El portón de la finca se cerró lentamente detrás de ellos. El motor del auto ronroneaba con un sonido constante, pero el silencio entre Kathie y Noah parecía más ruidoso que cualquier palabra. La luz tenue de la carretera dibujaba sombras intermitentes sobre sus rostros.
Noah mantenía la vista fija al frente, una mano en el volante y la otra apoyada en la palanca de cambios. No parecía molesto… pero tampoco cómodo.
—No sabías que Ignacio iba a hacer ese anuncio, ¿verdad? —preguntó Kathie, con la voz baja pero directa.
Él no respondió de inmediato. Sus labios se curvaron apenas, como si midiera las palabras.
—Digamos que