sencillamente no era lo mío.
—Ana… ¿necesitas el trabajo? He escuchado lo que todos dicen en el barrio…
—¿Qué dicen?
—Que no lo vas a conseguir…
—¿Qué? —me sentí un poco herida, los chismes eran una cosa seria.
—Ana… eres muy… quiero decir, tu familia…
—¿Qué hay de mi familia?
Maxim se rascó los ojos.
—Olvídalo… no importa. Solo… tengo este empleo, este es mi número… —sacó un bolígrafo y lo escribió detrás de una tarjeta de presentación y luego me la dio—. Si puedes acude cuanto antes… pero antes llámame… nadie ve al jefe sin anticipación, ni referencias.
Miré la tarjeta con su numero copiado, y al girarla, leí ese nombre que, toda Rusia conocía.
Alexey Kozlov, Un mafioso, un corrupto, un hombre sin principios, y el mismo demonio andante.
Incluso sentí como mi respiración se aceleró, y pedí perdón en mis pensamientos, tan solo de considerar la opción.
—Gracias… —solo pude gesticular, y Maxim negó.
—Te pagarían mejor que en cualquier parte Ana, espero que lo consideres… porque tu dignidad, no traerá dinero…
Lo vi irse con una mirada curiosa, pero antes de que incluso desapareciera de mi vista, no sé de dónde salió el grito de mi garganta.
—¡Maxim…! —cuando el chico se giró hacia mí, tenía una sonrisa, y lo vi correr de nuevo a mi lado.
—¿Pasa algo?
Tenía un pánico que incluso me helaba la misma vida, toda mi mente, que tenía una estructura ordenada y muy clara, se tambaleó, y lo miré a los ojos para decir:
—¿Podemos ver a tu jefe hoy?
Después de media hora, estaba en una auto sentada con Maxim, una acción que no hubiese hecho en el pasado. Subirse a autos extraños era una regla que no podía romper, pero nunca se lo diría a Igor y a Denis, mis padres. Sobre todo, por el bienestar de mi pequeña Irina, mi frágil hermanita.
—No hables si no te lo piden… ¿tienes una carpeta? —parpadeé varias veces, y abrí mi maletín. Tenía al menos cinco currículos impresos, cosa que también requerían dinero.
—Lo tengo… ¿Maxim? Si me contratan… ¿crees que trabajaré en un área de la empresa…? me refiero a un escritorio o algo así…
—Es lo mas probable… —él alzó sus hombros desinteresados.
Solté el aire ante el alivio. Eso era perfecto.
En algún momento, el auto se detuvo, y aunque había escuchado del edificio Kozlov, esto era una exageración.
Todos en Rusia, sabían que este hombre disfrazaba sus finanzas, literalmente lavaba su dinero, pero el mismo gobierno lo respaldaban, así que, ¿Quién podría quejarse?
Mi nuca incluso tocó mi espalda cuando divisé el edificio, y un vacío grande se instaló en mi pecho.
Alguien anunció a su jefe que estábamos aquí. Y aunque no pude escuchar exactamente la respuesta, un hombre nos pasó al edificio, y Maxim y yo nos quedamos esperando en un área específica.
Incluso un hombre me pidió la carpeta, y desapareció con ella.
Creo que esperamos una media hora o más, mi rodilla se movía con apremio, y en el momento cuando escuché un ascensor, vi a muchos hombres que escoltaban a otro con gafas negras, uno alto, atractivo, que ni siquiera miró en nuestra dirección, y salió del edificio como si fuese alguien importante.
—Maxim… dile a la chica que suba en ese mismo ascensor… —mi amigo se levantó arreglando su chaqueta y sonriendo, y luego me enseñó el camino—. Maxim… —el hombre lo llamó de nuevo, y ambos nos giramos—. Ella subirá sola…
Mis ojos se abrieron con evidencia, mientras mi garganta se atascó.
—Tranquila… y por favor… no olvides quien te referenció… y Ana… —él tomó mis brazos—. Sé lista, chica… toma la oportunidad… que solo se nos atraviesa una sola vez en la vida…
Maxim literalmente me empujó al ascensor, y cuando las puertas se cerraron, yo tuve que cerrar los ojos, y comenzar a orar.
—Dios… por favor, perdóname…
—Vlad es precioso… —Mila le sonrió a Irina que también había venido a compartir las vísperas navideñas, y, sobre todo, en este último día del año, donde de forma loca, los Kozlov, Vasíliev y Dimitri, estaban todos juntos en una misma casa. —Gracias… Vladímir, Mila, había escogido el nombre, sobre todo porque el significado, “gobernante del mundo”, y por supuesto, por el abuelo, que ella nunca conoció. Mila miró alrededor de la mansión. Había una gran mesa larga, y todos estaban ayudando a Ana a colocar los diferentes platos. Sibel había hecho comida gringa, Ana comida rusa, y Francesca unos postres italianos, que hizo que ella se relamiera los labios. La mayoría de los hombres estaban de pie tomando bebidas, y no podía faltar los puros. Sin embargo, Mila se rio cuando fue Mikhail el que los sacó al jardín para que no afectara al bebé, que ya tenía tres meses. Además, estaban los hijos de Irina por el lugar. —¿Quieres que te ayude un poco? —Sara se sentó, y Mila negó. —No te pre
La última semana antes de la boda, fue de locos, pero Mila y Sara decidieron no matarse por los pormenores.Mila ya tenía en sobre del sexo de su bebé desde hace más de un mes, porque realmente el médico dijo que había sido difícil para que el bebé se dejara ver, y en secreto con Sara, ellas decidieron dar la noticia el mismo día de la boda.Aunque era solo Sara quien sabía realmente la noticia.Todos se instalaron en Rusia cuando faltaba solo tres días. Iván aceptó la solicitud de Mikhail y llegaron a su casa, que tenía más que suficiente espacio.La familia de Mauro llegó a su propia casa que había adquirido unos meses atrás, pero a diferencias de los Vasíliev o los Kozlov, los Grimaldi, eran más de veinte.Mauro tenía tres hermanas, y dos hermanos, además de otro familiar que había venido a celebrar con él el día más importante de su vida.También se sumaron Damien e Irina con sus chicos, aunque todos sabían que ellos viajaban constantemente a Canadá, donde Damien tenía la mayor ca
—¿Y cómo se siente ahora? —Mila observó al reportero y sonrió.—De maravilla… creo que tengo un equipo de trabajo como ninguno, y los proyectos que hemos ejecutado desde hace dos meses, han dado resultados inesperados…—¿Ser la presidente de una de las ONG más grandes del mundo, no será difícil ahora que está embarazada? —Y Mila sonrió más.—No estoy enferma… tengo un bebé en mi vientre… en el momento que requiera reposo, tendré gente a mi lado que seguirá haciendo el trabajo.Alrededor la aplaudieron, y Mila se quitó un poco de la mesa improvisada en el salón de reuniones, donde tenía la revista.Tenía un vestido de color piel junto con una chaqueta blanca, y unas sandalias medianas, ahora en sus casi cinco meses de embarazo ya se podía notarse el bulto de su vientre, pero ella se sentía más radiante y viva que nunca.—¿Viajará a África la próxima semana?Mila asintió.Pese a la negativa de toda su familia, solo quería inspeccionar el proyecto que se estaba desarrollando y se quedarí
—¡Oye…! No entiendo qué quieres hacer… he caminado a ciegas durante mucho tiempo.—Siempre te encantó este lugar…—Pero no lo puedo ver… —Mikhail aún seguía atando la venda en los ojos de Mila, y dio unos pasos más con ella, sujetándola de la cintura.—Poco a poco… he arreglado algo para ti… —Le quitó la venda de los ojos, y Mila soltó el aire, al ver desde muy arriba, en su catedral favorita de Moscú, la inmensa plaza roja, totalmente decorada con luces, y rosas rojas.De hecho, desde su altura, ella podía ver cómo un río de rosas…—A que… ¿A qué se debe? —estaban exactamente en el campanario de San Pedro, y Mila se giró hacia él.—¿Te gusta o no? —Ella tenía los ojos nublados, mientras el aire ondeaba su cabello.—Es bellísimo… —ella intentó abrazarlo, pero Mikhail la giró de nuevo hacia la plaza roja, y de pronto, todo se apagó, las luces, los faroles, y todo lo que había alrededor—. ¿Qué está pasando? —Mila se aferró a sus brazos, mirando hacia todos lados, cuando de pronto, mucho
Los días pasaron muy rápidos para los Vasíliev y Kozlov, y a pesar de las disyuntivas, Mila y Mikhail salieron a la otra mansión para tener su tiempo a solas.Las noticias no se hicieron esperar a nivel mundial, y mientras Mikhail hablaba con Mauro por teléfono, Mila revisó en su Tablet, lo más destacado en Italia.Efectivamente, publicaron imágenes de la camioneta de Maro Harris, acompañado de su hijo en las calles de Roma, y como un camión los había arrollado, porque supuestamente se había quedado sin frenos.Describían que quedaron en estados irreconocibles, y solo las pruebas de ADN había dado con sus identificaciones, además de sus documentos así deshechos.Mila pasó un trago ante lo que leía, y luego pasó a otras páginas, donde se hablaba de la organización, y como asumía que ella pasaría a presidente de la misma.—Eso será fabuloso… —Ella se giró hacia Mikhail que apenas finalizaba la llamada y dejó la Tablet a un lado.—¿Era Mauro?—Si… llegará este fin de semana… está loco po
En la lujosa cabina, el silencio se rompía ocasionalmente por risas y comentarios cómplices entre los presentes. Iván observaba a Mila con ternura, mientras Alexey y Mikhail intercambiaban bromas sobre la futura paternidad.Mila se recostó en el cómodo asiento, acariciando suavemente su vientre. Aún le costaba creer que sería madre, y la idea de que el pequeño ser que crecía en su interior llevaría consigo la mezcla de su amor con Mikhail la llenaba de una felicidad indescriptible.Sin embargo, ella sabía de lo que estaban hechos, y ahora con su mando en la organización, y todo lo que venía de ahora en adelante, debía tener mucho cuidado.Porque para ellos, lo más importante era la familia.—¿Qué piensas? —preguntó Mikhail, notando la expresión soñadora en el rostro de ella, y Mila sonrió negando, tomando la mano de Mikhail.—Solo me pregunto cómo será todo a partir de ahora. Seremos padres, y hay tantas cosas que ni siquiera puedo imaginar.Mikhail besó su frente con suavidad.—Lo de
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