Isabella Rodríguez, víctima una desgracia que marcó su rostro con fuego y llevó al borde de la muerte a su padre, aceptará casarse con Gabriel Silva, un hombre adinerado, soberbio y narcisista que ha perdido sus ojos. Gabriel repudiará y rechazará a su esposa, creyendo que se merece algo mejor, pero lo que no sabe es que Isabella le robará el corazón con su fuerza y rebeldía. Será la primera mujer dispuesta a llevarle la contraria, poniendo a prueba su paciencia. ¿Qué pasará cuando Isabella se entere de que Gabriel es el origen de todo su dolor? ¿Qué ocurrirá cuando Gabriel se dé cuenta de su obsesión por Isabella y su ambición por someterla a sus pasiones? La seducción no necesita perfección cuando un hombre soberbio y poderoso ambiciona el dulce y rebelde corazón de una mujer forjada por el fuego. ¿Qué está dispuesto a perder un hombre cuando ha perdido la cabeza por la mujer que lo odia?
Leer másISABELLA RODRÍGUEZ
Las llamas devoraron todo lo que amaba. Mi hogar, donde crecí y fui feliz, se desmoronó. Corrí buscando a mi padre, a él no lo podía perder. Lo saqué arrastrando antes de que la casa terminara de colapsar, pero justo al atravesar la puerta, explotó, lanzándonos por los aires. Rodé en el suelo, con la cara ardiéndome y, entre gritos y súplicas, me desvanecí en la inconsciencia.
Cuando desperté, estaba en una cama de hospital intentando recordar lo que había ocurrido, recuperando fragmentos desperdigados de mi memoria, que carecían de sentido, parecían envueltos en llamas como mi hogar.
El doctor me cambió el vendaje del rostro y no fui capaz de reconocerme por ese breve momento ante el espejo. Tenía una horrible marca alrededor de mi ojo izquierdo. La carne viva me palpitaba y había perdido la ceja y las pestañas. Quise tocar mi piel marchita, como si al hacerlo, la herida se fuera a desvanecer, pero solo sentí dolor.
―Fue un milagro que solo tuvieras esa lesión… Pudiste morir ―dijo el doctor en un intento por consolarme―. Con el tiempo podemos intentar cirugías reconstructivas. Dejar tu rostro lo más parecido a como lo tenías antes.
En ese momento, recuperar mi belleza, si es que alguna vez la tuve, no tenía relevancia. ―¿Dónde está mi padre?
«Luchando por su vida», esa era la respuesta que aclaraba mis dudas.
Me quedé estática delante de su cama en cuanto lo vi rodeado de tubos y aparatos. Estaba en «shock», no podía llorar, pero eso no quitaba que estuviera horrorizada de verlo así. No había palabras para describir lo destruida que me sentía.
―Está en coma, no sabemos si… ―El doctor se detuvo, temeroso de como tomaría la noticia, pero… ¿qué podía decirme para empeorar mi ánimo? Con lo que veía era más que suficiente―. Su vida depende de cada aparato y aun así no es seguro que despierte.
―¿Pero cabe alguna posibilidad de que lo haga?
―Mínima, pero sí…
Era suficiente para mí. La cabeza me empezó a dar vueltas mientras hacía mi mejor esfuerzo para no llorar, no quería humedecer el vendaje que cubría mi rostro quemado.
Besé la mano de mi padre con suma precaución antes de salir de su habitación arrastrando los pies. No me detuve hasta que abandoné también el hospital. Al principio no sabía a dónde me llevaban mis pasos, hasta que llegué a mi hogar calcinado.
El corazón me dio un vuelco y me horroricé de lo poco que había quedado de mi vida. Mis objetos más preciados, mi ropa, y cada recuerdo estaban escondidos entre la carbonizada estructura. No pude contenerme más y comencé a llorar, consumida por la miseria. Ni siquiera recordaba cómo había ocurrido el accidente, ¿qué había provocado el fuego?
―Isabella… Sabía que te encontraría aquí cuando me llamaron del hospital. No tuviste que salir de esa forma… ―dijo mi madre detrás de mí.
―¿Qué ocurrió?
―Aún no se sabe… Simplemente todo desapareció de un día para otro. Tenerte a tu padre y a ti en el hospital ha sido demandante, así que tampoco he tenido la iniciativa de presionar a los policías por respuestas. Suficiente tengo con partirme el lomo todos los días para pagar las cuentas.
―Papá está muy mal… ―Por fin me animé a voltear hacia ella, necesitaba su consuelo antes de que me derrumbara.
―Mi niña… Tu rostro ―dijo herida y con delicadeza retiró la venda húmeda por mis lágrimas―. Mi pobre pequeña, desfigurada y marchita.
Escondí mi rostro, girándolo a modo de que solo pudiera ver mi lado derecho, el lado bueno y sano. Sus palabras no me consolaban, solo me hacían sentir más miserable.
―Ahora estoy viviendo en un pequeño departamento con tu hermana. Es lo único que podemos pagar. Todo se perdió. Tuvimos que empezar de cero. ―Usaba ese tono cargado de incertidumbre y sus manos temblorosas se apretaban en puños―. Necesitamos encontrar una solución. Tu hermana necesita ropa nueva, zapatos, todo lo que una chica joven y bonita de su edad se merece, mientras que la cuenta del hospital se está volviendo incosteable. No puedo seguir así.
―Mamá… ¿Por qué no haces que Valentina trabaje?
―¡Es una niña!
―¡Ya rebasó la mayoría de edad! ―exclamé desesperada.
Al ser la pequeña, mi madre siempre le daba un trato especial a Valentina. Mientras que yo trabajaba y estudiaba, mi hermana solo se dedicaba a salir de fiesta con sus amigas.
―Isabella… Te pido tantita consideración. Es tu hermana menor, deberías de ser más protectora con ella. ¿Planeas que la mande a cualquier empleo donde pueda ser molestada por barbajanes? Valentina es preciosa e inocente…
―¡Por favor! Valentina tiene más experiencia que tú y yo juntas, madre…
Noté como levantó la mano dispuesta a bofetearme, pero se detuvo al ver mi rostro deforme. Hubiera preferido la cachetada que percibir su lástima.
―Me tienes que ayudar, Bella… Ten tantita empatía por tu familia y por tu padre.
Tenía empatía por mi padre, pero no por Valentina. ¡No era justo!, pero parecía que no era el momento para ser justa.
―Conozco a alguien que nos puede ayudar ―agregó mi madre agachando la mirada, fiel indicio de que, lo que diría a continuación, no sería de mi agrado―. Gabriel Silva, es un hombre muy adinerado y solitario. Está buscando esposa. Desde que sufrió aquel accidente que lo dejó ciego, su familia le ha dado la espalda. Si te casas con él, puede ayudar a tu padre y cubrir los gastos médicos.
Ya había escuchado ese nombre antes, Gabriel Silva tenía mala fama, decían que era un hombre frío y arrogante, así como egoísta y ambicioso. Los rumores indicaban que cada mujer que se acercaba a él terminaba en el hospital o en el cementerio, aun así, parecía que a mi madre no le importaba mucho exponerme.
―¿Por qué yo y no Valentina? ―pregunté en un susurro.
―¡¿No te digo?! ¡Dale con Valentina! ¡Es una niña y él es un hombre mucho mayor! ―exclamó desesperada―. ¿Crees justo que la case con un hombre tan viejo para ella?
―Mamá…Yo soy dos años más grande que Valentina, no hay gran diferencia. ―Entonces lo entendí y su silencio me lo confirmó. El motivo para casarme con él no tenía que ver con mi edad―. Es por mi cara, ¿verdad? Como ese hombre es ciego, crees que no le importará que tenga el rostro deforme.
―Hazlo por tu padre… Ayúdame con sus gastos. No te pido más ―dijo en un susurro y cada palabra se me atoró en el corazón.
―¡Hablas como si casarme con ese desconocido de mala fama fuera poco! ―exclamé horrorizada. No podía ver como escondía su preferencia por Valentina detrás de una máscara de sufrimiento. ¡¿Por qué parecía la víctima y yo la malvada egoísta?!
―Isabella… Tú tienes un enorme corazón, piensa en tu padre y no condenes a tu hermana. Además, con esa cara, ¿cuándo conseguirás que un hombre se fije en ti? ¿Quieres terminar soltera? Te ofrezco la oportunidad de ser la esposa de un hombre adinerado que, a cambio, cuidará de tu padre. ¿Eso es tan malo?
¿Cómo lograba que sus palabras me hicieran sentir culpable? La maldición a la que me estaba condenando, sonaba como toda una bendición y me dejaba a mí como una malagradecida. ―Bien… Lo haré por papá…
Mamá recuperó su felicidad. Después de verme con asco y desprecio, su mirada se volvió gentil antes de estrecharme aliviada.
YOLANDA VARGAS—En cuanto me rehusé a cooperar con Esteban… Decidió darme un escarmiento —dijo Ramírez agachando la mirada—. No solo quiso quitarme el motivo de mi rebeldía, sino que quería dejar un mensaje claro hacia los demás. »Quise protegerte… pero llegué tarde. Tenerte entre mis brazos, desangrándote, fue la sensación más cruel y miserable que he experimentado en mi vida y supe que no quería perderte. Por eso me voy. Soy incapaz de seguir cargando con la culpa, pero tampoco tengo el valor de afrontar tu rechazo y odio al decirte la verdad.—Me vendiste… Nos vendiste… ¡Ibas a entregarnos! —exclamé horrorizada recordando lo horrible que fue estar cerca de la muerte.—No soy una buena persona, Yolanda, nunca lo he sido… pero si algo me detuvo, fuiste tú. No quería enamorarme, no quería permitir que te clavaras en mi corazón, pero cuando lo hiciste, fue tan hermoso que no quería perderme de esa sensación. »Lamento haberte mentido, también lamento lo que estuve a punto de hacer, pe
YOLANDA VARGAS—¿Por fin me dirás lo que te ha estado torturando? —pregunté emocionada. Ramírez me había llevado hacia el lago y una vez que llegamos al puente, no pude evitar sonreír. Llevaba días comportándose extraño y distante. Tal vez era muy tonta al pensar que estaba planeando proponerme matrimonio, pero no podía evitar sentirme emocionada por la idea. Isabella ya estaba casada, María acababa de hacerlo, incluso Celeste estaba comprometida. ¿No era justo que yo también pudiera vivir ese momento especial con el hombre que consideraba el indicado? Ramírez era atractivo, exhalaba peligro y, sobre todo, parecía amarme con sinceridad. Estaba ansiosa de que ese hombre fuera mío, deseaba verlo cada mañana al despertar y sabía que era con quien deseaba tener hijos. Ya estaba lista para gritar: «¡Sí, acepto!», pero su rostro apagado y melancólico me advirtió que se trataba de otra cosa. —Yolanda… Eres una mujer maravillosa, inteligente, fuerte, astuta… Eres la clase de mujer que se
ZARCOSus tibias manos se posaron en mis mejillas, haciendo que dirigiera de nuevo mi atención en ella, desconcertado y mareado. —Sería hipócrita de mi parte si te juzgara por lo que hiciste —dijo Celeste con melancolía—. Tú eres consciente de mi pasado y de cuánto daño causé. Arruiné la vida de todos y me esforcé por destruirlos. »No fui capaz de detener a Esteban, no lo intenté lo suficiente, tuve la esperanza de que volvería a ser el hombre bueno que conocí, pero eso nunca pasó y solo sembré dolor y miseria a mi alrededor. ¿Con qué cara puedo reclamarte algo? »Además, una mujer muy sabia me dijo un día: «Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra». No pude evitar sonreír en cuanto mencionó la frase favorita de mi madre. —Si algo he aprendido en este tiempo es que nadie tiene el valor moral para juzgar a otros —agregó reflexiva, pero triste—. Nadie es completamente bueno ni malo, y si yo no fuera capaz de comprender eso, entonces no habría aprendido nada en todos e
ZARCO—Desde ahora no tenemos rey… El señor Esteban ha desaparecido para siempre y no tenemos ninguna obligación hacia él ni hacia sus motivaciones —dije con firmeza mientras caminaba de un lado para otro en la caballeriza, ante todos mis hombres, quienes parecían no tener problemas con mis palabras.—¿Ahora, a quién serviremos? —preguntó el capataz mientras yo veía ese alfil negro entre mis dedos, dándole vueltas con indecisión. —A la reina negra… A ella le deben obediencia. Ella manda, esté presente o no —contesté con una sonrisa—. Su palabra es ley. ¿Entendido?—¡Sí, señor! —contestaron todos al unísono, divertidos, viéndome con lástima y una sonrisa enorme, sabiendo que era hombre al agua, que ahora mi mente y corazón estaban al servicio de una sola mujer, entendiendo que ya no me quedaba nada, ninguna ambición que no fuera proteger a mi familia y a mi hermosa reina. De pronto el silencio de todos me avisó que debía de ser prudente, cuando volteé hacia la puerta, noté a Celeste,
CELESTE CÁRDENAS Los días siguientes fueron ajetreados y confusos, todo pasó tan rápido. En cuanto llegué al hospital me internaron, la noticia de que estaba apaleada y embarazada de gemelos, alertó al cuerpo médico. Mientras revisaban mi herida de bala y el resto de las lesiones, supe que el padre de Yolanda se había llevado a esa tal Leslie, dejando por fin en paz a Ramírez, incluso olvidándose de él, aunque no por mucho tiempo. Por la gravedad de mis heridas, fui la primera en abandonar el hospital, regresando los primeros días a casa de mi madre, quien, a su regreso al país, estaba muerta de preocupación y se aferró a ser ella quien cuidara de mí, creyendo que Zarco no sería capaz ni tendría la delicadeza suficiente, eso no evitó que él se mudara con nosotras, renuente a dejarme sola, y mi querida suegra venía a visitarnos seguido, siempre con regalos para los gemelos. Todos ansiaban su llegada. Días después María dio señales de vida. Daniel no se apartó de ella en ningún mom
CELESTE CÁRDENAS —Celeste… Escuché la voz de Zarco, llena de ternura, mientras sus manos me tomaban por las muñecas, descubriendo mi rostro que había cubierto con mis palmas. Cuando abrí los ojos me encontré con sus hermosos iris bicolor que me veían con tanta dulzura que no pude evitar ponerme a llorar, había tenido tanto miedo de no volverlo a ver. Sin pensarlo dos veces me lancé a sus brazos y me aferré a su camisa, lamentándome y aferrándome a él. —Tranquila, todo está bien, tenemos que salir de aquí antes de que todo esto se caiga a pedazos —dijo en un susurro mientras me tomaba entre sus brazos. Entonces desvié la mirada para ver el cuerpo de Esteban en el suelo, con un agujero de bala en la cabeza. El disparo había salido del arma de Zarco, justo a tiempo, impidiendo que Esteban acabara conmigo. No despegué mi vista de él, sintiendo una nostalgia extraña en mi corazón. Esteban significaba mi pasado, ese amor bonito que quise encontrar y solo hallé dolor y manipulación.
"Una Fea para el CEO Ciego" es una novela Romántica escrita por Sathara que cuenta la historia de Isabella, una mujer desfigurada por un accidente quien accede a contraer nupcias con Gabriel, un hombre rico pero ciego y, para completar, engreído y soberbio. Creyéndose merecedor de una esposa mejor, él le pide el divorcio al poco tiempo, no previendo que pronto estaría obsesionado con ella. Esta cautivadora novela web (dividida en 69 capítulos) ha sido leída ya 38k veces, y ha obtenido un sobresaliente 10/10. ¡Introdúcete en la fascinante trama de "Una Fea para el CEO Ciego" en BueNovela!
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